Año 6: dejando a Ginny, dejando Hogwarts

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Dicho funeral había resultado aún más deprimente que el de Cedric Diggory, y aquel era un récord que Harry no creía que pudiera romperse. De hecho, absolutamente todo en lo que creía se había derrumbado. No había pensado que la muerte de Dumbledore golpearía tan fuerte, luego de ya haber visto morir a alguien que amaba y a alguien que consideraba de su familia. Quizás porque representaba una figura de protección que se mantenía firme cuando el resto de su mundo se tambaleaba en derredor, quizás porque desarrolló una mejor confianza con él en su último día de vida que no había ocurrido antes... Jamás lo sabría, pero había comprobado de primera mano qué tan cierto era el dicho de "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes".

Se le enterró el sábado al mediodía, tres días después de la muerte. Durante esos días, Harry estuvo en el hospital, con Neville y el hermano mayor de Ron por orden de la profesora Mcgonagall. Utilizó más que todo gestos para expresarse sin tener que hablar, a excepción de cuando le tocaba declarar como testigo ocular lo que había pasado... una y otra vez. Se sentía inexplicablemente enojado con cualquiera que le hacía hablar sobre aquello, pero al minuto siguiente se sentía enojado consigo mismo porque era su deber decir la verdad cuantas veces fuera necesario, y denunciar a los mortífagos y a su puta sangre fría. Pero después se sentía bastante pesimista porque hablar nunca había servido de nada y no iba a revivir a nadie, y enseguida pensaba optimista que no había necesidad de revivir a nadie porque quizás Dumbledore seguía vivo de alguna forma y había usado su extraordinario poder para fingir su muerte, y en los próximos segundos se cuestionaba su cordura enojado otra vez, y se decía a sí mismo que si hubiera tenido más habilidad para pensar cosas inteligentes que cosas estúpidas, habría recordado ahuyentar a los Inferi con fuego en la cueva, y así Dumbledore no se hubiera debilitado tanto para salvarlo, y quizás habrían regresado un poco más temprano a Hogwarts sin que los emboscaran. Sentía todo en todas partes y nada al mismo tiempo, y era algo que ni siquiera él mismo podía comprender.

Apenas Ginny lo entró a la enfermería a las una de la mañana del miércoles, luego de la tragedia, Hermione corrió hacia Harry y lo abrazó. Pese a que se aliviaba de verla, no pudo corresponderle el gesto, ni siquiera de fingirle una sonrisa. No tenía curiosidad de preguntar si alguien había muerto, sólo un terrible miedo callado, y dudaba que algún día volviera a sentir curiosidad por algo. La señora Pomfrey tampoco pareció querer hablar mucho por esos días, porque normalmente hablaba demasiado, y Harry sabía que si hubieran sido días normales, ella habría dicho de todo al ver sus múltiples cardenales y su malestar crónico. Ella sólo se limitó a darle los remedios necesarios, a hacerle preguntas de rutina y darle comida y no irse hasta ver que terminara.

No se opuso a comer porque tendría que hablar para rehusarse. Estaba demasiado atrapado en su propia mente como para darse cuenta de que la comida ya no le sabía a nada. Había incursionado en una etapa en la que se sentía como un autómata, que no quería tomar decisiones a menos que estuvieran relacionadas de alguna manera con Dumbledore (por eso no le contó ni a la profesora Mcgonagall lo de la cueva) porque no quería empezar a afrontar tan pronto las cosas tan duras que sabía que se le vendrían encima, sobre todo ahora que sentía que no tenía dirección ni propósito. Dumbledore era la última persona que había imaginado que se iría, y en cuanto a Snape, no le había sorprendido tanto que hubiera sido el responsable; bueno, no más de lo que lo había enfurecido. Dumbledore ya no estaba... Ya no existía. Y sí, Cedric era mayor y mejor mago que él, pero seguía siendo un estudiante. Ahora el mejor mago de todos los tiempos sería reducido a polvo. ¿Qué diablos podía esperar de él mismo?

Se suspendieron los últimos días de clase, y aún en su lecho de recuperación Harry no perdió la oportunidad de exigir que el tren se fuera sólo después del funeral, para que los estudiantes le dieran sus adioses al director. No obstante, para el jueves en la tarde algunos padres ya se habían llevado a sus hijos del colegio. En cuanto al par de noches, a Harry empezó a gustarle inusualmente y bastante dormir, como casi nunca le había gustado, porque podía privarse de pensar en la espantosa desolación que teñía de rojo su futuro, y cada que se despertaba le costaba mucho recordar que había pasado lo que había pasado, y cuando lo recordaba volvía a tratar de dormir. Hermione, Ron y Ginny lo visitaron en la noche del miércoles, tres veces el jueves y dos el viernes, pero al ver a ésta última Harry ya no sabía cómo actuar, porque retrasaba el momento de decir lo que debía decir, y de hacer lo que debía hacer, porque le costaba demasiado renunciar a su mayor fuente de consuelo.

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora