CUARENTA Y OCHO - EPÍLOGO

3.8K 241 32
                                    

— Y bien mis, amores. ¿Cómo les fue en su primer día de clases?. — preguntó Emilia a sus dos hijos, mientras se acomodaba en la silla para poder comer. 

— A mi muy bien, mami. — respondió el mayor de los Guzmán Palencia — Mis amigos y yo jugamos básquet contra los niños grandes de tercero, y les ganamos. — contó emocionado.

— Es todo, campeón. — le dijo Alfredo a su primogénito, chocando puño con él. — Todo un Guzmán, chinga'o. 

— Y tú, amor. — preguntó Emilia a su hija de tan sólo cinco años — ¿Hiciste amiguitos en tu nuevo kínder?.

Zoé era el mismo retrato que su madre, de hecho siendo tan pequeña, había desarrollado algunos de los tics y muletillas que utilizaba su progenitora. Incluso, había heredado la timidez y el corazón de pollo de Emilia, como lo decía Alfredo.

Las tres miradas se dirigieron a la pequeña de la casa. Quién se puso algo nerviosa ante esta acción de sus padres y hermano. 

— Pues, sólo hice uno, pero al final si nos hicimos muy buenos amigos. — dijo con una sonrisita  — Fue el único que se acercó a hablarme, de mis demás compañeros. Todos me veían raro. — respondió con timidez. 

Alfredo y Emilia se voltearon a ver sorprendidos, al final regalándose una sonrisa.

— Cuidado con que el chamaco miado ese, te quiera llevar a Cancún algún día. — Alfredo le dijo a su pequeña, un tanto "celoso".

Emilia lo codeó, pidiéndole compostura. — Amor. 

— ¿Qué?. Mi niña, siempre va a ser mi bebé. — chistó — Hasta crees que no nos conocemos entre hombres. 

— ¿Por qué a Cancún, papá?. — preguntó Landito. 

— Ehh. — Emilia no sabía que responder. 

— Pues digamos que... — carraspeó su garganta — Bueno, supongamos que no todos los bebés vienen de París. Por ejemplo, tú vienes de Cancún. 

— ¡Jesús!. — reprochó Emilia. 

— Pero no te preocupes, princesa. Yo, tu hermano Jesús, y tus hermanitos, siempre te vamos a cuidar, ¿Okay?. — dijo tocando el vientre abultado de Emilia. 

— Si, papi. — la pequeña Zoé le regaló una sonrisa a su papá. 

Misma que siempre lo dejaba embobado. 

— Te amo. — dijo viendo a su pequeña. 

...

Emilia salió del baño de su habitación, apagando las luces que quedaban prendidas en ella. 

Algo cansada se metió entre las sábanas y cobijas que estaban tendidas en la cama que compartía con Alfredo. Se dio la media vuelta sobre su mismo lugar, dejando ver completamente a su esposo. Ella pasó su brazo, por encima de su pecho rodeándolo; dándole una especie de abrazo, mientras lo observaba con detenimiento.

Él por su parte no lo dudó, y también la abrazó, depositándole un beso en la cien de Emilia. Todo esto lo hizo, sin quitar su vista de algún cierto punto de la habitación.

— ¿En que tanto piensas?. — le preguntó Emilia, mientras pasaba sus dedos sobre la creciente barba de Alfredo. 

— Nada, chaparrita. — dijo de lo más tranquilo.

— Sí, claro. No por nada te vas en viaje astral... Anda, ¿Qué pasa?. ¿Es tu trabajo?.

Dio una pequeña risa. Podría decirse que hasta con ternura.

— Tal vez suene tonto, pero... — sonrió — Me quedé pensando en lo que dijo esta tarde mi princesa. 

— ¿De su compañero?. — preguntó y él asintió — ¿Celoso, Guzmán?.

— Sí. Pero ese no es el tema. — rio — Pienso que... Tal vez, y sólo tal vez... Quizás se repita la misma historia. 

— ¿Cómo la de nosotros?.

Asintió sonriendo. — Si... Cómo nosotros. 

— Alguna vez, te imaginaste que podíamos estar así. Siendo más que amigos. — preguntó mirándolo. 

— N'ombre, chaparra. — hizo un ademán con su mano — Si supieras todo lo que me imaginaba contigo. 

— Heeey. — dio un golpe gentil en el pecho de Alfredo — Sin ser tan explícito. 

— No, pero ya hablando enserio. — la miró — Aunque no me lo creas, si me lo imaginaba. Pero me agüitaba pensando en que jamás pensé que se volvería realidad. 

— Y míranos ahora, aquí estamos... Juntitos. — agregó acurrucándose a él — Con nuestros dos retoñitos. Y en espera de otros dos. 

— Te amo, chaparra. — dijo besando los labios de su esposa — Eres mía desde aquél martes, diez de septiembre del noventa y uno. 

— Y tu mío. — dio una leve risita.

— Todito, tuyo. 

Ambos suspiraron algo nostálgicos al recordar aquellos viejos tiempos, dónde se habían conocido, hasta el día de hoy.

— Oye. — soltó Emilia. 

— Mande, chaparrita. 

— Y... ¿Si me explicas con peras y manzanas lo que me querías hacer, cuando nos imaginabas juntos?. — dijo con una sonrisa coqueta. 

Alfredo volteó a verla, y empezó a negar divertido.

— Me encanta cuando estás embarazada, porqué te pones cómo... íjole... — dijo, mientras ella se ponía a horcajadas de él — Qué bendición.

— Y tu que sufres tanto. — dijo entre risas.

— Ya sabes que estoy para complacerte, mi reina. — la besó — ¿Ya te dije que te amo?.

Emilia asintió, regalándole una sonrisa tierna. Y lo besó



FIN...

Más que Amigos - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora