TREINTA Y TRES

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Empecé a vestirme con algo cómodo, pero que no se viera tan casual.

Opté por un pantalón semi ajustado negro; una blusa de tirantes algo angosta de abajo, del mismo color; y combiné unos mules, con un blazer color mocca. No era algo tan formal, pero tampoco tan simple.

Puse algo de corrector en mis notables ojeras y lo distribuí sobre la zona, emparejándolo con mi rostro. Peiné y maquillé mis cejas un poco, al igual que mis pestañas. Casi para acabar, me puse un labial líquido color durazno, que era casi imperceptible.

Me di una última mirada completa en el espejo. Sonreí.

Me veía bien.

Desde un poco antes de que naciera Landito, ya no me maquillaba o arreglaba. Simplemente por flojera o no me daban ganas de hacerlo. No sabía que necesitaba volver hacerlo. 

El sonido del timbre, me dio la señal de que había llegado Miguel. Tomé una mini bolsa que me encantaba, y que siempre que la usaba, Alfredo se burlaba diciendo que no me cabía nada en ella. 

Lo más gracioso de todo, fue que él me la había regalado.

Bajé directo a la puerta principal y la abrí.

— Emilia. Te ves... — sonrió — Hermosa. 

— Gracias. — le devolví el gesto — Tú también te ves muy guapo. 

— Apenas quedamos, ¿Qué no?. — asentí sonriendo — Entonces, ¿Nos vamos?. 

— Sí, sólo deja le doy indicaciones a Ramón, ¿Sí?. —  expliqué. 

— Claro, chula. Te espero. — vi que se alejo unos cuantos pasos. 

— Ramón. — lo llamé acercándome a él — No me tardaré, sólo iré a cenar, tal vez en dos o tres horas ya esté aquí. 

— Está bien, Emilia. ¿A quién te vas a llevar?. — preguntó agarrando su radio. 

— Sobre eso. — volteé a ver a Miguel — No creo necesitarlo. Estaré bien.

— Sabe que si el patrón, se entera que la dejamos sin hombres. No nos la perdona. Tendría que avisarle, para que esté enterado. 

— ¡No!. No quiero que lo sepa. — dije rápido, sin levantar la voz y él me dio una mirada de confusión — O sea, no... Me refiero a que. — suspiré — Tú sabes que Miguel no es muy del agrado de Alfredo. — asintió — Yo me encargo luego de decírselo, no quiero que la agarre contra ti, o alguno de los muchachos. En todo caso. — lo miré — Vente tú y alguien más. Con eso basta. 

— Está bien, Emilia. Espero que entienda que es por su seguridad, así lo ordenó el patrón.

Asentí dándole el punto a favor. — Está bien Ramoncito. Lo entiendo. Vamos. 

Me di la vuelta, percatándome que Miguel seguía esperándome afuera de la camioneta, y entonces comencé a caminar.

— ¿Listo?. 

— Sip. — asentí sonriendo. 

— Vámonos, pues. 

Me abrió la puerta y tendió su mano, ayudándome a subir a la camioneta. Una vez yo adentro la cerró y rodeó para él subirse del otro lado de ésta.

En el camino al restaurante, Miguel me platicó acerca de estos nueve años después. Era interesante poder escuchar de lo que ahora trataba su vida y trabajo; muy diferente a lo poco, que yo había visto.

Cuando llegamos, no tardamos mucho en pedir nuestra cena, y tampoco tardó en llegar.

El tiempo pasó volando entre pláticas y risas. Y es que, no se si realmente era por la buena compañía de Miguel, o por que ya era algo que necesitaba. Pero me la estaba pasando totalmente bien.

...

Suspiré calmando mi risa.

 — Creo que ya es algo tarde. — dije viendo mi celular. 

— ¿Quieres irte ya?. 

— La verdad. La estoy pasando excelente. — lo miré — Pero, creo que es algo tarde. Ya sólo estamos nosotros. — reí al voltear a los lados. 

Y era cierto. Sólo estábamos nosotros, unos de los muchachos, y algunos meseros. 

— Okay, creo que tienes razón. — rio — Pero antes, chula. Te quiero agradecer por aceptarme esta salida. — dijo mientras servía el último trago de la botella, en ambas copas — Así cómo en los viejos tiempos.

— Gracias a ti, por invitarme. 

— Entonces. Salud, por los viejos tiempos. — levantó su copa. 

— Salud. — sonreí, imitando su acción. 

Después del último trago nos fuimos.

Al estacionarnos afuera de la casa, antes de bajarme, me acerqué a Miguel para despedirme de él dándole un beso en la mejilla. 

Antes de que me pudiera separar completamente de él, tomó mi cabeza con ambas manos acercándome nuevamente hacia él. Plantándome un beso en los labios.

Mentiría si dijera que me separé inmediatamente de él; pero la verdad es que no fue así. Segundos después, meramente por culpa de quedarnos sin aire, nos separamos. 

Sonreí.

— Bueno. Nuevamente gracias. Te veo luego. — dije mientras abría la puerta.

— Deja te ayu... — abrió también su puerta, pero lo interrumpí. 

— No, no, no. Así esta bien, enserio. Gracias. 

— Nos vemos, chula.

Una vez abajo, me volví a despedir pero esta vez con la mano. Las camionetas se marcharon del lugar, y le di la señal a Ramón, que podían volver a lo suyo.

Ingresé a la casa, y me fui a la habitación. Me despojé se toda mi ropa, cambiándola por una pijama. Hice mi rutina de skincare y terminé recostándome, viendo la televisión.

Era raro no tener a Chuyito conmigo.

"Cómo les va?."

Le envié mensaje a Adriana. Segundos después mi celular vibró.

Adrianita 💜 ha enviado una 📷 foto

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"Mi príncipe 🥺🥰"

"Se quedó inconsciente después de su bibi"

"Yo creo que si es pariente de Ovidio 🤔"

"😅"

"Y ese ratón de peluche?"

(supongamos que es un ratón, ¿okay?)

"Adivina quien se lo regaló 👀😬"

"Que predecible jajaja"

"Gracias, y que descansen"

"Igual, Emi. Nos vemos"


Volví mi mirada a la televisión, buscando algo bueno para aprovechar mi noche.

Más que Amigos - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora