11

152 44 50
                                    



«Un león hambriento asechando a su próxima presa»


Lentamente, deslicé mi mano a través del cristal que resguardaba la polémica foto de, dos enemigas inmortales, que una vez fueron mejores amigas.

El tono en blanco y negro de la fotografía, dejaba a la imaginación cuan antigua podía ser, pero, tomando en cuenta que no tenía ni un rasguño o mancha amarillenta, a mí me pareció que estaba bastante bien cuidadada.

Allí... mientras contrastaba en un hermoso cuadro de marco color beige rodeado de miles de trofeos del equipo de rugby: el deporte favorito de mamá.

De inmediato, supuse que ellas habían sido las líderes del equipo de porristas de ese entonces; pues, eran las únicas dos chicas en la foto que rompían la formación, y tomadas de los hombros sonreían a la cámara —una con cierta timidez, y la otra con coquetería— como si el mundo solo girara alrededor de ellas dos: Selene y Morrigan.

Aún podía recordar, lo poco que mis padres mencionaban a la última siempre, y los muchos rumores de la gente sobre que Selene, se le había metido por los ojos a Arthur, arrebatándolo de los brazos de Morrigan, quien por ese entonces, había sido la prometida de él por más de una década.

Nunca tuve el valor de preguntarle a mi madre si aquello era cierto, pero sí la oportunidad de escucharla defenderse con Arthur cuando nadie la escuchaba.

—¡Sabes que no fue así como sucedieron las cosas, Arthur! ¿Por qué no lo aclaras de una vez por todas? —escuché que le reclamaba una noche Selene con voz ahogada, mientras se encontraban encerrados en su cuarto matrimonial.

Esa noche, había sido mi cumpleaños número seis, y al no poder dormir, había salido de mi cuarto a hurtadillas para buscar más de los caramelos que habían quedado sobre la encimera de la cocina, —pese a que sabía, que no era saludable comerlos tan tarde— pero, al escuchar sus voces agitadas, me detuve frente a su puerta para seguir escuchando, intrigada.

—Voy a aclararlo, Selene, pero dame tiempo, ¿quieres? No es tan fácil dirigirme a una nación que ahora está envenenada en contra tuya y de Alma; los ciudadanos ya no desean escucharme porque ya no me ven como a su príncipe, sino que ahora sólo piensan lo que él les metió en la cabeza: que soy un desonrado que ha puesto en peligro el mundo al haber engendrado a un demonio.

Silencio.

Solo pude escuchar como la respiración de Selene era entrecortada, dando a entender que estaba llorando.

Al escuchar a Arthur, agaché la cabeza mientras mi pecho se encogía con el dolor que me causaban sus afirmaciones.

Me parecía increíble lo rápido que el mundo había pasado de amarme a odiarme con tan sólo un comentario dañino por parte de él.

Y, pese a que me dolía mucho escuchar la verdad de mi situación, no me fui corriendo a llorar a mi habitación, sino que permanecí escuchando para ver sí volvían a mencionarme.

—Sabes muy bien lo mucho que yo quería y admiraba a Morrigan, y que precisamente por eso, luché durante mucho tiempo con lo que sentía por ti para no irrumpir en su felicidad ni en la tuya... porque ustedes sí que se veían felices juntos.

—Porque lo éramos —admitió Arthur tras un suspiro, antes de un segundo después añadir con cierta rabia—: Pero ella, me traicionó de la peor forma y la odio por eso. Es más, ¿por qué seguimos hablando de ella?

Selene soltó un suspiro.

—¿Aún sigues con eso de que te engañó con él? Mira, soy consciente de lo atrevida e impulsiva que ella puede llegar a ser, pero en verdad se veía realmente enamorada de ti, y estoy segura de que nunca pensó en engañarte y mucho menos con él...

Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora