TREINTA Y SEIS

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Cerré mis ojos, calmando mi respiración. Verifiqué estar en lo correcto. Desafortunadamente así era.

Quería llorar.

Las lágrimas empezaron a salir por sí solas. ¿Había hecho algo mal?.

Yo consideraba a Irina como una amiga. Si ella me hubiera dicho ese día, que quería intentar algo con Alfredo, yo me hubiese apartado. Como siempre lo hice. 

Cuando había pasado todo esto. En que moment... 

El regalo en la boutique.

— ¡Eres una pendeja, Emilia!. — susurré. 

Me asomé en el corral, comprobando que aún seguía durmiendo. Y aunque estuviera chiquito, y no entendería lo que estaba pasando. No quería que me viera así. Caminé hasta sentarme en una de los bancos de la encimera. Conforme pasaban los minutos, mis lágrimas y sentimientos de iban deteniendo.

Era definitivo. No quería estar más aquí.

Llegué a la puerta, y la abrí en busca de Ramón.

— ¡Ramón!. — lo llamé — ¿Podrías llevarme a mi departamento?.

— Claro, Emilia. — asintió — Ahorita alistamos las camionetas, para irnos. 

— Si, sólo necesito otro favor. — sorbí mi nariz, evitándole la mirada,

— Perdón por entrometerme, pero ¿Todo bien?. — preguntó.

Seguramente ya lo había notado.

— Sí, sí. — le di una sonrisa forzada — Todo perfecto. Me llevaré el colecho y algunas otras cosas del bebé. Además de la ropa. Necesito ayuda para bajarlos. Yo te aviso cuando esté listo. ¿Sí?. 

— ¿El patrón está enterado?. 

Asentí.

— Sí, él ya lo sabe. — mentí — Subes a la habitación de Alfredo en unos, quince minutos. 

— De acuerdo.

Tomé a Landito, cuidando que no se despertara y subí a la habitación.

Metí la mayor parte de la ropa en una maleta grande, mientras que en otra metí pañales, y lo que utilizaba para darle de comer. 

Antes de venirme a vivir con Alfredo, había tomado la decisión de dejar parte de mi ropa en mi departamento, sólo irla cambiando como se me fueran acabando las ideas o lo necesitara. Por lo que ropa, zapatos, accesorios etcétera; no ocuparon mucho en realidad.

Ramón me ayudó a subir todo a una camioneta de caja. Y en menos de lo que pensé, ya me encontraba en mi departamento. Algunos de los muchachos me ayudaron acomodar las cosas, o bueno, sólo lo más necesario. Ramón dejó a cuatro de ellos, ya que él estaba al cuidado de la casa. Y aunque por más que se lo pedí que no era necesario. Eran las órdenes de Alfredo.

Aprovechando les pedí de favor que fueran por comida para mi y para ellos, también que surtieran la despensa,  y otras cosas más, meramente lo que necesitaba para Alejandro, ya que como lo había dicho, no me pude traer muchas cosas.

...

¿Sí?. — contesté.

Chula, ¿Estás bien?. Vine a buscarte, pero me dijeron que no estabas. Que te habías ido. ¿Todo bien?. — Escuché a Miguel del otro lado. 

Si, Miki. Todo bien. — suspiré — Sólo que, volví a mi departamento. Nada más. — di una risita.

Oh. Bueno, yo venía a invitarte a salir. O si necesitabas compañía. No sé. 

Inconscientemente sonreí.

Te soy sincera... La verdad sí. Peroo... Entiendo si te vas a ocupar. No importa, de verdad lo entiendo. 

— Noo. Mira, si quieres. Pásame la dirección por mensaje. Y yo voy para allá. ¿Sí?. — explicó. 

— Gracias, Miguel. Nos vemos. 

Justo al mandarle la dirección, llegaron los muchachos. Les expliqué quién vendría para que lo dejaran pasar, y que también que podían descansar para que pudieran comer.

Cuando llegó Miguel, lo primero que hicimos fue comer. Pues me confesó que era parte de su plan para hoy, entonces, sentí que se lo debía de hoy y la vez pasada. Luego me ayudó a acomodar todas las cosas de Alejandro en mi habitación, desde el colecho, cambiador y ropa; hasta lo que iba en la bañera.

Esperó a que terminara de bañar a Landito, y me pidió de favor, si él podía darle su bibi. Y para mi sorpresa, Alejandro cayó dormido a los pocos minutos. Lo dejé dentro del colecho, colocando almohadas del lado abierto.

 Salimos de la habitación sin hacer ruido, y nos sentamos algo agotados en la sala, o por lo menos yo si estaba algo cansada.

— Ahora si, me vas a contar que pasa. — habló, robando mi atención — Te veo muy triste, chula.

— ¿De verdad quieres saberlo?. — pregunté tímida.

Ladeó su cabeza con una mirada enternecida. 

— Habla. Te escucho.

Sentía que era egoísta de mi parte contarle esto; cuando presentía que Miguel quería algo más que una amistad conmigo. Pero necesitaba hacerlo, y le agradecía mucho que me pudiera escuchar. 

No me imaginaba, poder contárselo a Alejandrina o Grisel. Mucho menos a Joaquín, Ovidio o Iván. 

...

— Emilia... Chula. Date cuenta que él no te merece. — dijo limpiando una lágrima de mi mejilla — Eres tan perfecta y no te das cuenta... Somos muchos hombres, que moriríamos por estar contigo. Por estar en el lugar de Alfredo. 

— ¿Tú?. — pregunté. 

Asintió.

— No entiendo porqué no te has dado cuenta. — soltó. 

Bajó su mirada de mis ojos, a mis labios. Sentía la necesidad de hacerlo.

Junté sus labios con los míos, disfrutando los movimientos de sus labios, y los roses de nuestras lenguas. Con la profundidad del beso, fui recostándome sobre el sillón, y él siguiéndome sin cortar el beso.

Tal vez era por despecho, odiaba admitirlo. Pero mi instinto me pedía más, aún sabiendo que no era él. 

— Emilia. ¿Dónde carajos está mi hijo?.



Ahora si, el último por hoy jsjsjsjs

Más que Amigos - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora