41 - Primera parte

48 3 0
                                    




Capítulo 41 - Parte I

«Sentir demasiado es lo que te tortura»



Morrigan Nikolova

La dulce loción masculina, había invadido mis fosas nasales desde que él había entrado al despacho, pero se fue intensificando con cada paso lento que daba para llegar hasta mí.

Hasta llegar, a ese momento.

El momento en que, lo tuve a unos pocos centímetros, con sus ojos, tan oscuros como la noche, observándome desde abajo con absoluta ternura.     

No sabía porqué no había luchado por matar aquel sentimiento mucho antes de que creciera.

Con una expresión serena, pasé a tenderle una de mis manos y él no tardó en plantar sus labios carnosos con dulzura sobre mi piel blanca.

Minha deusa. —La voz grave, mezclada con el acento brasileño fue algo... agradable, al oído.

«Mi diosa».

Supongo que me gustaba demasiado la sensación de tenerlo a mi merced. 

Sus labios suaves, se mantuvieron sobre la tersa piel más tiempo del esperado y tras varios segundos, pasé a retirar mi mano sin gentileza solo para observarme el esmalte negro que decoraba mis largas uñas.

Por su parte, él pasó a levantarse del suelo en donde segundos antes se había arrodillado solo para venerarme. Mantuve mi desinterés hasta que  volví a sentir sus ojos sobre mi rostro. Solo entonces, pasé a encararlo sin abandonar la frialdad que me caracterizaba.

Usualmente, solía ser más cálida con él, pero ese día se había presentado en mi hogar sin avisar y a mí no me gustaban las sorpresas.

—¿Qué haces aquí, Alexandre? —le pregunté con seriedad cuando su dócil mirada se encontraba con la mía.

El lobo brasileño, se pasó una mano por el cabello oscuro, el cual ahora llevaba en un corte que reconocí como mid fade, haciendo que las facciones llamativas en su rostro marcado resaltaran aún más. Por unos cuantos segundos, mis ojos repasaron con lentitud la ligera y bien cuidaba barba que la última vez no tenía, pero que ahora le adornaba de forma delicada el mentón y por encima de... mis ojos aterrizaron en la boca carnosa y tragué saliva con fuerza.

Bajé entonces la mirada a sus brazos fuertes,  notando como la piel trigueña estaba aún más bronceada que de costumbre. Los pantalones ajustados se le ceñían a los muslos gruesos y llevaba una camiseta tan oscura como sus ojos.

"Le ha sentado bien nuestro último distanciamiento."

Llegué a esa conclusión, sin embargo, cuando lo escuché carraspear y mi mirada volvió a centrarse en su rostro, pude ver en el brillo que portaban sus orbes, no solo todo lo que alguna vez le dije que no sintiera por mí, sino también que suplicaba interiormente porque no lo apartara otra vez.

Podía encontrarse bien físicamente, pero sus sentimientos eran otra cosa.

Lástima que a mí, ya nada me conmoviera lo suficiente.

—He dejado el palacio, al fin soy libre, y no pude esperar para venirme aquí contigo, mi amor. —contestó al cabo de unos segundos, con suavidad y cautela.

Supongo que esperando que no me sobresaltara, pero casi de inmediato, apreté los dientes sintiendo rabia por su decisión.

¿Acaso había perdido la cabeza por completo?

Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora