«¿Cuántos problemas no nos hubiéramos ahorrado si hubiéramos nacido como humanas?»Tras los cócteles y las zambullidas en la alberca, faltando poco para la medianoche, dejé a mi hermana menor y a mi mejor amiga leyendo historietas sobre mi cama y tras excusarme diciendo que iba por un vaso con agua, salí de la alcoba con los latidos acelerados.
Había tomado una decisión y no pensaba dar marcha atrás...
En cuánto diera ese primer paso, todo cambiaría para siempre, y a sabiendas de esto, no perdí más tiempo y cabizbaja, caminé hacia las escaleras con un fuerte anhelo de ver a mi madre.
Nunca antes, había tenido tantas ansias por verla como en aquel momento.
Por ello, al llegar al primer piso, me aventuré a través de los amplios pasillos en busca de la oficina de su oficina, la cual si no me equivocaba estaba frente a la inmensa biblioteca que había descubierto con las chicas en el recorrido que habíamos hecho por la mansión.
El largo cabello, me lo había recogido en dos altas coletas que no dudé en acomodar mejor mientras quedaba de pie frente a la puerta de madera oscura que daba paso al que era el lugar más privado de Selene Ivanova, después de su alcoba, por supuesto.
Tras respirar hondo, en un intento por calmar mis latidos acelerados, toqué suavemente la madera con los puños en espera de que me dejara entrar.
—¿Quién es? —preguntó mi madre entonces desde el otro lado con su voz suave y sonreí con tristeza sintiendo un ardor en la nariz.
—Quién más que tu dolor de cabeza. —contesté en un tono divertido que ocultaba lo que me estaba matando por dentro.
La escuché soltar una leve risa antes de que el pomo sonara con un leve click que me avisó que le había quitado el seguro a la puerta y al cabo de unos segundos, la puerta se abrió lentamente mostrándome poco a poco a mi madre y su espacio de trabajo.
Al dar un paso dentro, alisé con mis manos el pantalón corto y la camisa que llevaba puestos, y pese a que la última prenda me quedada un tanto grande, aún así la había escogido por lo cómoda y ligera que era.
Sin embargo, en el momento en que mis ojos aterrizaron sobre la menuda figura de mi madre apoyada contra su escritorio, deseé haberme puesto algo mejor para no verme tan ordinaria a su lado.
Pues ella, llevando una ajustada blusa color carmín que dejaba uno de sus hombros al descubierto, unos pantalones ajustados y el cabello castaño suelto a los lados de su cara, la cual relucía un maquillaje que le resaltaba los ojos avellana, parecía sacada de revista de moda.
Un reloj de oro brilló entonces en una de sus muñecas mientras se llevaba un mechón tras la oreja irradiando belleza y elegancia . El cabello comenzaba a crecerle con rapidez y tras cerrar la puerta a mis espalda volví a venerarla como la diosa guerrera que era.
—¿Alma? —dijo entonces con extrañeza mientras acortaba la distancia que nos separaba, apoyando sus manos sobre mis hombros—. Es inusual verte aquí y menos a estas horas... ¿acaso no puedes dormir? —comenzó a abordarme con una expresión preocupada—. ¿Algo te inquieta? ¿No estás a gusto con cómo está tu habitación y quieres que te la cambie? Tú solo dime y mamá lo resolverá. —terminó acariciando una de mis mejillas con cariño.
De inmediato, sacudí mi cabeza y recosté mi rostro contra su palma en busca de mimos.
Admitía que a veces me sentía como una niña pequeña que solo anhelaba afecto.
—Todo está bien, solo he querido ver cómo estabas. —contesté antes de rodearla con mis brazos con fuerza, aspirando su agradable fragancia y acariciando su cabello.
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Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]
FantasíaLa sangre de un grupo de jóvenes está siendo utilizada para crear una cura contra un virus que amenaza con destruir la humanidad, o esa es la mentira que se les ha dicho a las ingresadas al programa para que no hagan más preguntas.