Más que Amigos - JAGS

DIECISIETE

- Ya nada más deja voy por mi bolsa. - dije a punto de subir las escaleras. Pero Alfredo se adelantó subiendo más rápido.

- Yo voy por ella. - dijo ya arriba - ¿Cuál es?. - gritó.

- La nude que está arriba del closet. - igual alcé la voz.

Escuché que arrastró algo en la habitación, y seguido como se caían objetos al piso.

- ¿Todo bien?. - pregunté, esperando respuesta.

- ¡SIII!. - gritó.

Luego de algunos segundos, se escucharon sus pasos que se dirigían a las escaleras. Apareció un poco despeinado, pero con la bolsa correcta en mano.

Con un sólo gesto, le pregunté que qué había pasado.

- Yo lo arreglo, tranquila. - dijo haciendo alto con las manos.

Negué divertida. - Anda vamos. - empecé a caminar hacia la salida.

- ¿Quieres que te cargue?. Digo, para que no te canses. O cansen. - dijo al último sonriendo. Y yo lo mire sin entender. - Es para que no te esfuerces mucho. Joaquín me comentó que no es bueno que hagas tanto esfuerzo, y corajes.

Reí enternecida. A veces era muy inocente.

- No seas paranoico, Alf. - seguí con mi camino - Anda, vamos que tu mamá nos ha de estar esperando.

- Sabes, dijo que haría pozole para comer. - sonrió.

Supongo que al escuchar eso, se me iluminaron los ojos. Pues cuando lo volteé a ver, soltó una risa divertida. 

- Entonces que esperamos. ¡Vámonos!. - dije saliendo, casi corriendo.

Dicho y hecho. Después de algunos minutos, casi la hora, llegamos a la casa de su mamá. Que quedaba un poco a las afueras de la ciudad. 

Antes de bajarnos, los nervios se hicieron presentes. Si así estoy con la mamá de Alf, no me imagino con mis papás.

- ¿Cómo crees que se lo tome?. - le pregunté, aceptándole la mano para que pudiera bajar.

- Porqué presiento que estás nerviosa. - lo miré y asentí riendo - Todo va a estar bien, ya verás. - dijo algo calmado. Pero sabía que él tanto como yo, estaba nervioso.

- Tú también lo estás. - dije achicando mis ojos.

- ¿Yo?. - preguntó haciéndose el ofendido - Nombre chaparra. Si yo tengo los nervios de acero. 

Empecé a reír. - Entonces... ¿Por qué te estás limpie, y limpie las manos en el pantalón?.

Después de confesarle eso, inmediatamente detuvo su acción y sonrió ampliamente mirándome.

- Bueno, sí. Pero... - suspiró - Sé que ella va a estar feliz. Prácticamente sería su primer nieto, además. Ella te quiere mucho

Asentí y besó mi cabeza. 

Segundos después, entramos a la casa donde vivía la señora. También a donde tantas veces llegábamos después del colegio.

- ¡Mis niños, ya llegaron!. - apareció la señora Alejandrina saliendo de la cocina, con los brazos abiertos.

- Sipi. - contestó Alf.

- Alejandrina, ¿Cómo estás?. - le pregunté.

Le hablaba por su nombre, ya que existía la confianza. Además que, algunas veces se me salía decirle señora, y me regañaba.

- Contenta por que ya llegaron. - sonrió - Si se me hizo una eternidad del domingo, hasta hoy. Y como Jesús me dijo que vendrías, le dije que haría lo que más te gustaba. 

- Ayy... Gracias. - La abracé.

- De nada mi niña.

- Aah sí, pero cuando yo vengo. Nomás puros frijoles, verdad. - dijo cruzándose de brazos.

- Que se vea quién prefiere a quién. - salió don Joaquín de una de las puertas. 

- Apá. ¿Qué hace aquí?. - dijo Alfredo, yéndole a saludar.

- Recordando viejos tiempos. - contestó sonriendo.

- ¡Joaquín!. - reprochó la señora.

- ¿Qué?. Yo decía convivir en familia. - contestó simple.

Alfredo y yo reíamos por la situación. Mientras que la señora cubría su rostro con una mano, pues se notaba que estaba sonrojada.

- Bueno. Ahora sí, a comer. Que desde que llegué no me dejó servirme, tu madre.

- Teníamos que esperar a que llegaran los demás, Joaquín. Pero anden. Vamos que luego se enfría. - dijo caminando hacia la cocina. Mientras que los tres la seguíamos.

Don Joaquín y Alfredo se sentaron en la mesa del comedor. Mientras que yo me fui a la cocina con la señora Alejandrina ayudarle a servirnos, y llevar los platos o lo que hiciera falta. Algunos minutos más tarde, los cuatro nos encontrábamos en medio de la comida. El carraspeo de Alfredo, hizo que le pusiéramos atención.

- Bueno amá. La verdad de la razón por la que Emi y yo, venimos a visitarla. Aparte de que queríamos verla... - habló Alfredo.

- Ahora que hiciste, Jesús. - su madre lo miró.

- Hicimos. - aclaró Jesús - Bueno, ya...  - cogió aire con la boca - Es por que Emi y yo, vamos a ser papás. - dijo viéndome y sacó de su cartera una foto del ultrasonido.

Al parecer a la señora no le estaba cayendo el veinte, o tal vez no le agradó la noticia. Pero las preocupaciones se fueron cuando se paró repentinamente de la mesa abrazando a Alfredo y tomando la foto. Mientras que don Joaquín sólo mantenía una sonrisa grande, igualmente, poniéndose de pie. Él se acercó a mi con los brazos abiertos.

- No había tenido oportunidad, mija. Pero muchas felicidades. - habló don Joaquín, abrazándome.

- Muchas gracias, señor. - sonreí. 

- Que bueno que decidieron darse una oportunidad. Todo mundo se daba cuenta, menos ustedes. - dijo Alejandrina, viniendo hacia a mi para abrazarme. Y yo volteé a ver a Alfredo, sin saber que decirle.

- Ehh, no amá. Emi y yo, no somos pareja. - habló Alfredo rascándose la nuca. 

- ¿Entonces?. - preguntó la señora.

- Uumm... - pronuncié.

- Pero lo importante, mujer. Es que a la criatura no le falte amor. - dijo don Joaquín, salvándonos de la situación - Estoy seguro que eso no le hará falta, en ninguna parte.

- Tienes razón, Joaquín. - contestó Alejandrina, limpiándose algunas lágrimas que había soltado - Pero no te obligó nada Jesús, ¿Verdad, Emi?. - preguntó viéndome.

- ¡Amáaa!. - reprochó Alf.

Me reí algo incómoda. - Noo, señora. No se preocupe.

Después del emotivo momento, volvimos de nuevo a seguir comiendo. Alejandrina sólo hablaba de lo feliz que le hacía la noticia y planeando la ropita que le tejería al pequeño o pequeña. La reacción de los papás de Alfredo, hicieron que me relajara más.

Creo que había exagerado un poco con lo nerviosa que me encontraba hace algunos minutos atrás. Pero ahora estaba segura que además de mi y Alfredo, habían más personas que esperaban con anisas su llegada.