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«¿A qué diablos estaba jugando?»

Selene depositó un ligero apretón en mis manos mientras observábamos con intriga al chico que se revolvía de forma nerviosa las hebras doradas que caían de su cabeza sin soltar palabra alguna pero con sus ojos denotando tal preocupación que la amarga sensación dentro de mí estómago creció.

—¿Qué sucede? —quise saber con voz temblorosa, rompiendo el silencio sepulcral que se había adueñado de cada rincón del salón.

Para ese instante, ya podía escuchar los latidos de mi corazón resonar en mis oídos mientras las manos comenzaban a escurrirme de sudor debido al nerviosismo que no hacía más que aumentar con el paso de los segundos; no era buena recibiendo noticias de ningún tipo.

—Sí, Allen... ¿puedes decirnos de una vez por todas qué es lo que tienes por decir? Tanta intriga no le hace bien a nadie... —secundó entonces nuestra madre con un tono y expresión seria.

También lucía bastante nerviosa, aunque lograba disimularlo mejor; y es que cómo no estarlo si el silencio de Allen Jeremiah solo generaba un suspenso inquietante en el que podíamos imaginarnos la peores de las noticias.

Selene insistió con su mirada firme, y entonces, finalmente con su expresión aún endurecida, mi hermano mayor entreabrió los labios par acabar con nuestra agonía:

—Verán...

Pero tan cruel era el destino que en ese mismo momento fue silenciado por los pasos firmes que resonaban al bajar las escaleras principales.

Y mientras todas observamos aún más impacientes al rubio, este solo ladeó su cabeza para observar al hombre de cabello castaño a la altura de los hombros que con una expresión enojada, se apresuraba a estampar contra su pecho el pequeño portátil que sostenía en una de sus fuertes manos.

—Toma, y la próxima vez haces todo lo tuyo solo que no soy tu puto mandadero —escuchamos que le gruñía cerca del oído con los ojos entornados en molestia.

Cuando mi hermano sujetó el aparato, el cazador se separó para apoyarse en el lado opuesto del umbral, y entonces arqueé una ceja sorprendida porque no recordaba que ya se estuvieran hablando con tal confianza.

Esperé una contestación inmediata, pero Allen solo mantuvo serio mientras se disponía a abrir el dispositivo entre sus manos que al encenderse no tardó en iluminar ligeramente su rostro. 

—Qué bien que estás aquí porque lo necesitan saber ya —le contestó al cabo de unos segundos, para luego comenzar a caminar con paso decidido hacia las mujeres que yacíamos sentadas en el sofá.

Lo seguí con mis ojos hasta que se posicionó en el centro del salón de cara hacia nosotras y entonces fui incapaz de mirarlo directamente a los ojos debido al miedo que me generaba el mero pensamiento de no escuchar nada bueno.

—¿Saber qué? —inquirí con firmeza, mientras alternaba mi mirada entre la obra que se encontraba a su espalda y en el fornido hombre que se mantenía apoyado contra el umbral con una expresión indescifrable.

Más silencio.

Jeremiah continuó sin decir nada, solo se tiró del cabello con frustración mientras me miraba con cierta pena.

¿Por qué le costaba tanto hablar? Su silencio no hacía más que condenarme a convivir con los demonios de mi mente que se apresuraban en sacar las más catastróficas conclusiones.

Alma de acero y corazón de cristal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora