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«El muy condenado sabía lo que hacía»


Ni siquiera me detuve a reparar en la decoración del dormitorio al que ingresaba sin permiso, solo opté por cerrar la puerta tras mi espalda antes de caminar hacia la cama del centro y sentarme en el borde de la misma apoyando los codos sobre las rodillas.

La voz dentro de mi mente me gritaba una y otra vez que estaba a punto de cometer una estupidez, que saliera de aquella alcoba o me arrepentiría, y quizás en el fondo no se equivocaba, pero a su vez, mi mente también estaba demasiado nublada por el dolor que me consumía viva, que no quería dar marcha atrás...

Solo quería olvidar...

O, al menos intentarlo.

Y sabía de alguien podía ayudarme con ello.

Respirando con dificultad a causa del sentimiento que crecía dentro de mi ser amenazando con convertirme en eso que todo el mundo aborrecería, mordí mi labio inferior, temblorosa cuando escuchaba unos pasos firmes resonar en el piso de madera.   

«No pensé que subiría tan pronto.»

Los latidos de mi corazón volvieron a dispararse de forma frenética mientras sentía como el oxígeno abandonaba mis pulmones cuando los pasos se detenían y mis ojos eran incapaces de despegarse del pomo que cedía.

Me levanté de golpe justo en el momento en que el imponente hombre hacía acto de presencia en la habitación y no tardaba en abrir los ojos con sorpresa al notar mi presencia.

No cerró la puerta, solo la dejó entreabierta mientras se giraba por completo hacia mí sin ocultar su asombro.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con ese tono grave impregnado de extrañeza al tiempo en que su ceño se fruncía haciéndolo lucir más serio que de costumbre.

Porque, una cosa era haber coincido por error hace días en el mismo dormitorio y otra era que yo estuviera ahora invadiendo su espacio, esperándolo en su alcoba como toda una acosadora.

Los latidos de mi órgano vital eran desesperantes, no solo por ser él quien era, sino también por lo que estaba a punto de hacer.

Continuaba sin responder, cuando la determinación dentro de mí fue haciéndose más fuerte, tanto que terminaba por llevar la mano a mi cabeza para liberar mi cabello de la coleta en que lo mantenía sujeto.

Cuando este cayó en cascadas por toda la longitud mi espalda, me dispuse a acortar la distancia que nos separaba caminando con lentitud al tiempo en que desabotonaba los primeros botones de mi camisa mientras la tensión entre ambos me dificultaba la respiración.

Ninguno, fue capaz de apartar los ojos del otro ni por un segundo... Su mandíbula tensa, y sus ojos hipnóticos luciendo brillantes al intuir mis intenciones, mientras, llegaba hasta él y alzaba uno de mis brazos sobre su hombro para terminar de cerrar la puerta por completo.

Entonces, no pude evitar reparar en ella lenta forma en la cual que salía su respiración y elevaba ligeramente su pecho haciéndolo lucir sensual, pero, que a su vez, también le daba un aire de depredador a punto de destrozar a su presa...

Pese a esto, no me dejé intimidar; porque yo no era su víctima y él no era mi captor.

Tras ponerme de puntillas con la intención de quedar a su altura, no tardé en llevar mis labios a su oreja, sintiéndome tan completamente rota por dentro que la necesidad de apoyarme en alguien más para no desfallecer crecía cada vez más dentro de mí.

Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora