TREINTA Y OCHO

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— Gracias. — le dije al muchacho que me ayudó a bajarme.

Él sólo asintió.

— ¡Pero que belleza!. — escuché la voz de Iván gritar a lo lejos. 

Reí al verlo correr hacia nosotros. Cuando llegó, inmediatamente cargó a Landito.

— Buenas tardes también para ti, Iván. — dije con sarcasmo.

— Aah, si, si. Buenos días. — dijo sin prestarme atención.

Lo miré confundida y me reí.

— Pásate, Emi. — me dijo Adriana saludándome. 

— Gracias. — contesté.

— ¿Acaban de llegar?. — preguntó la señora Alejandrina.

— Sii, justo hace unos segundos. — reí bajito. 

— ¿Y por qué no llegaste con Alfredo?. Me dijo, que le dijiste que se adelantara. — habló estirándole los brazos a Landito.

— Pérese, amá. — rechistó Iván — Se lo acabo de quitar a Emi. 

— Ehh. — no sabía que decir, sólo volteé a ver Adriana que sólo alzó los hombros — Sí, aún no estaba lista. 

— Le hubieras dado al niño para que se lo trajera desde tempano. Y te vineras más cómoda tú. — dijo sonriendo.

Ay, señora. Si supiera que su hijo, no ha ido ver a su nieto toda esta semana. Pensé.

 — Ahí para la otra. — solté riendo.

— Bueno pues, vamos adentro. — habló Adriana, salvándome de la situación.

Una vez dentro de la casa, visualicé todo el lugar. Había globos verdes y grises en el piso, y los manteles blancos con detalles en dorado, decoraban todo el lugar y resaltaban el jardín. Era algo sencillo, pero tal y cómo lo es Ovidio.

La señora Alejandrina me ofreció sentarme en su mesa, y la verdad lo pensé. Por más egoísta que sonara, no quería estar en la misma mesa que él. 

Pero terminé cediendo, cuando sólo vi a Ale, Érick, don Joaquín, Emma, y por supuesto a Alejandrina.

— Mija, ¿Cómo has estado?. — dijo don Joaquín saludándome — Tengo mucho que no te veía. Bueno. — rio — Los veía. — empezó a jugar con Alejandro — ¿Puedo?.

— Claro. — asentí, pasándole al bebé — Pues bien, don Joaquín. Aquí, echando guerra con este niño.  — lo último se lo dije a Alejandro. Aunque sabía que no me respondería. 

— No creo que mi Chuyito se latoso. ¿'Eda que no Rey?. — rio — ¿Y 'ora tu por qué andas tan apartado?. — preguntó don Joaquín. 

Al principio no entendí a quién le hablaba. Pero cuando escuché la voz de Alfredo a mi lado, sabía que la pregunta era para él. 

— No, apá. Para nada. — volteó a verme — ¿Puedo cargarlo?. — preguntó en un susurro. 

Asentí lentamente, ignorando su mirada.

— ¡Papá e hijo vienen iguales!. — exclamó Emma.

Alfredo sonrió mirando a Landito.

Maldita sea. Si lo extrañaba.

— Me encanta que hagan match. — dijo Alejandrina — A ver... Una foto. — dijo sacando su celular.

Alf volteó a Landito, de manera que ambos quedaron frente a la cámara. Don Joaquín, Alejandrina y yo le hacíamos señas a Alejandro, para que se pudiera "reír", pero sólo lográbamos sacarle muecas.

— Mija, acércate a la foto. Ándale. — sugirió don Joaquín. 

— Sii, Emi. — habló Alejandrina — Una foto familiar, ándale. 

— N... No. Sólo ellos dos. — dije tratando de evitar estar cerca.

— ¡Ay, ya!. Ve. — Alejandrina me dio un leve empujoncito hacia el frente. 

Posé a un lado de Alfredo, tomando la manita de Landito y moviéndola. Esperando y así, se reiría. 

— ¡Ay, pero abrásense, dios mío! —  exclamó con cierto fastidio — Ya tienen un hijo. Basta de ser tan tímidos los dos. 

Pude escuchar la leve risa de Alfredo. De pronto, sentí lo cálido su mano que tenía libre rodeando mi cintura, haciendo un leve agarre de esta. No me quedó de otra, y coloqué mi brazo sobre su hombro, recargando levemente mi cabeza en él.

— Digan... ¡Alejandrina hermosa!. — gritó antes de tomar la foto.

Los presentes rieron, incluyendo a Landito. Y el escucharlo reír, me hizo sonreír a mi.

El flash se disparó, indicando que la foto ya había sido tomada.

— Es perfecta. — dijo Alejandrina aún con la mirada en el celular. 

Me separé de Alfredo, yendo de nuevo a sentarme.

— Emilia, hija. Mira la foto. — la señora Alejandrina me hizo acercarme.

Tomé el celular en mis manos, viendo la imagen que estaba en la pantalla. 

Y la verdad es que la foto había salido más que perfecta. Los tres habíamos salido sonriendo y mirando hacía la cámara. Realmente parecíamos una familia feliz. 

Ojalá y las cosas hubieran sido diferentes.

...

La fiesta continuó. Y hasta ahorita se podía decir, que todo estaba marchando muy bien. Todos los invitados de Ovidio se la estaban pasando muy bien. Incluyéndome yo.

— ¡Emiliaaa!. — vi que Iván venía trotando con Landito en brazos — Tu bendi, quiere llorar. Desde hace rato está haciendo pucheros.

Asentí. — Dámelo si quieres. — dije estirando los brazos, y sin pensarlo Iván me lo dio. 

— Yo digo que a lo mejor se hizo.

— ¿Lo oliste?. — pregunté seria. 

— Ay, no Emi. Cómo crees. — dijo indignado. 

— Sólo preguntaba. — dije riendo — Puees... No huele. — olfateé — Además, hace rato lo cambié.

— Emilia. — reprochó — No huelas a la criatura. 

Reí al ver cómo era de escandaloso Iván.

Alejandro se llevó sus manitas a la boca, empezando a succionar de estas.

— Tiene hambre. — dije segura.

— Ah. Era eso. — dijo sin inspiración — Me hubieras dicho, Chuyito. Ahí había tostadas de aguachile. 

Negué rápidamente. — No. Ni se te ocurra. 

— Era broma, Zoé. — rio — Ya sé que todavía no come eso. Pero cuando estés más grande, hasta con pisto te las vas a comer. 

— No perviertas a mi hijo, Archivaldo. — dije amenazante.

— Acuérdate, Chuy. Más vale pedir perdón, que pedir permiso. Chachau. — dijo para al finar ponerse unos lentes de fiesta y empezar a "correr". 

Nota mental... Cuidar a dónde llevará Iván a Alejandro cuando sea adolescente.

Negué divertida.

Acomodé a Landito en mis brazos, tomé mi bolso y caminé hacia la parte de adentro de la casa. 

Más que Amigos - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora