SIETE

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Acomodé el gorro en mi cabeza, de mi hoodie. Volví a ver la hora 04:36, justo a tiempo. Puse mis maletas frente a la puerta, y me regresé a la cama para despedirme de Alf. Iba a despertarlo, pero vi que estaba sentado en la orilla de la cama, poniéndose sus pantuflas. Aún tenía los ojos medio cerrados.

- ¿Ya te vas?. - preguntó bostezando.

- Sipi. Todavía tengo que hacer check in. - suspiré parándome enfrente de él.

Se puso de pie y me abrazó, besándome la cien.

- Cuídate, ¿Sí? - asentí - Y me mandas mensaje cuando ya estés con tus papás.

- Siii. - reí - Anda, vuelve a dormir. - dije separándome de él.

- No. Deja te acompaño.

- No es necesario. 

- Te acompaño, dije. - tomó sus lentes y mis maletas.

En cuestión de pocos minutos, ya estábamos abajo. Subimos las maletas a la camioneta y vos volvimos a despedir, dándonos un cálido abrazo.

- Te veo en Culiacán. - dijo separándose.

- Sipi. 

Me subí a la camioneta, no sin antes decirle a Alfredo adiós con la mano.

Después del check in, por fin abordé. Y yo bien feliz, por que ésta vez me había tocado ventana. A pesar de ser Cancún un sitio muy turístico, no había mucha gente formada para abordar, y le rogaba a Dios que no le tocara a nadie sentarse conmigo, más que nada por comodidad.

Estaba distraía viendo por la ventana, a las últimas personas subir. De pronto escuché a lado mío.

- B11, Éste es el once, ¿Cierto?. - escuché a alguien.

Dios, sólo te pedí una cosa.

Di una sonrisa, tratando de verme amable.

- Si, claro. El mío es A11. 

- Gracias, compañera de viaje.

Hice mi sonrisa más larga. Y me volví a voltear.

Minutos después, se escucharon las mismas indicaciones de siempre. Y después, despegamos con dirección a Zapopan. 

Teníamos alguna hora y media en el aire, yo traía puestos mis audífonos mientras escuchaba algo de música. Desde que salimos, deseaba haberme quedado de nuevo dormida para que se hiciera más corto el viaje, pero nada.

- Disculpa. - dijeron por lo poco que alcancé a escuchar, tocando mi mano.

Quité uno de mis audífonos, y lo miré. 

- ¿Sí?.

- Hola, me llamo Víctor. - habló sonriente. 

Okay, Emilia. Tienes que ser amable, él lo está siendo contigo. Tú también.

- Hola, Víctor. Yo me llamo Emilia. - le sonreí.

- Bonito nombre. - dijo sin quitar su sonrisa.

- Gracias... ¿Igual?.

Rio.- Y... A que vas a Jalisco, o ¿Eres de Cancún?.

- Ehh, no. De hecho soy de Zapopan, pero vivo en Culiacán. - expliqué - Sólo vine con unos amigos a Cancún.

El sólo asintió. 

Ahora debía yo de preguntarle.

- Y tú. ¿Tú si eres de Cancún?. - pregunté.

- No. Yo también soy de Zapopan. Pero, también fui a Cancún. Era trabajo. - dijo.

Yo asentí entendiendo, de igual manera. Y lo que restó del viaje, estuvimos platicando que a decir verdad, no estuvo mal. Él me empezó a contar un poco de lo que era su vida y así, y yo de la mía. Obviamente omitiendo algunas cosas por la seguridad de todos, pero sólo lo más básico.

Cuando aterrizamos y ya habíamos tenido nuestras maletas, Víctor esperó a que llegara mi Uber por mi y me fuera. Realmente me cayó tan bien, que intercambiamos números de celular. Finalmente me despedí de él cuando mi transporte llegó, y me llevó a mi antigua casa.

...

Les pedí a los de seguridad que no dijeran nada sobre que había llegado. Pues tampoco les había contado nada a mis papás y quería que fuera sorpresa.

Abrí la puerta, y ya se escuchaba y veía algo de movimiento. Probablemente los dos aún estaban en casa. Dejé las maletas en la puerta y caminé hacia el comedor. Me detuve contemplando y los recuerdos de cuando aún vivía aquí, volvieron a mi. 

Al ver que mi papá se tapaba con el periódico abierto y mi madre viéndose al espejo, asegurándose de estar perfecta.

- Hola, buenos días. - dije.

La mirada de ambos de dirigieron a mi. Mi felicidad se disparó, sacándome una sonrisa.

- ¡Emilia!. - exclamó mi madre.

- Hija, por que no avisaste que vendrías. - dijo mi papá, poniéndose de pie.

Al sentir los brazos de mi mamá abrazándome, y el beso que me dio papá en la cabeza. Me hizo darme cuenta de lo tanto que los había extrañado. 

- Pero siéntate mi niña. ¿Tienes hambre?, ¿Ya desayunaste?. - hablo rápido mi mamá.

Yo sólo reí y negué.

- Ven, siéntate con nosotros. - dijo papá. Y ambos me llevaron de la mano, hasta la mesa.

- Dora. ¿Puedes traer un plato más, por favor?. - hablo mamá.

- Si, señora. Enseguida se lo traigo. - habló la señorita que le ayudaba a mi mamá en casa.

Yo solo le sonreí amablemente.

Más que Amigos - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora