Esa noche soñó que era la serpiente que atacaba al padre de Ron, salvándole así la vida. Pero su alivio no tardó mucho. Los gemelos le ayudaron a escuchar a escondidas una reunión secreta de la Orden, y terminó oyendo a Ojoloco poner sobre la mesa la teoría de que Voldemort lo estaba poseyendo. Se sacó la oreja extensible de la suya; el corazón le latía muy deprisa y le ardía la cara. Todos lo observaban con un aspecto muy asustado, pero cuando vio a Hermione a los ojos, el estómago le dio un vuelco espantoso. Sabía lo que ella estaba pensando. De repente parecía que la posibilidad de que él hubiera asesinado a Cedric no era tan descabellada para ella.
Entonces le sobrevinieron las arcadas, terribles y violentas. Se tapó la boca con ambas manos y echó a correr hacia el baño, que desgraciadamente quedaba en el otro extremo de la casa, pero por fortuna los que estaban en la reunión no escucharían nada. Los demás corrieron tras él. Harry llegó dando tumbos al baño, se tiró al suelo junto al sanitario con tanta fuerza que de seguro le saldrían moretones en las rodillas, y empezó a vomitar como nunca lo había hecho.
—¡Harry! —exclamó Hermione a punto de llorar, y se intentó meter en el baño pero una explosión de magia sin varita de Harry le cerró la puerta en las narices—. ¡Harry, por favor escúchame! ¡Por última vez, no fuiste tú! ¡Eres inocente! ¡HARRY!
—¡Hermione, basta! ¡Nos van a oír! —murmuró Ron, cubriéndole la boca. Hermione protestó y forcejeó.
—Descuida, hermanito. Hay formas más efectivas para que no te oigan gritar: sólo para mayores, claro —trató de bromear Fred, pero estaba demasiado pálido—. ¡Muffliato!
—Encantamiento silenciador —aclaró George—. Bien pensado, compañero.
Ron soltó a Hermione y ella instantáneamente sacó su varita y apuntó a la puerta.
—¡Alohomora! ¡Alohomora! ¡¿Por qué no funciona?! ¡Harry, contrólate! ¡Te harás daño! —suplicó ya llorando.
—Hermione, ¿a qué demonios te referías con eso de “no fuiste tú”? ¿Qué es lo que pasa con Harry? —preguntó Ron desesperado.
—¡No lo entenderías! ¡No puedo decirlo! ¡Él me lo confió!
—¿En serio no nos lo vas a decir? ¡Hermione, no es momento para tu exasperante secretismo!—No te atrevas, Hermione… —oyeron decir débilmente a Harry, y la puerta del baño se abrió por fin. Estaba medio recostado contra la pared, más pálido que nunca, con la mirada perdida, temblando, sudando frío y sangrando por la nariz.
—¡Oh, Harry! —se metió apresuradamente en el baño, jaló la cadena y se arrodilló junto a Harry para abrazarlo.
—L-Lo hice, Hermione. Ahora no queda la menor duda.
—¿Hiciste… qué? —preguntó Ron, cada vez más asustado.
—Él… me poseyó para matar a Cedric.
—¡Okey, okey! —interrumpió George con una sonrisa nerviosa—. Dos cosas. Primera, esa es la mentira más grande que ha existido jamás, y créeme que sabemos mucho de mentiras. Segunda, no pienso discutir esto en un baño de todos los lugares.
Y así, los obligó a ir hacia el cuarto de Ron, no olvidando levantar el hechizo silenciador. Media hora después, Harry seguía convencido de que lo había hecho, pese a todos los argumentos sólidos que le habían dado entre los cuatro. Llegó la madrugada y él aún daba vueltas en la cama sin poder conciliar ni una pizca de sueño. De la nada pensó en que a esa hora solía regresar a la cama en Hogwarts después de sus castigos con Umbridge, y se miró la cicatriz en el dorso de la mano que rezaba a la luz de la luna “no debo decir mentiras”.
Se moría por sentir su piel abrirse mientras escribía con aquella pluma negra. Se podía decir que lo extrañaba, casi tanto como se extrañaba a sí mismo. Ahogó un grito de frustración. Estaba en vacaciones. Aunque se metiera en problemas para conseguir un castigo a propósito, no podía sino esperar al regreso a clases. Su necesidad de infligirse dolor era insoportable. Parecía que toda su sangre se estuviera acumulando en sus venas, aguardando que las cortara para poder salir.
Nunca lo había hecho y tenía miedo, pero el miedo de pasar una noche más sin tener lo que en su criterio merecía lo superó. Así que salió del cuarto muy callado y se dirigió al baño a hurtadillas con lo único que se le ocurrió: la pequeña navaja que Sirius le había regalado hacía dos navidades, que podía abrir cualquier cerradura.
Se encerró y se miró al espejo. La imagen que éste lo devolvió era alarmantemente similar a la del recuerdo de Tom Ryddle en su segundo año. Estaba a meses de tener la misma edad que él tenía cuando mató a su primera víctima, y saber que él se le había “adelantado” dos años al matar por primera vez lo hizo odiarse a sí mismo. Ahora estaba convencido de que era igual o incluso peor que Voldemort, de modo que se recitó mentalmente las cosas más horribles que una persona se puede decir a sí misma, empezando a llorar.Ni siquiera pensó en la forma más segura de hacerlo porque le tenía sin cuidado: sólo lo hizo. Se puso la navaja en las venas de la mano derecha que tenía inscrita la frase de “no debo decir mentiras “ y cortó.
La sangre comenzó a fluir y él la miró con fascinación. Era increíble cómo el dolor en su pecho se atenuaba porque había otro mayor en el qué concentrarse. Lo hizo dos veces más y se detuvo, pero no detuvo la hemorragia sino hasta que se sintió mareado y torpe. Sabía que no podía quitarse la vida porque Sirius pensaría que era su culpa. Lo quería demasiado para eso.
Así que con tres cicatrices más y con la sensación de vergüenza y culpa de una primera vez, Harry limpió todo y se fue a dormir.
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Todos los caminos llevan a Malfoy - Drarry
FanfictionMientras Harry Potter camina hacia su muerte en el Bosque Prohibido, su vida pasa frente a sus ojos, y se percata de ciertas cosas muy... interesantes. Éste es un viaje de autodescubrimiento y evolución emocional, que el famoso chico mago recorre ju...