Año 6: ser o no ser: esa es la cuestión

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Harry volvió a Hogwarts poco después de año nuevo, el día de los reyes magos, y fue tan predecible y aburrido que ni siquiera le sorprendió el tener que viajar por chimenea en vez del tren, pero eran nuevas medidas obligatorias de seguridad que ahora todos debían cumplir. Lo único más cercano a una novedad fue cuando Ron dijo la contraseña "baratija" y la señora Gorda les negó la entrada porque según había contraseña nueva (pese a que no tenía sentido que la cambiaran cuando no había nadie), entonces escuchó una voz agitada y grácil gritando su nombre.

-¡Harry!

Hermione corría hacia él. Tenía las mejillas sonrosadas y llevaba puestos la capa, el sombrero y los guantes. Se lanzó a sus brazos como si nada hubiera pasado entre ellos, ignorando la presencia de Ginny y aún más la de Ron. Harry trastabilló un poco por el brío del abrazo, pero se lo devolvió a medias para no parecer grosero.

-H-Hola tú... -saludó con una risita tensa.

-He llegado hace un par de horas. Vengo de visitar a Hagrid y Buck... quiero decir Witherwings -dijo casi sin aliento-. ¿Has pasado unas buenas vacaciones?

-Sí -contestó Ron-, bastante moviditas. Rufus Scrim...

-Tengo una cosa para ti, Harry -añadió Hermione sin mirar a Ron ni dar señales de haberlo oído-. ¡Ah, espera, la contraseña! «¡Abstinencia!»

-Correcto -dijo la Señora Gorda con un hilo de voz, y el retrato se apartó revelando el hueco.

-¿Qué le pasa? -preguntó Harry, más para improvisar tema de conversación que por interés real.

-Serán los excesos navideños -respondió Hermione poniendo los ojos en blanco, y entró en la abarrotada sala común-. Su amiga Violeta y ella se bebieron todo el vino de ese cuadro de monjes borrachos que hay en el pasillo del aula de Encantamientos. En fin... -Rebuscó en su bolsillo y extrajo un rollo de pergamino con la letra de Dumbledore.

-¡Perfecto! -exclamó Harry, y se apresuró a desenrollarlo. Ponía que su próxima clase con el director del colegio sería la noche siguiente-. Tengo muchas
cosas que contarle, y a ti también ahora que recuerdo. Vamos a sentarnos...

Pero en ese momento se oyó un fuerte «¡Ro-Ro!», y Lavender Brown salió a toda velocidad de no se supo dónde y se arrojó a los brazos de Ron. Algunos curiosos se rieron por lo bajo; Hermione soltó una risita cantarina y dijo:

-Allí hay una mesa. ¿Vienes, Ginny? -Harry no supo si sentirse algo aliviado de que ella por fin hubiese notado la existencia de Ginny, o muy nervioso porque por alguna razón no podía hablar de Malfoy delante de Ginny.

-No, gracias, he quedado con Dean -se excusó Ginny, aunque Harry advirtió que no lo decía con mucho entusiasmo.

Dejaron a Ron y Lavender enzarzados en una especie de lucha grecorromana y Harry condujo a Hermione hasta una mesa libre. Ya para cuando se sentaron, Harry no pudo evitar reparar en lo renovada que se veía su amiga, y pensó en lo opaco y gris que seguro debía verse al lado de ella. De todas formas, se veía dispuesta a olvidar la riña con la que habían cerrado con broche de oro el año anterior.

-¿Qué tal has pasado las Navidades? -preguntó Harry instintivamente.

-Bien -contestó ella encogiéndose de hombros-. No han sido nada del otro mundo. ¿Y qué tal ustedes en casa de Ro-Ro?

-Ya no hay... casa, Hermione -gruñó entre dientes-. O bueno, sí la hay, pero ya no es la Madriguera. Los mortífagos nos encontraron.

-¿QUÉ? -exclamó ella, casi levantándose de la silla, y Harry por reflejo le tapó los labios con las yemas de todos los dedos menos el pulgar. Luego se volteó a mirar a los que los miraban con extrañeza desde lejos y les dio una sonrisa incómoda.

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora