03

275 88 117
                                    



«Cruel tortura»

¡Tíralas al suelo y enciérralas en esa habitación hasta que aprendan a no involucrarse en algo que no deberían! ¡No les des agua ni comida! ¡No las mates, solo hazlas sufrir, especialmente a la de cabello cenizo! —escuché que gritaba una voz siniestra y masculina al otro lado de la línea telefónica.

Sin embargo, no comprendía ni una sola palabra de lo que decían.

El guardia, a quien le habían encomendado nuestro traslado a las celdas de castigo, se encontraba dando vueltas en círculos en el pequeño espacio que quedaba frente a la celda, mientras, sostenía lo que reconocí como un móvil con sus manos ligeramente temblorosas.

La celda en la que nos encontrábamos, era un espacio diminuto y frío, debido a no tener más que dos rejillas en forma de pequeñas aberturas rectangulares, en donde, milagrosamente, lograban colarse uno que otro rayo del sol.

No teníamos un colchón o mantas, no teníamos absolutamente nada, con lo que proteger nuestros cuerpos del tormentoso frío... pero al menos, por el momento, seguíamos con vida.

En aquel instante en que reflexionaba sobre aquellas cosas, me encontraba acariciando el corto cabello de la chica recostada sobre mi regazo, y me fue inevitable no derramar unas cuantas lágrimas de tristeza; ya que minutos atrás la habían tirado junto a mí, inconsciente a causa de un fuerte golpe que le habían propinado en la cabeza.

—Perdóname por haberte metido en esto. —le pedí en un susurro ahogado mientras continuaba acariciando su rizado cabello—. Nunca fue mi intención causarte problemas, es solo que yo... —Me mordí el labio inferior para no soltar un fuerte sollozo— yo solo quería saber por qué todos actúan tan extraño, por qué no nos dejan salir al exterior nunca... quería saber qué es lo que está pasando realmente.

Continué llorando desconsoladamente mientras acariciaba su cabello, y susurraba cientos de disculpas frente a su rostro calmado.

El guardia, por su parte, permaneció hablando con la persona al otro lado de la línea— Eso haré, mi amo.

La otra voz se tornó aún más firme al contestar:

En cuanto llame tu jefa dile que necesito que se contacte lo antes posible conmigo para cuadrar el urgente traslado de estas mocosas a otro lugar, ¿me escuchaste?

Observé en silencio cómo el escolta hacía un gesto de asombro que en pocos segundos se convertía en disgusto.

Lo escuché, mi amo. Y es por todo el respeto que le tengo, que le aconsejo que no sería buena idea moverlas ahora, pues, si es cierto que otros laboratorios están siendo atacados, exponernos no sería siquiera una opción; por el momento, pienso que lo mejor es quedarnos aquí, donde estamos seguros.

Una exhalación lenta pero ruidosa, se escuchó entonces a través de la línea.

Como si la persona al otro lado estuviera implorando bastante paciencia...

Hasta que, tras unos minutos, una risa baja y ronca invadió nuestros oídos, provocando que incluso a mí, se me pusieran los pelos de punta.

Vuelve a cuestionar una decisión mía y gastaré un minuto de mi tiempo en ti sólo para ordenarle a mi gente que desaparezca hasta el último miembro vivo de tu familia— aquello, lo soltó lento, y aún sin poder entenderlo, sentí que se trataba de una amenaza. Y el guardia lo confirmó, al abrir mucho los ojos con evidente temor—. Aunque no eres nada, quizá yo hubiera considerado tus palabras si en el receso a ti y a los inútiles de tus compañeros no se les hubieran escabullido esas dos mocosas idiotas. Y, no hubieran echo el ridículo al durar una hora buscándolas, pese a que se encontraban en el mismo piso que ustedes. —soltó en un tono burlón que hizo al guardia apretar los labios y observarme de reojo con evidente odio—. Así que cumple con lo que te pido y no me hagas hablar demasiado, gusano asqueroso. —añadió, antes de que se cortara la línea.

Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora