Año 6: trastorno de limerencia

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Mientras Ron dormitaba inconsciente sobre una cama de la enfermería, todos los que lo habían venido a visitar expusieron sus teorías de lo sucedido, menos Harry, a quien se le helaba la sangre cada vez que pensaba en lo que habría sucedido si no hubiera habido un bezoar, y Hermione, que al llegar se había abalanzado sobre Harry, pálida como la cera, para preguntarle qué había ocurrido, pero después apenas había dicho una palabra. Se habían tomado con fuerza de la mano mientras les permitían entrar a verlo. El pronóstico de la enfermera había sido más o menos alentador: le daban como mínimo una semana.

Fred especulaba que quizá Slughorn era un mortífago secreto y le había puesto algo en la bebida, pero se había equivocado de copa y era Harry a quien quería envenenar. George especulaba que podía estar bajo Imperius. Ginny, por otro lado, tenía un par de teorías que defendían la inocencia del profesor, y consistían en que el veneno ya venía en la botella y que atentaban contra Slughorn o el propio Dumbledore, a quien Slughorn había pensado regalarle la botella de buena fe para navidad.

Entonces Hermione abrió la boca por primera vez en horas, y lo primero que hizo fue refutar la última teoría de Ginny, diciendo que el envenenador no conocía a Slughorn lo bastante bien (porque si lo conociera sabría que Slughorn amaba tanto las bebidas que no las regalaba tan fácil). Pero eso no fue todo. También relacionó el caso de Katie Bell (del que ya habían transcurrido cerca de cinco meses) con el de Ron, alegando que ambos podían haber resultado mortales, pero no fue así por poco, y ni el veneno ni el collar afectaron a la persona que debían, lo que hacía que el autor de los ataques fuera más desalmado, porque no le parecía importar cuántos cayeran hasta que cayera el objetivo. Su propia hipótesis la inquietó hasta los extremos, tanto que apenas regresó a la sala común con Harry se negó a ir a dormir, y convenció a Harry de quedarse sentados frente a la chimenea hasta pasada la medianoche, mirando el fuego sin hablar hasta que conciliaran el sueño.

Cormac McLaggen no perdió tiempo en acercarse a Harry y ofrecerse como el reemplazo de Ron en el partido de Quidditch de la próxima semana. Ni siquiera recordaba que habían entrenamientos, pero se vio forzado a acceder a la petición-exigencia de McLaggen, porque aunque no le caía ni remotamente bien como persona por el asunto de Hermione y su ego, tenía que aceptar que era un jugador decente. A la mayoría de los estudiantes de Gryffindor les interesaba más el próximo partido contra Hufflepuff, ya que muchos querían ver cómo castigaban a Zacharias Smith, que jugaba de cazador en el equipo de esa casa, a causa de los comentarios que había hecho por el megáfono mágico durante el partido inaugural contra Slytherin.

En cambio, a Harry nunca le había interesado menos el Quidditch; estaba cada vez más obsesionado con Draco Malfoy. Examinaba el mapa del merodeador siempre que
tenía ocasión y a veces daba rodeos hasta donde solía estar Malfoy, pero todavía no lo había sorprendido haciendo nada extraño. Sin embargo, seguían existiendo esos momentos inexplicables en que Malfoy desaparecía por completo del mapa. Harry jamás admitiría que ya nada ni nadie le despertaba tanto interés como Malfoy, que le encantaba la sensación de peligro que éste le provocaba, que ya no se despegaba de su pañuelo. Lo detestaba con fuerza porque le hacía pensar cosas que normalmente nunca habría pensado, y tener deseos que jamás había tenido. Lo odiaba por mantenerlo en un estado de agitación perpetua que lo volvía enfermizo y descuidado. No se había enfermado tantas veces como en ese año. Incluso llegó a plantearse el que quizás Malfoy le hubiese dado una poción de amor, porque podía asemejarse perfectamente a Ron con su obsesión temporal con Romilda Vane, pero el punto era que Malfoy jamás había estado tan cerca de él como para hechizarlo... Eso era lo que lo volvía loco.

El día del partido de Quidditch contra Hufflepuff, Harry pasó por la enfermería antes de ir al campo. Ron estaba muy nervioso; la señora Pomfrey no lo dejaba bajar
a ver el partido porque creía que eso podía emocionarlo demás. Luego de la visita, Harry se echó la escoba al hombro y se apresuró por los desiertos pasillos. No quedaba ni un estudiante en el colegio: todos estaban fuera, sentados ya en el estadio o dirigiéndose hacia él.

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora