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«Porque él, era mucho más fuerte que yo»


—¡Hasta que por fin nos vemos las caras! —exclamó él con una gran sonrisa mientras pasaba a acercarse con gracia y elegancia hacia mí.

Mi labio inferior tembló, toda yo presa del miedo que él siempre había generado en mí; era un miedo que escalaba por todo mi cuerpo, estremeciéndolo en una mezcla de frío y calor, mientras los pensamientos en mi mente se entrelazaban, era incapaz de tomar una decisión sensata.

Por ello, había llegado hasta allí con mis propios pies.

A la guarida del cuervo asesino y ahora que había entrado... algo me decía que no saldría.

Al menos no con vida.

Pese al gran temor, no aparté la mirada de sus peculiares ojos que resaltaban en un brillo cautivante bajo la luz de la majestuosa lámpara que colgaba del techo.

Él, tampoco apartó sus ojos de los míos hasta estar lo suficientemente cerca de mí como para permitirme sentir su calor corporal y obligarme a echar la cabeza hacia atrás debido a su gran altura.

Una sólida y majestuosa corona, bañada en oro y rubíes, le decoraba la cabeza de la que caía un cabello dorado que le llegaba a la barbilla. Oro, también decoraba su cuello y dedos de las manos en cadenas y anillos que cegaban por momentos en un brillo que gritaba riqueza y supremacía.

Al tenerlo finalmente frente a mí, el primer pensamiento que asaltó en mi mente era que, pese a que su apariencia era la de un hombre bastante joven, algo en sus ojos... —no sabría  explicar qué— me alertaba que tenía demasiado tiempo habitando la tierra.

Levantando un poco mi temblorosa barbilla, escaneé con curiosidad sus ojos, que eran una peculiar fusión de diferentes tipos de verdes y azules que le daban un aspecto tan escalofriante como cautivador a su mirada.

Aún cuando entreabrí mis labios con el corazón latiéndome a mil por hora, él continuó sin apartar sus intimidantes ojos de los míos.

—A-Aquí estoy, de pie frente a ti finalmente, porque me he cansado de huir —comencé tartamudeando. Cuando lo había imaginado, no lo enfrentaba en ese estado tan lastimero, por lo que, soltando un suspiro que me salió entrecortado, limpié el sudor de mis manos en mi pálido vestido lima antes de continuar sin apartar mi mirada—. Necesito saber qué es lo que quieres de mí, para dártelo, Hunter, y así me puedas dejar en paz para siempre. —finalicé, endureciendo el tono de mi voz en un intento por llenarme de una valentía que no poseía.

Lentamente, observé cómo sus labios rosáceos se curvaban hasta soltar una carcajada burlona que me dejó perpleja en mi lugar.

Porque, aquel sonido, no solo me causó cuestionables náuseas, sino que también me erizó la piel de un miedo que sabía que a nadie le hubiera gustado sentir jamás...

Por eso, ¿si lo odiaba tanto por destrozar mi vida por completo, y le temía como a ningún otro ser en el mundo, qué más podía hacer que plantarme ante él de una vez por todas?

Al terminar de reírse, entrecerró sus ojos, para con un solo paso terminar por acortar la distancia que nos separaba hasta tal punto que pude sentir su aliento tocar mis frías mejillas.

Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora