CUARENTA Y CINCO

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— A ver... Ahí va. — dijo la pediatra. 

Alfredo volteó su rostro con los ojos cerrados. 

Pronto el llanto de Landito, retumbó en todo el consultorio.

— Ya, ya, ya... — puso un curita donde anteriormente lo había vacunado — Ahí va la otra.

— ¿Otra?. — preguntó Jesús con asombro. 

Asentí. — Sii, son tres. — respondí.

— ¿Tres?. — volvió a preguntar — Ay, no. Pobre de mi criatura. 

De nuevo mi hijo había pegado el grito en el cielo.

— Pero pendejo yo, que accedí a que lo vacunaran. — dijo con los ojos cerrados.

— Pero todo sea por su bien. — dije dándonos ánimo, mientras yo me mordía las uñas. 

— La última. — anunció la pediatra. 

Alfredo volvió a cerrar los ojos, al escuchar de nuevo a Landito. Hasta parecía que se las estaban poniendo a él.

— ¡Listoo!. Que valiente eres, Alejandro. — dijo poniéndole una estrellita en la frente. 

Pero el papá no. Pensé.

— Y, ¿Cuándo será la próxima vacuna?. — pregunté, viendo a Jesús vistiendo de nuevo a Landito. 

 — ¿Próxima?. — volteó Alfredo con los ojos bien abiertos.

Asentí sin responderle. 

— Después de los doce meses preferentemente, Emilia... Recuerda, que tal vez pueda tener malestares, y podría estar muy inquieto, Pero... — explicó.

— Son completamente normales. — dije recordando sus palabras

— Exactamente. — sonrió — Bueno, sería todo por hoy. ¿Hay algo más en lo que los pueda ayudar?.

Negué. — No, todo perfecto. Gracias Marie. — me despedí. 

— Buenas tardes. — Alf le dio la mano. 

— Buenas tardes. Hasta pronto. Que tengan una linda tarde. 

— Gracias, igualmente. — dijimos Alfredo y yo, al unisonó.  

Los tres salimos del consultorio y yo pensaba que nos iríamos a mi departamento, pero Alfredo tenía otros planes. 

En el camino me preguntó, si podíamos ir a uno de los restaurantes de don Joaquín. Y pude haber puesto cualquier excusa para mejor ir a casa, pero la verdad es que si tenía hambre, y mucha. Así que cuando menos lo pensé, ya estábamos comiendo.

— Tenía mucho que no salíamos a comer así. — dijo viéndome mientras sonreía. 

— Siii. — dije asintiendo — Desde antes que naciera Landito. 

— Siempre lo habíamos hecho así. Desde hace veinticuatro años. — suspiró con nostalgia. — — Cómo ha pasado el tiempo tan rápido.

—Demasiado rápido. Diría yo. — agregué.

—  ¿Qué vamos hacer en nuestro aniversario?. — preguntó de la nada. Y yo volteé a verlo incrédula — ¡Acuérdate!, es el 10 de septiembre. El próximo jueves. 

Claro que lo recordaba. Pero no estaba tan segura de "Celebrar", algo que ya no era, y estaba  como antes.

— Lo sé, pero... ¿Qué es lo que vamos a celebrar?. — empecé a ponerme nerviosa por lo que iba a decir. Pero era la verdad — Si tu y yo, no somos... Nada... Ni amigos, Jesús. Te lo dije cuando fuiste a mi casa. 

— Emilia... — dijo apagando la voz. 

Negué.

— ¿Podemos irnos?. — pregunté evadiendo el tema — A Landito no tarda en hacerle efecto la vacuna, y quisiera estar en casa para darle un baño, si le da temperatura.

Asintió rendido.

Me dijo que me adelantara con el bebé, mientras él pagaba la cuenta e iba a revisar algunas cosas del restaurante. No tardó mucho en salir, e irnos. Pero el camino hacia al departamento fue eterno, debido al silencio por la "pequeña discusión" anterior; aunque el camino fuera el mismo de siempre.

...

— ¡Listo, campeón!

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— ¡Listo, campeón!. Quedaste como nuevo. — Alf sacó a Landito de la bañera, enrollándolo en una toalla.

— Y si le bajó la temperatura. — dije tocando su frente — ¿Puedes vestirlo en lo que yo preparo su bibi?. — asintió — No tardo. 

Fui hasta el comedor, dónde normalmente tenía la pañalera de Alejandro. Y agradecida estaba por haberle hecho caso a Irene, sobre los biberones que guardaban el agua y la fórmula, para estar listos en cualquier momento. La verdad me sacaban de unos apuros.

— Listo. — dije entrando a la habitación — Deja se lo doy, ya para que se duerma. 

— Si quieres yo lo hago.  Yo lo cuido en lo que tu te vas a bañar. — se ofreció — Dijiste que querías bañarte. Ve.

— ¿De verdad?. — pregunté — ¿Crees que puedas dormirlo?.

— Emilia... Soy su papá. Claro que puedo. — me miró — Anda... Ve a bañarte, en lo que yo estoy aquí 

— Gracias. — le sonreí.

Salí de la nueva y recién habitación de Landito, para meterme a la mía.

Traté de darme prisa lo más posible, pero el tiempo parecía que volaba. Tendí mi pijama y toallas en la cama, para luego buscar calcetines en uno de los cajones del buró. 

Tres toquidos suaves en mi puerta se escucharon en la habitación.

— Pasa. — dije sin voltear a ver — ¿Ya se durmió?.

— Te dije que podría. — escuché su ronca risa — Cayó rendido luego, luego.

— Mis respetos, entonces... — dije con una pizca de burla.

— Eh, todavía no entras, ¿Verdad?. — dijo Alfredo detrás mío. 

— No. Todavía, no. — di una risita — Pero ya casi entro, ¿Si?. Lo haré rápido. — sólo giré mi cabeza para verlo y darle una sonrisa, pero a los pocos segundos, de nuevo volví en lo que estaba. 

Sentí que dio unos cuantos pasos, y si mal no miento, estaba muy cerca mío.

— Emilia, ¿Podemos hablar de lo que discutimos hoy en el restaurante?. Por favor.  — dijo en un tono de súplica.

Dejé lo que estaba haciendo, aún sin voltear a verlo.

— Alf... — hablé a manera de reproche.

— Volvámoslo a intentar, Emilia... 



Uno por hoy 🫶

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