Año 5: apasionado de la defensa

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Había nueva maestra en Hogwarts. Se le asignó Defensa contra las Artes Oscuras y su nombre era Dolores Umbridge. Resultaba ser la misma mujer que habló en su contra durante el juicio y trabajaba para el Ministro de Magia. Su presencia y su forma tan rosa de ser generaban algo muy inquietante en las entrañas de Harry. Sentía que la mujer lo miraba mucho más de lo normal, como si viera a través de él como Luna, pero de una manera más extraña. Sentía que la mujer ocultaba algo, porque a pesar de su exageradamente colorido vestuario y su cuerpo rechoncho y su tono de voz estridente, no se sentía capaz de subestimarla.

El primer día de clases les correspondía no una, sino dos horas con ella, y para colmo las primeras y compartiendo con los Slytherin. Era una mañana helada, algo lluviosa, semejante a la mañana de su juicio hacia semanas. Harry aún no quería mirarle la cara a Seamus Finnigan por la discusión que tuvieron la noche anterior, ni a nadie en particular por la opinión que sabía que tenían de él, así que se mantuvo con la cabeza gacha en su puesto, contemplando sus propias manos y deseando “elevarse” en mitad de la clase, pero recordando que no tenía pastillas.

Todos habían llegado al salón más temprano que de costumbre para no tener problemas con la nueva profesora, pero ella aún no había llegado. Entonces a Parvati (la que fuera pareja de Harry en el baile de Navidad) se le ocurrió la gran idea de hacer un pájaro de papel y mandarlo a volar con su varita por todo el salón. Esto se prestó a un momento de juego por parte de los alumnos, hasta que en un momento y de la nada el pájaro se calcinó en el aire por magia. Umbridge había llegado.

Las cosas no tardaron en ponerse feas. Tan sólo los primeros minutos de clase, la maestra les introdujo un método de teoría sin práctica, retrógrado e inútil, que no tardó en despertar críticas. Y aunque Harry se había jurado a sí mismo en cuanto amaneció que no hablaría en todo el día a menos que se lo pidieran porque era consciente de tener sus emociones exaltadas desde la noche anterior, no pudo quedarse callado por mucho tiempo. Odió que justamente después de haber visto con sus propios ojos el regreso de Voldemort, se dieran varios pasos hacia atrás en algo tan importante como la educación para defenderse, cuando debía ser todo lo contrario. Sabía que no podía esperarse más de alguien que trabajaba para Fudge: ya lo había visto en el juicio con Percy. Pero había una guerra gestándose afuera y ellos se verían obligados a estudiar una magia infantil y sin oportunidad contra siquiera una de las tres maldiciones imperdonables que él ya había sufrido.

—¿Y de qué nos serviría esto? Si nos atacan sería un gran riesgo —habló con la voz ronca por no haberla usado casi.

—Deben levantar la mano para hablar en mi clase —dijo Umbridge en un tono tajante y dándole la espalda un instante, antes de volverse a la clase y continuar—. En la opinión del ministerio, el conocimiento teórico será suficiente para que pasen sus exámenes que, después de todo, es para lo que sirve el colegio.

—¿Y cómo nos preparará para lo que existe en el exterior? —cuestionó Harry en automático, y reprimió el rubor en sus mejillas al sentir la desagradable sensación de que ahora todos lo miraban, sobre todo Malfoy. Y no tenía que ser un genio para adivinar lo que debía estar pensando de él.

—No hay nada en el exterior, querido. ¿Quién te imaginas que atacaría a niños como tú? —preguntó la bruja con una dulzura repulsivamente exagerada, y en un segundo Harry rememoró todas las veces en que lo habían atacado desde que tenía once.

—¡Oh! No lo sé, tal vez… ¿Lord Voldemort? —respondió sarcásticamente en un impulso, y se arrepintió al momento que un silencio abrumador llenó el salón. El ambiente pasó de ser inconforme a gris y malvado, y la luz disminuyó y el frío de la mañana aumentó.
Pero la profesora Umbridge ni pareció inmutarse.

Al contrario, sólo aumentó su sonrisa burlona.

—Les explicaré… claramente… una cosa… —habló caminando en dirección a la mesa de Harry, pero manteniendo sus ojos saltones en los demás—. Les han dicho que cierto mago Tenebroso está al acecho nuevamente. Eso… es… una… mentira.

El resto del mundo desapareció para Harry.

—¡N-No es mentira! ¡Lo he visto! ¡Luché contra él! —soltó con el corazón acelerado.

—¡Está castigado, señor Potter! —sentenció triunfante la profesora Umbridge, pero a Harry ya no le importaba. Sintió su magia salirse de control.

—¡¿Entonces según usted Cedric Diggory murió sólo porque sí?! —dijo temblando de rabia.

—La muerte de Cedric Diggory fue sólo un trágico accidente…

Harry se levantó de golpe, azotando sus palmas contra la mesa, y ni siquiera notó el fuerte tirón de manga que alguien le hacía de advertencia.

—¡Fue homicidio! ¡VOLDEMORT LO HIZO! ¡USTED LO SABE!

—¡BASTA¡ Basta… —espetó de tal forma que sus oídos protestaron, y despacio se volvió a sentar instigado por una mano menuda que tiraba de la suya. Vagamente volvió a ser consciente de su entorno y de los dedos de Hermione fuertemente entrelazados con los suyos.

La profesora Umbridge volvió a su escritorio con una parsimonia exasperante, ajena al horrible silencio, y tomó asiento. Sacó de su bolso un pequeño rollo de pergamino rosa, lo extendió sobre la mesa, mojó la pluma en un tintero y empezó a escribir. Aproximadamente luego de un minuto enrolló el pergamino, que, al recibir un golpe de su varita, quedó sellado a la perfección.

—Señor Potter, haga el favor de acercarse, tomar esto y llevárselo a la profesora Mcgonagall —recitó cansina.

No necesitó que se lo dijeran dos veces. Dando un tirón se soltó del agarre de Hermione, se levantó igual de brusco que antes y apartó su silla de una patada, sintiendo una satisfacción cruda al percibir que varios se estremecieron y dieron un brinco en sus puestos. Llegó a la mesa de la profesora, recibió la nota y empezó a dirigirse hacia la salida. No pretendía siquiera molestarse en mirar a nadie, pero su subconsciente notó de reojo un destello de cabello rubio cerca de la puerta. Miró a Malfoy una milésima de segundo, y lo que vio le hizo olvidar por qué se estaba yendo del salón en primer lugar.

Malfoy no lo miraba con burla, ni siquiera con desdén. Se veía medio tono más pálido de lo normal, y lo más importante, lo veía con una mezcla de preocupación y temor.

Harry salió del aula y cerró tras él con el portazo más fuerte que pudo dar. Regresó minutos más tarde para otra hora y media más de clase.

—Ron, ¿podrías hacer algo por mí? Es importante —escuchó Harry que decía Hermione en voz baja, con un timbre anormalmente sumiso.

—¿Qué cosa? —inquirió Ron con desconcierto.

—Tenemos Historia de la Magia después de aquí, pero por favor dile al maestro que ambos vamos a llegar un poco tarde. Eres libre de inventar cualquier excusa. Necesito hablar con Harry.

—Está bien. Pero no demoren tanto, ¿vale?

Estaba claro que pudo librarse antes de la mano de Hermione, pero no se había de librar de su interrogatorio.

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora