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Maratón 2x2
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«Ya no era la misma débil de antes»

Durante toda mi vida, desde el principio de mi transformación y desde que mis padres me había explicado lo que era... yo había sentido que era lo único para lo que era buena.

La magia... solía fluirme por cada poro de mi piel sin necesidad de esforzarme.

Por ello, nunca necesité de un maestro, nunca necesité de nadie para aprender a utilizarla. Y eso, me hacía sentir orgullosa de mí misma, ¿y a quién no? Si me llevaba todos los elogios, todas las atenciones y los aplausos de aquellos que presenciaban cómo utilizaba mi poder.

Realmente me sentía afortunada...

Pero, pese a que mis padres también parecían estar orgullosos de mí, tampoco me pasaba inadvertida la constante preocupación y duda en sus ojos siempre que me observaban.

Preocupación... porque desde el comienzo de las especies, nadie, ni siquiera aquellos que vociferaban ser los más poderosos, habían sido capaces de conjurar un hechizo para que todo un pueblo se arrodillara ante ellos, y tan sólo a la edad de cuatro años.

Duda... porque se suponía que el linaje de mi madre era uno de los más discretos en cuanto a su poder; no eran débiles, no, pero tampoco tan poderosos como yo desmotrababa ser a tan poca edad.

Mi madre, Selene Ivanova, era una mujer muy capaz, pero igual no demostraba tener más poder del que yo poseía. Según decía la gente, —y ella misma había admitido— sus habilidades mágicas sólo llegaban a ser cinco; el rango medio.

Y Arthur Callahan... él no era un brujo.

Pero, provenía del linaje de vampiros de sangre pura más poderosos y sangrientos de la historia; no lo admitía, no lo decía y se encargaba de ocultárselo a sus hijos, pero yo leía y escuchaba lo suficiente como para saber que para mantenerse joven, cada cierto tiempo, él debía bañarse en la sangre de humanos en un ritual bajo la luz de la luna.

Y pese a no agradarle, debía hacerlo porque era necesario después de haber vivido más de cien años en la tierra.

Ya que, aunque el ritual lo mantenía joven y saludable, si su vida humana cesaba alguna vez, él renacería como un vampiro.

En cierta forma, aquella condición hacía su linaje aún más extraño de lo que era... pero aún así, yo no había heredado el gen vampírico.

Ellos se habían asegurado de confirmarlo, llevándome a diferentes expertos que me revisaron de pies a cabeza.

La cuestión, es que si mi madre no hubiera visto con sus propios ojos como yo había salido de ella, ni los ojos de su amado en los míos... ella habría dado por hecho que no era su hija, ni tampoco la de él.

Ella no lo había dicho...

Aunque, no hacían falta palabras cuando las miradas sobraban, y podía escuchar claramente sus pasos cada noche sobre el suelo de madera, en demostración de que algo le quitaba el sueño.

Pero ahora, todo eso ya no tenía importancia; pues, se había quedado en el pasado, y yo... ya no tenía ni una gota de magia en mi sistema.

Ya no tenía nada.

Ya no era especial... y por lo tanto, no sería alabada.

Y aunque me gustaba esa sensación de orgullo que me invadía el alma cuando la gente me veneraba, no la necesitaba.

Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora