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⚠️ Atención: Este capítulo contiene material que puede resultar sensible para algunas personas, por lo que si decides no continuar, lo entenderé. 🌸

Se recomienda discreción.


«El dolor en la piel ayuda a amortiguar un dolor más intenso.»

Selene Ivanova

El viaje de regreso, duró exactamente varias semanas.

Pero, ya la primera noche en la nave, las chicas se encontraban durmiendo profundo, y todo, gracias a una potente poción de sueño que, sin ellas darse cuenta, les había hecho ingerir en las botellas de agua que habían pedido cuando al abandonar la tierra de los humanos para pasar a la de los elfos, una terrible calor nos asedió en la nave.

Así que, para Alma, el viaje solo duró un día.

Por mi parte, me mantuve lo más firme que pude durante todo el mes que pasamos en el aire, y atravesando distintas ciudades del continente con tal de llegar a la ideal; el primer día, no fui capaz de dormir por el temor a que el conductor de la nave, resultara ser un enemigo más. Y al día siguiente, mucho menos.

Hasta que, al tercer día, ya cuando los párpados me pesaban y comenzaba a moverme y pensar con una perezosa lentitud, me dejé de tonterías y decidí aventurarme al dormir al menos una hora; de todos modos, si el conductor intentaba hacer algo, ¿lo escucharía de inmediato, no?

Al despertar al día siguiente, finalmente comprobé que aquel hombre no intentaría hacernos ningún daño, y decidí bajar un poco más la guardia, y recuperar durante el día las horas que pasaba vigilando que la poción que había comprado de forma ilegal, no afectara de forma negativa el sistema de mis hijas, porque entonces mataría al vendedor.

Sí, tal vez estaba siendo bastante paranoica...

Pero, era ese era el estado en que toda la situación con Alma me había dejado...

Después de que Morrigan hiciera lo que hizo.

Es que, ya no solo me parecía terrible confiar en ella, sino que también el resentimiento por no poder entender sus razones para haberme traicionado, me impedían perdonarla, o siquiera volver a verla como la gran amiga que fue algún día.

El peso de su error, parecía mayor que el de sus buenas acciones; y era por ello, que en todo momento en que observaba sus profundos ojos azules, no dejaba de memorar las palabras que alguna vez mi hermana Gaia me había dicho:

—Quien traiciona una vez, lo vuelve a ser dos y treces veces más; por lo tanto, a la primera traición debemos apartarnos y dejar de confiar para siempre en quien nos traicionó. —aseguró con aquella firmeza que la caracterizaba, mientras que con un gesto serio, me tendía el pañuelo en sus manos para que me limpiara las lágrimas que no dejaban de correr por mis mejillas.

—Por mucho que nos duela poner fin a la relación... —añadí con voz temblorosa de forma pensativa, mientras tomaba el pañuelo y comenzaba a secarme las lágrimas.

—Por mucho que nos duela poner fin a la relación. —repitió mi hermana mayor con aún más firmeza.

Pero, yo seguía fallando en cumplir con aquellas palabras; pues, por más que intentaba alejarme, ella, siempre encontraba la manera de volver a estar cerca de mi, de regresar a mi vida.

Y lo peor era que, cada que lo hacía, yo no me sentía con la capacidad de poder alejarla de mí... no con la firmeza y convicción que se requerían.

Y, en verdad odiaba sentirme así.

Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora