34

67 10 5
                                    




«En este juego, yo no pierdo, pierdes tú al querer tentar con fuego, a quien ha ardido en las peores llamas»


Mi mente era un completo caos.

¿Qué novedad, no?

De alguna forma, confirmar en voz alta a alguien más que no fuera a mí misma, que tenía un problema —uno que me estaba desgastando cada día— había sido el detonante perfecto para que la voz dentro de mi cabeza molestara aún más.

Sugiriendo incluso, planes asesinos que me hacían cosquillear las manos con nerviosismo...

Pero, como ya deben saber, yo no pensaba dejarme vencer por esta tan fácilmente.

Estaba convencida de que en los laboratorios, había vivido cosas aún peores; porque allí, no tenía esa voz, pero sí a humanos despiadados y egoístas que me maltrataban tanto física como psicológicamente... orillándome a un estado en el que, cada que veía una aguja, una pinza o cuchilla, me orinaba en mi bata y los ojos se me llenaban de lágrimas.

Eso, sin contar las veces que al revelarme me hacían dormir por días en un cuarto a oscuras en donde solo abrían la puerta para tirarme algo de comer, luego, cuando se me levantaba el castigo, limpiaban las heridas y me alimentaban con abundante comida como si nada hubiera sucedido.

Las mismas manos que me maltrataban eran las mismas que me curaban...

Y, era aquello, lo que me confundía y deprimía a aparte iguales; pues no era fácil estar padeciendo tanto maltrato, y mucho menos siendo tan joven.

«Odio a todos esos malditos» Pensé, mientras la rabia y el resentimiento acumulado volvían a calar profundo dentro de mi pecho.

Aún así, resoplé por lo bajo y me exigí interiormente:

"Ya deja de sobrepensar."

Centrando la mirada, en el techo de mi habitación; había perdido la cuenta, de las horas que llevaba en la misma posición, sin poder conciliar el suelo, sin dejar de evocar recuerdos que me atormentaban.

Alguna veces me preguntaba si era masoquista o porqué rayos me la pasaba recordando cosas que me herían y no ayudaban a levantarme el ánimo.

—Alma... —murmuró entonces entre sueños la morena rizada que se encontraba a mi lado, envuelta entre las sábanas de seda.

Por un breve instante, me tensé por completo al sentir sus dedos tocar mi cabello.

Girando lentamente mi cabeza, observé cómo se mantenía con los ojos cerrados, mientras su pecho se elevaba de forma pausada en señal de que se encontraba profundamente dormida.

Le había hablado sobre las demás habitaciones vacías de la mansión, pero me había pedido con las mejillas encendidas si podía quedarse en mi alcoba, cosa que acepté sin ningún inconveniente ya que teníamos la confianza suficiente para dormir juntas tras haber compartido habitación en la academia.

—Duerme. —musité en su oído con suavidad, antes de retirar con sutileza sus dedos de mi cabello para incorporarme despacio sobre la cama.

Descalza, miré una última vez a la chica envuelta entre mis sábanas. Había traído poca ropa, pero por suerte nuestras nuestras medidas eran casi iguales y pude prestarle mi pijama para que durmiera. Al final, la prenda le había quedado mejor a ella; al ser de color lavanda le resaltaba el brillo de su piel canela, haciéndola lucir jodidamente tierna.

Mentalmente, anoté dejarle la prenda antes de dirigirme a la puerta, girar lentamente el pomo e internarme en el amplio pasillo con todo mi cuerpo centrado en no generar ningún tipo de sonido que pudiera despertar a alguien.

Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora