CUARENTA Y UNO

2.9K 190 15
                                    

Sólo nos veíamos o hablábamos para lo esencial acerca de Alejandro. Cómo cuando se enfermaba, y si se podía quedar con él, o quería llevarlo algún lado.

Pero sobre acerca de nosotros, al parecer entendió perfecto. 

Y con el tema de Irina.

La verdad es que jamás volvió a la boutique. Supongo que tal vez no quiso dar la cara, y siendo sincera, yo quería confrontarla. Pero ni Xóchitl, Vanessa o Claudia sabía acerca de ella. Probablemente se había regresado con sus papás.

Fue un tema que mejor dejé así, por la paz.

— Llegamos, Emilia. — la voz hizo salirme de mis pensamientos.

— Gracias, Julián. — dije abriendo la puerta.

— Espera. Deja te ayudo. — dijo saliendo de la camioneta.

Tomó la pañalera colgándosela en uno de los hombros, para luego cargar a Landito, y esperar a que yo bajara.

— Gracias. — le sonreí. 

— A la orden. — dijo retirándose.

Comencé a caminar hacia dentro de la gran casa. Todo estaba más tranquilo, que fiestas anteriores. Y cómo no, si Alejandrina había dicho que sólo sería una comida sencilla, sólo con la pura familia.

Di tres toques suaves a la puerta, y segundos después ésta se abrió.

— ¡Emilia!. — exclamó Ale — Qué bueno que si viniste. — dijo dándome un beso — También mi niño precioso. — tocó la prominente mejilla de Landito. 

— Es el cumpleaños de su abuela. Claro que tenía que visitarla. — sonreí.

— Creo que es el invitado especial de mi amá. — soltó — No dejaba de preguntar si ya habían llegado. 

— ¿De verdad?. — pregunté y asintió. 

— Así es... Pásate. — dijo y comenzamos a caminar. 

Al llegar al comedor, la mayoría ya estaban sentados. No quiero sonar egocéntrica, pero parecía que sólo faltábamos nosotros.

— ¡Mi príncipe guapo, ya llegaste!. — exclamó Alejandrina, viniendo hacia nosotros.

— Si amá. Hace rato. ¿No me vio?. — dijo Iván obvio, con una sonrisa. 

— Ay, hijo... A ti no te hablo. — dijo riendo. Provocando también mi risa. 

— Ah. — dijo borrando su sonrisa

— Defiéndete, carnal. — habló Joaquín con la boca llena — Tienes derecho de antigüedad. 

— N'ambre, wey. Que comparas este vejestorio, con mi niño, mi pa. — dijo Ovidio señalando a Iván, y luego a Alejandro.

Iván sólo lo volteó a ver con los ojos abiertos.

— Vejestorio... Pero así, hay plebitas que mueren por estar conmigo. — se defendió. 

— Pues si wey. Porqué ya estás más allá, que para acá. Quieren pensionarse por viudez. — dijo Joaquín al borde de la risa. 

— Mireee, amáaa. — Iván empezó hacer berrinche. 

— Ay, no. Estos muchachos. — negó — Quién es el más bebé más bonito de todo el mundo, ¿Ah?.  — Alejandrina le habló a Landito — ¿Quién?, mi niño. 

Alejandro empezó a reírse, abriendo y cerrando sus ojitos.

Sonreí al ver su gesto.

— Tú mi niño. — se respondió ella misma — Igual de coqueto que su padre y abuelo. 

— Y tíos... — agregó Ale. 

— ¡'Ora!. — dijo Ovidio. 

— Que yo, qué. — la apareció Alfredo, llegando por el pasillo de la cocina.

— Que tu chimpayate, salió igual de ojo alegre que tú. — le respondió Joaquín.

— Y ustedes. — volvió a recalcar Ale.

Jesús sólo negó divertido, y se acercó.

— ¿Puedo?. — preguntó viéndome. 

Asentí dejándole en brazos a Landito.

— ¿Qué pasó, Rey?. — preguntó.

Chuyito lazó un chillido emocionado, ocultando su rostro en el pecho de Alf.

— Ya lo chivió mi amá. — habló Iván. — Ahora en eso se parece a la mamá. 

— Cómo cuando el Alfredillo le decía piropos a la Emilia, y se ponía toda rojilla. — agregó Ovidio con una sonrisa — Ay... — se quejó mirando a su esposa.

— Bueno, pues ya estamos todos. — interrumpió Alejandrina — A comer. 

Tomé asiento a un lado de Irene y Adriana. Por Landito no me preocupé, pues Alfredo se había ofrecido a darle de comer. 

Y no miento, aún era algo incómodo ver a Alfredo. Pero no tanto como la última vez donde todo se descontroló

...

— ¿Otro drink, Emi?. — me preguntó Irene.

Negué. — Nop. Tengo una criatura que amamantar.

— ¿A poco no se puede beber en la lactancia?. — preguntó Adriana. 

— Es mejor evitarlo. — reí. 

— Ooh. — asentí. 

— Bueno. Vengo pronto. — me puse de pie — Necesito ir al baño. 

— Va. Te esperamos aquí. — dijo Irene.

Asentí y me metí dentro de la casa. 

El único baño que me quedaba cerca, era hasta el fondo del pasillo largo, dónde se encontraba el despacho de la casa. Siendo sincera, casi no me gustaba ir sola por ahí. Pues casi siempre estaba algo oscuro, y ésta vez no era la excepción.  

Terminé de secarme las manos y abrí la puerta. Sumergida en mis pensamientos comencé a caminar de nuevo por aquél largo pasillo. 

Cuando por fin levanté mi vista, vi que a unos cuantos pasos estaba alguien parado frente a una especie de cómoda, donde había viarios portarretratos encima de él. 

Esa persona era Alfredo.

Más que Amigos - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora