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«Era un vampiro, pero su corazón, aún conservaba la pureza de su humanidad»



Selene Ivanova

No existe nada más poderoso que el amor de una madre.

Capaz de traspasar barreras inimaginables, y de lograr todo aquello que parece imposible... Es una clase de amor, tan incondicional, tan puro y genuino aquel que surge al traer un nuevo ser al mundo, que, cuando lo sostienes por primera vez entre tus brazos, y sus ojitos conectan con los tuyos, sabes que no volverás a ser la misma.

Porque, a partir de entonces, estarás dispuesta hacer todo lo que sea necesario para que a esa criatura que lleva tu sangre, nunca le falte nada, ni le suceda nada malo... Muchas madres, cometen muchos errores, muchas equivocaciones y fallan en muchas de las promesas que se hacen a sí misma sobre proteger a sus hijos...

Por ejemplo, yo, que desde el primer instante en que supe de la existencia de Alma, me juré que jamás dejaría que me la dañaran, que protegería a toda costa su corazón de la oscuridad... sin embargo, había fallado de forma irremediable a esa promesa y todo los días me lamentaba no haber hecho suficiente por ella.

Como ahora, en ese instante, en ese breve silencio, en el que el que el mi corazón ardía preso del más crudo dolor que generaba el hecho de que mi hija había huido lejos de casa, y ni siquiera sabía si lograría encontrarla.

"Pero debes hacerlo. Debes encontrarla antes que ellos. Antes de que sea demasiado tarde."

Me recordé a mí misma ,en medio del denso silencio que se había adueñado del vestíbulo de la mansión.

Mi hijo mayor, había regresado del bosque, encontrándose con el problema que no habíamos sido capaces de ocultar, y de inmediato, se había tornado agresivo, vociferando cientos maldiciones para luego soltar las lágrimas y la desesperación que no hacían más que demostrar lo mal que estaba mentalmente.

Ya que, no importaba cuánto hubiera pasado desde que el rubio se había convertido en vampiro, la sed por sangre nunca había podido controlarla del todo; todo se debía a su personalidad tan intensa, y a los traumas de infancia que no había podido dejar atrás y que permanecían vívidos en su mente, atormentándolo a cada momento, poniéndolo ansioso, hasta el punto en que terminaba buscando consuelo en la sangre.

Como madre, me apenaba bastante su condición, y en realidad, ni siquiera sabía porqué era que no podía encadenarlo en el sótano para que se controlara...

"Era lo que hacía su padre." Me dije a mí misma, recordando cierta vez, en que Alice, me lo había confesado... Alice, mi pequeña hija, también había sufrido bastante en su niñez aunque intentara no demostrarlo.

"No lo haces, porque no eres él; jamás podrías ser tan cruel con un chico que has visto crecer y que ves con tanto amor maternal como para hacer algo que pudiera lastimarlo."

Me contestó entonces mi propia mente, y respiré hondo observándolo de reojo. Estaba unos metros alejados de todos, apoyado en las barandas de las escaleras y con la cabeza ladeada de tal forma que el cabello dorado le cubría ligeramente su frente y mejilla izquierda.

En apariencia, era la réplica exacta de su padre, pero portando facciones más suaves. Pero, solo compartían cierto parecido en la apariencia; pues en cuanto a los sentimientos y personalidades, los dos Callahan eran totalmente distintos; pese a sus problemas, el rubio no tenía malicia alguna. No era egoísta, y era ese el motivo por el cual terminaba sufriendo cada que se descontrolaba; conocía el remordimiento, la culpabilidad.

Era un vampiro, pero su corazón, aún conservaba la pureza de su humanidad.

En esos instantes, ya se veía más calmado pero, aún así, su pecho continuaba elevándose con el respirar agitado que hacía que su hermana menor se retorciera los dedos nerviosa a mi lado.

Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora