VEINTISIETE

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La fiesta de Iván había comenzado hace algunos minutos atrás. La mayoría de las personas que se encontraban aquí, ya disfrutaban de la comida, tragos y música, pero aún faltaban más personas por llegar, o algo así había escuchado.

Alf se había ido a recibir y saludar algunos de los invitados, junto con sus hermanos. Mientras yo me encontraba sentada con Becca, esperando a Gris y Adriana.

— ¡Qué onda, cuñadas!.

Se escuchó la voz de Alejandrina detrás de nosotros. Haciendo que Rebeca y yo volteáramos.

Yo la miré aburrida, pero regalándole una sonrisa al final. 

— Bromita, Emi. — rio — ¿Y los enanos de mis hermanos?. — preguntó mientras saludaba a Rebeca de beso. 

— Fueron a recibir algunos amigos. — respondió Becca. 

— ¡Ash!. Entonces si se van a poner bien idiotas. — dijo ahora saludándome a mi.

— Habían dicho que esa era la idea. — dije riendo, mientras ella negaba — ¿Y tu marido?. — pregunté.

— Según se desvió al baño. — suspiró mirando hacia todo el lugar — Pero conociéndolo seguro... — se detuvo al voltear a la zona de bar — Míralo, hijo de la chingada. Dejen voy por él. — dijo mientras nos pasaba su bolso y se iba alejando.

Rebeca y yo sólo nos reímos de lo que iba renegando Alejandrina. Justo al irse Ale, llegaron Adriana y Gris con algunos cuantos postres en un platito.

— ¿Y Ale?. — preguntó Adriana — La vimos que estaba aquí hace unos segundos. 

— Fue por Érick. — dijo Becca, quitándole un postre a Gris del plato.

Ambas asintieron y se sentaron. Gris nos ofreció un poco de lo que traía. 

Pasaron algunos minutos. Las cinco disfrutábamos de los bocadillos y bebidas, yo por obvias razones agua y un poco de jugo. 

A lo lejos se escuchaba un alboroto. El grupo de mujeres que estábamos, pronto volteamos hacia donde provenía tales voces. Los Zambada y algunos de los ántrax, se encontraban saludando a don Joaquín. 

No era raro verlos en las fiestas que organizaban los muchachos, o en sí la familia. Desde que recuerdo, siempre han sido invitados leales a sus fiestas, ésta vez no era la excepción claramente. Pero lo que si se me hacía algo raro, era que hubiesen invitado a los ántrax, o bueno, más bien a Miguel. 

Todos los Guzmán sabían que a Alfredo no le pasaba José Miguel. Nunca entendí el por qué, y él nunca me lo pudo explicar.

En fin. Problemas de hombres.

— Entonces si se va a poner bueno el mitote. — dijo Ale, a manera de burla. 

— ¿Cómo las fiestas de antes?. — pregunté sin entender. 

— Si, Emi. Sí. — habló Gris tirándome el avión — Sólo hay que estar at... — Ale habló interrumpiéndola. 

— Ahí vienen. — dijo y tragó rápido su bocado. 

Al voltear de nuevo, me encontré con Serafín e Ismael jr por enfrente. Y detrás de ellos Rodrigo, Pancho y Miguel.

— Noches, señoritas. — saludó Serafín, mientras veía coquetamente a Grisel.

Hace algunos años atrás, ellos dos habían tenido sus quereres. Nunca fue nada oficial, según Gris. Pero las veces en que se encontraban, las acciones y miradas hablaban por si solas. 

— Buenas noches, Sera. — Gris respondió de la misma manera — Y muchachos. — dijo al romper su burbuja. 

— Ah... — respondió Ismael. — Buenas noches. 

— Buenas noches. — ahora respondimos las cinco al mismo tiempo. 

Los dos primeros nombrados, abrieron paso a sus tres amigos que venían detrás de ellos.

Inmediatamente la mirada de Miguel conectó con la mía. Dándome una sonrisa.

En el juego de coqueteo de Grisel y Serafín, ambos se pusieron a charlar. Mientras que Ale, Becca y Adriana hablaban entre ellas. Al igual que Pancho, Rodrigo e Ismael.

— Emilia. — dijo José Miguel acercándose a mi — Cuánto tiempo. — sonrió.

— Miguel. — dije algo nerviosa. 

— Pero mírate nomás. — tomó mi mano, para darme vueltas en mi lugar — Uno se pone peor con los años, pero tú... — sonrió — Chulada de mujer. 

— Gracias. — dije pasando mi mano por mi abdomen, haciendo que se marcara. 

El lo miró algo impresionado, y después me volteo a ver a mi.

— No me digas que ya te nos casaste, Emilia. — habló, devolviendo la vista a mi vientre.

— Ehh, no. Sólo... — reí leve — Sólo estoy embarazada.

— Y ni así dejas de estar tan hermosa — sonrió viéndome — ¿Puedo?. — preguntó, refiriéndose a mi abdomen.

— Claro... Adelante. — accedí.

Sentí sus manos tocando mi vientre. Aún semi agachado, su vista se giró conmigo. Volviéndome a sonreír. 

La voz de Alejandrina, me hizo prestarle atención.

 — Tres... — dijo Ale mientras bebía de su trago. 

— ¿Ya sabes que es?. — preguntó Miguel.

— Dos... Uno...

— ¡Que onda, chavalones!. 

Más que Amigos - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora