CUARENTA Y CUATRO

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Sí, mami. Entonces te llamo luego. — dije despidiéndome de ella. 

Pero que esté mi gordo, eh. — advirtió. 

Ah, yo como quiera... ¿Verdad?. — me hice la ofendida. 

Sabes que no amor. Pero tengo mucho que no veo a mi príncipe. 

No es cierto mami, entiendo — reí — Chao, te veo luego. 

Esperé a que se despidiera y corté la llamada. Continué meneando la comida que estaba preparando para Miguel y para mi. Quería sorprenderlo con algo bonito, aprovechando que Chuyito estaría todo el día con Iván. 

Según él por que quería convivir con su sobrino, pero la verdad es que estaba segura de que lo estaba utilizando para impresionar a su nueva conquista. De la cual, por lo que veo y ha contado, está muy enamorado. 

Todo estaba listo, y Miguel no tardaría en llegar. Así que me fui a poner algo decente para poder recibirlo. Terminé de hacerlo, por último cepillando mi cabello, dejándolo suelto.

— ¡Ya estoy aquí!. — sonreí al escucharlo en la sala. 

Me di una última mirada en el espejo, y salí de la habitación.

— Miki... Hola. — dije acercándome a él. 

Antes de estar frente a él. Se acercó más, tomando mi cabeza y depositando un profundo beso en mis labios.

— ¿Cómo estás, chula?. — dijo al separarse. 

— Mejor. — dije sonriendo. 

Me dio la vuelta y me abrazó, pasando sus manos por mi cintura.

— Huele delicioso. — dijo cerca de mi oído. 

— Ah, si. — di una risita — Hice una receta especial que vi. Por que quise impresionarte. 

— Me refería a ti. 

— Aah. — rio haciendo que yo también lo hiciera. 

— Pero, bueno. También huele riquísimo cerca de la cocina. ¿Enserio hiciste eso por mi?. — preguntó y yo asentí. 

— ¿Quieres probar?. — pregunté emocionada. 

— Claro que sí, chula. Ni pregunte. 

Me separé de él para ir a servirnos, mientras él acomodaba la mesa con los plato ya llenos.

Mientras degustábamos de la comida, ambos platicábamos temas sin sentido o relevancia, pero que de una u otra manera, terminábamos muertos de la risa o intrigados en ellos, dándole un diferente punto de vista. 

  — Todo estuvo delicioso, chula. — dijo retirando un poco su plato — Ya se puede casar. 

— ¿De verdad lo crees?. — dije siguiéndole el juego. 

Asintió. — Qué afortunado será. — reí.

Tomé lo que restaba de mi copa, volviendo a ponerla en su lugar.

— Te parece si vamos a la sala. — pregunté. 

— Adelante Primero las damas. — se puso de pie, dándome el paso. 

Antes de irnos. Saqué del armario donde guardaba varios vinos y licores, la misma botella de vino que nos habíamos tomado, antes de que se acabara.

Al parecer él entendió la referencia, pues tomó otras dos copas llevándolas detrás de mi hacia la sala.

Cuando nos sentamos en el sofá comencé a servir, considerablemente algo de vino. Él sólo dio una leve risa al ver que casi llenaba ambas copas.

— Pues... ¡Salud!. — dijo con su copa en el aire. 

— ¡Salud, Miki!. —sonreí chocando nuestras copas. 

...

Sentía los labios de Miguel besando mi hombro desnudo, mientras que con su mano por encima de la sábana, acariciaba mi cintura.

Suspiré cerrando mis ojos...

— ¿Todo bien?. — preguntó recogiendo mi cabello.

Asentí aún con los ojos cerrados, emitiendo un "mmjm".

— Chula... ¿Le puedo decir algo, sin que se enoje?. 

— Sí. ¿Qué pasa, Miki?. — dije acomodándome en su pecho. 

— Yo sé que no soy, quién a usted le gustaría que estuviera justo aquí contigo. — lo miré extrañada — Seamos honestos... Te gustaría que en mi lugar estuviera el pendejo de Alfredo. — yo iba a decir algo, pero me interrumpió — Deja que termine de hablar, por favor... — suspiró — Emilia, yo quiero que tú seas feliz junto a Landito. Y sé que tal vez esa felicidad plena que buscas, y que yo quiero para ti, no está conmigo.

— Miguel, yo... 

— Espera. — puso su dedo por encima de mis labios — No me importa si es con él, con fulanito, o zutanito. Pero por favor, Emilia... Que de verdad te merezca, por que no tienes idea de cuánto vales como mujer... — me miró de pies a cabeza — Eres un amor, y una chingona como persona. ¿De acuerdo?. Algo que ningún cualquiera, puede tener. — besó mi frente. 

— Y lo que acabamos de hacer, ¿Qué?. — pregunté. 

— Bueno. Yo lo guardaré como el mejor, y más especial recuerdo que tenga de ti. — sonrió — Gracias por darme una oportunidad. Pero ya te lo dije, quiero que seas feliz. — acarició mi mejilla.

— Gracias, Miguel. — lo abracé — Gracias.

Los dos nos quedamos profundamente dormidos en la cama, disfrutando la compañía uno del otro. Pero un par de horas después, se despidió oficialmente de mi, y ambos deseándonos lo mejor y suerte a cada uno. 

Miguel tenía razón. En mi mente aún seguía Alfredo, y odiaba admitirlo. Por que estaba segura que él ya estaba avanzado sobre el tema de nosotros. Y qué más que claro, que con lo que escuché hace unas semanas en su casa.

Claro que encontraré a alguien que me merezca. Yo sé que lo haré.



Y ya nos vamos despidiendo de Más que Amigos, chiquesites!!!

Más que Amigos - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora