NUEVE

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El momento había llegado.

Abracé fuertemente a mis padres. Sinceramente quería quedarme más tiempo, pero tenía pendientes en mis negocios allá en Culiacán.

- ¿Volverás pronto?. - preguntó mi madre, tomando suavemente mi mejilla.

Amaba que hiciera eso.

- No lo sé. Prometo que haré lo posible por venir seguido. - sonreí.

Ella asintió. Podía ver que sus ojos comenzaban a cristalizarse. Mi papá lo notó y la abrazó. Y mi instinto también me hizo abrazarlos.

Vocearon mi vuelo por todo el aeropuerto y me separé de ellos.

- Ya me voy. - solté.

Asintieron y ambos me dieron la bendición antes de irme. Por último les di un beso y me fui retirando.

...

Abrí la puerta de mi departamento, la música se hizo más fuerte y el olor a comida se hizo presente. Caminé hasta llegar a la cocina, y vi a Alfredo acomodando unos filetes en un plato. 

Awww, siempre tan atento.

- ¡Llegué bebecito!. - exclamé abriendo mis brazos.

Volteó a verme y sonrió. Dejó los filetes a un lado y se acercó abrazarme.

- Chaparra. Me hubieras dicho que ya habías llegado. - me soltó - Hubiera mandado por ti.

- Nombre, así está bien. El chiste era llegar.

- Pues eso sí. - suspiró - ¿Quieres cenar?. Hice salmón. - sonrió.

- Mmm, sí. Huele deli. - sobé mi estomago - Aun que no hace mucho que comí con mis papás. Eh. - lo miré - Pero te acepto un pedacito.

- Eso fue como a las cuatro o cinco. - miró su reloj - Ya son las nueve.

- Un pedacito, dije.

Rio y asintió. - Está bien. 

...

Las semanas pasaron. Y para mi, habían sido semanas tan difíciles, en cuestión de trabajo. Todo se estaba saliendo de control en algunas de las boutiques que tenía. Había mucho faltante, o se robaban algunas prendas. Y rematando, algunas de las chicas que contrataba se iban a las dos semanas. Por lo pronto nada era estable. 

Esto provocaba mucho estrés en mi, y eso significaba que, todo el tiempo estuviera de malas o muy sensible. Siempre había sido una persona muy nerviosa, entonces también los nervios eran muy presentes, realmente me enferma estar nerviosa, pues eso le sumaba que tuviera nauseas y nada de apetito. Algún día de estos me dará una embolia, o algo.

Justo ahora, me encontraba en la pequeña oficina que tenía en la boutique que estaba en Tres Ríos, estaba checando la contabilidad y dejando fuera lo anterior, todo parecía marchar bien.

Desvié mi mirada al escuchar que estaba sonando mi celular. 

- Que onda enano. - dije sin mirar la pantalla.

- Soy yo. - dijo Alf.

Volteé y efectivamente, era Alfredo.

- ¿Por que traes el celular de Archivaldo?. 

- Es que andamos acá en el fanchon drais, ay no. Bien a gusto y todo. - habló Alf, imitando a la señora.

Me tiré a reír. 

- Yaaa. - dije tratando de parar mi risa -  ¿Qué pasó, guapo?.

- Ay Emi. Me sonrojas basta. - dijo tapándose la boca.

- Me decía a mi. - se atravesó Iván.

- Era bromita, jejeje - reí - Pero yaa, que fue o qué.

- Pues, para decirte que vamos a ir a tomateros al rato. - dijo Alf.

- Me estás preguntando, o avisando. - cuestioné.

- Avisando, chaparra. Paso por ti a las 6:30.

- Oki, te veo en...  - miré la hora en mi celular - tres horas. - reí.

- Ya estás. Cuídate. - dijo.

- Si, si, si. Igual tú. - respondí y colgué.

 Salí de la oficina y llegué con la chica que atendía en recepción.

- ¿Ya quedó?. - preguntó.

- Sip, ya quedó. - me puse mis lentes - Ya sabes. Si pasa algo, me mandas mensaje. Cualquier cosa.

- Si, Emi. Yo te aviso. - sonrió.

Le devolví el gesto y salí hacia mi auto. 

Por el otro lado de la calle, vi a un señor que llevaba un carrito con una vaporera grande. Arriba en el toldo que traía estaba un cartel que decía "Ricos elotes preparados". Se me hizo agua la boca.

Bueno. Uno al año no hace daño.

Crucé la calle llegando a él. 

- Buenas tarde, güera. - me miró - Cómo va a querer su elote, ¿Entero o en vaso?.

Híjole. 

- En vaso por favor.

- Enseguida se lo damos.

No dejaba de ver como el señor le untaba los ingredientes, eso hacía que me saboreara con más ansias mi elote. Luego de algunos segundos eternos, me entregó mi bendito elote, no me esperé y lo empecé a comer. Devolví mi camino hacia mi coche, pero ahora cerca de él, estaba un puesto de chucherías. 

Uuyy, bueno. Pero que tanto es tantito.

 También me acerqué y pedí algunas papitas con salsas y un raspado de vainilla, mi favorito. Ahora ya no podía con nada en la mano, pero aún así me devolví como pude y entré al coche. 

Algunas horas más tarde, después de haber disfrutado mi delicioso manjar. Llegué a mi depa algo fastidiada, y nada más por eso no le cancelaba a Jesús la ida al estadio. Sólo me cambié por algo más cómodo y deportivo, para andar acorde a la ocasión, ¿Verdad?.

Más que Amigos - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora