Año 4: el blues de Harry Potter

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Se enteró de que hablaban de la misma chica Ravenclaw semanas más tarde durante un día bastante nevado, cuando casi choca con Cho Chang mientras entraba a la torre de Gryffindor, y por un instante embarazoso bailaron el uno alrededor del otro el vals que Harry le quería preguntar si quería bailar con él en Navidad. Sin poder contenerse se armó de valor y se lo preguntó, pero ahí fue cuando ella le destrozó las ilusiones.

—Harry, perdón, pero Cedric Diggory me invitó… Y pues… acepté ir… con él.

Harry tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no demostrar que el corazón se le había partido en dos. Aquello sólo confirmó que él era el de la mala suerte. ¿El mundo realmente era así de pequeño? Todavía le hormigueaban los labios donde Cedric lo había besado, y ahora él estaba con ella. Ella era su chica, y él se sintió bastante estúpido al haberse refugiado en la esperanza de que ella llegara a fijarse en él y ser con ella un chico normal que sólo besaba a las chicas.

Volvió lentamente a la sala común. La voz de Cho le retumbó en los oídos con cada paso que daba: «Con Cedric… Con Cedric Diggory.» Cedric había empezado a caerle bastante bien, y había estado dispuesto a olvidar que lo hubiera besado al azar, le hubiera ganado al Quidditch y que fuera guapo, y que lo quisiera todo el mundo, y que fuera el campeón favorito de casi todos. Pero en aquel momento comprendió que Cedric era un guapito inepto que no tenía bastante cerebro para llenar un dedal. No le costó absolutamente nada convencerse a sí mismo de que lo detestaba por echarle mano justo a la chica de sus sueños, cuando él estaba en capacidad de tener a la que quisiera aunque no lo presumiera abiertamente.

La prueba de esto llegó más tarde, cuando él estaba acostado en el sofá, habiendo ya derramado todas las lágrimas que necesitaba derramar sin esfuerzo, y abrazando el huevo de oro como a una almohada, porque necesitaba un recordatorio de que no era lo que mil veces le habían dicho sus tíos: “un bueno para nada”. Ron llegó cavilando, pálido como un muerto, y sujetado por Ginny y otra chica para que no colapsara. Le había pedido a Fleur Delacour que fuera al baile con él y salió peor que mal porque de hecho se lo había gritado aterradoramente. Le pasó como a uno de esos borrachos que en su mente hacen algo de maravilla pero la realidad es otra.

Lo que había ocurrido era que ella estaba hablando con Cedric en el vestíbulo. A Ron le había venido el impulso y se lo pidió, pero la verdad fue que Ron había pasado justo cuando ella estaba desplegando todos sus encantos veela para atraer a Cedric y persuadirlo de ser su pareja, pero le hicieron efecto a él. ¿Desde cuándo las veelas invitaban a alguien? Ellas habían nacido para ser invitadas, y que una recurriera a esas medidas extremas para intentar cazar a un solo pez de tantos que había en el río para que la acompañara a un tonto baile, aquello era decir algo. Harry deseó que el que se hubiera vuelto loco fuera Cedric y no Ron, para que fuera al baile con Fleur y le dejara a Cho, pero si hubo algo que lo hizo desarrollar antipatía fue que él resistió porque era un hombre de palabra... O porque estaba realmente enamorado de Cho: ambas opciones eran igual de viles para él.

Llegó el 24 de Diciembre y Harry y Ron fueron con las gemelas Patil. En un momento Ron se inclinó para ocultarse detrás de él porque pasaba por allí Fleur Delacour acompañada por Roger Davies, el capitán del equipo de Quidditch de Ravenclaw, y Harry terminó acordándose con amargor de lo que Cedric había dicho de él minutos antes de besarlo.

Llegaron unos cuantos de Slytherin subiendo la escalera desde su sala común, que era una de las mazmorras. Malfoy iba al frente. Su pelo había vuelto a estar engominado con una ridícula cantidad de fijador como en primero y segundo (que le recordó amargamente lo bien que crecía cada año para hacerle la vida aún más imposible que en el anterior). Llevaba una túnica negra de terciopelo con cuello alzado, y Harry pensó que le daba aspecto de cura, cuando sabía que era de todo menos un santo. De su brazo iba Pansy Parkinson, como era de esperarse, con una túnica de color rosa pálido con muchos volantes.

Su emparejamiento le resultaba desagradablemente predecible, y no entendía qué era lo que Malfoy veía en ella cuando él sólo veía a una chica más chillona que una mandrágora y demasiado reina del drama hasta para él. Pero llegó la hora en que los campeones y sus parejas debían ponerse al lado de las puertas del Gran Comedor y esperar que todo el mundo entrara y se ubicara para poder entrar de último con honores, y decidió que no le importaba. No cuando miró a Cedric y Cho a la distancia y por un horrible momento no supo a cuál de los dos mirar y supo que nunca estaría a la altura de ninguno. Realmente se veían el uno para el otro. Era él quien sobraba en la ecuación. Siempre era él el extra, incluso en el torneo.

—Luce bellísima… —murmuró Parvati casi soñadoramente, y por un momento Harry tuvo la absurda idea de que hablaba de Cho.

—Sí… lo sé —contestó melancólico en medio de un suspiro, pero se percató de que no era lo que había pensado y giró sobre sus talones para mirar las escaleras… por las cuales bajaba lentamente la ilusión de Hermione Granger.

Estaba completamente distinta. Se había hecho algo en el pelo: ya no lo tenía enmarañado, sino liso y brillante, y lo llevaba recogido por detrás en un moño elegante. Llevaba un vestido de color rosa muy vivo que ridiculizaba al de Pansy Parkinson, y su porte no era el de siempre, o tal vez fuera simplemente la ausencia de la veintena de libros que solía cargar a la espalda. Ella sonreía, y Harry también sonrió, sintiendo una especie de orgullo y afecto apacible en medio de la locura de sus sentimientos. Ella era su lugar seguro, y cuando la vio darle el brazo a Viktor Krum, supo que él era el tipo más afortunado del mundo aquella noche. No Cedric con la chica que él quería, ni Roger con la veela que todos querían: él.

Cuando todos se hubieron acomodado en el Gran Comedor, la profesora McGonagall les dijo que entraran detrás de ella, una pareja tras otra. Lo hicieron así, y todos cuantos estaban en el Gran Comedor los aplaudieron mientras cruzaban la entrada al son de las trompetas de la orquesta. Harry caminaba con torpeza llevado por una enérgica Parvati, que miraba todo y saludaba a todos mientras que él ni se molestaba en contemplar el decorado de fantasía. En cambio miraba la espalda de Cedric y Cho, que desfilaban por delante, y no supo en el lugar de quién hubiese querido estar. Por un momento experimentó la misma sensación horrorosa de vulnerabilidad que sentía cuando Malfoy lo miraba. No podía estarlo mirando, ¿lo haría?

—Sujeta mi cintura… —escuchó a Parvati decirle entre dientes, enfadada por su despiste, y cuando volvió en sí se percató de que la orquesta triunfal había cesado, lo que significaba que estaban a punto de abrir el baile.

—¿Qué?

—¡Ahora! —le exclamó en un murmullo y ella misma puso manos a la obra poniendo la mano de él en su cintura y poniendo la otra en posición alzada para agarrarla.

El vals comenzó y terminó siendo ella quien lo guió, como si ella fuese el hombre y él la chica. Sabía que se veía ridículo pero no encontraba en él que le importara. Después de todo Cho no estaba con él, Cedric la miraba con amor en los ojos y Malfoy parecía tener más suerte en el amor con Parkinson que él. Lo único que procuraba con Parvati era no pisarle un pie y lo logró.

No esperó para irse a sentar en cuanto cumplió con su deber, al igual que Ron, que se la pasó el tiempo suficiente quejándose por lo bajo y mirando a Krum y Hermione con una mirada de mil demonios para que Harry concluyese para sus adentros que, si no lo conociera bien, estaba siendo atacado por el monstruo de los celos. Poco sabía Harry que su propia mirada era más de lo mismo, sólo que con poca más sutileza. Las pobres hermanas Patil quedaron atrapadas en el medio de aquello, pero fueron bastante inteligentes para irse justo a tiempo con otros chicos que sí estaban dispuestos a brindarles la atención que precisaban.

No se opusieron. Se quedaron solos con sus propios conflictos internos, y el verdadero motivo por el que Harry terminó yéndose de allí y dejando a Ron con la excusa de ir al baño era porque terminó siendo testigo en primera fila de la confirmación de que Malfoy y Parkinson eran como un viejo matrimonio. Se besaron con la boca abierta sin importarles quién viera y Harry reprimió discretamente arcadas, como cuando bajo la capa invisible vio a Hagrid y a Madame Maxime segundos antes de ver a Charlie y a los dragones. Las tripas se le enredaron en un doloroso nudo y para cuando salió al exterior del castillo a tomar aire fresco y vio a más parejas entre los rosales haciendo lo mismo que Malfoy y Parkinson se sintió más solo que nunca.

Esa madrugada tuvo la pesadilla más real que había tenido hasta la fecha. Voldemort estaba más cerca.

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora