Post-guerra: si me mientes, miénteme acostándote a mi lado

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En un mundo devastado por la guerra, el rostro perplejo de Draco Malfoy no habría sido notado por nadie. Pero en el mundo de Harry, aquello no pasó desapercibido. Y es que Draco le había mostrado en cuestión de horas más emociones humanas que las que le había mostrado en años (la lujuria no contaba por tratarse de un mero instinto animal). Pero era lógico. No todos los días se veía a Harry Potter con un bebé en brazos.

Había abierto la puerta del cuarto con tanta lentitud que Draco, que estaba de pie junto a la ventana, había saltado en su sitio y se había puesto en guardia aunque no tuviera aún su varita. Pero apenas vio a Potter en la puerta, decaído, con los ojos hundidos y un bulto entre los brazos que chillaba de vez en cuando, no supo si había abierto tan despacio por la dificultad de cargar con el niño que tenía, o por el nerviosismo de explicar lo del niño en primer lugar.

—¿Asustado, Malfoy? —preguntó con una sonrisa débil, sarcástica y muy nerviosa.

Draco entrecerró los ojos, sacudiendo la cabeza, maravillado ante el evidente hecho de que Potter recordaba sus interacciones al pie de la letra. No recordaba su pequeño intercambio de palabras infantiles y desafiantes en el club de duelo. La nostalgia lo invadió al tiempo que se desbloqueaba su memoria. Potter estaba demasiado enamorado, y aquello era lo que lo asustaba más que nada. Había pasado casi toda su vida convencido de que Potter jamás estaría a su altura, y ahora era él quien no se sentía a la altura de Potter. Era un sentimiento horrible. No quería hacerle más daño, pero tal parecía que estaba en su maldita naturaleza hacerlo, y se odiaba por eso.

—Ni un poco —respondió en un hilo de voz, mientras veía a Potter cerrar tras él con el pie y caminar hacia la cama para sentarse en el borde, mientras mecía el bulto y le hacía "shhh" a intervalos—. ¿Ese es...?

—Ajá. Es tu primo. Es muy mono —explicó mientras le tocaba tímidamente la cara al bebé con las yemas de los dedos. Draco sólo pudo quedarse paralizado mirándolo. La paternidad le sentaba bien... De la nada, Potter alzó la mirada y pareció armarse de valor—. ¿No quieres cargarlo?

—Oh, no, no, Potter. Yo paso —negó a la defensiva agitando una mano.

—Vamos, tiene prácticamente tu sangre. Lo peor que puede pasar es que te llore, y mira, ya lo hace conmigo.

—Potter, yo jamás he...

—Yo tampoco, y heme aquí.

—No me gustan los niños —agregó sobándose la nuca. La situación se volvía más rara cada vez, y no estaba seguro de poder soportarlo.

—A mí menos. ¿O es que... soy yo el problema y no quieres acercarte a mí? —preguntó con algo herido y resentido en el tono, y Draco se mordió el interior de la mejilla al sentir que algo dolía en su pecho.

Lo pensó varias veces a toda velocidad en segundos, y al final sus pies se terminaron moviendo hacia él. No tenía muchas ganas de llevar la contra. Quizás en los próximos días le terminaría haciendo daño a Potter de alguna u otra forma, pero no quería empezar hoy. Podía jurar que la respiración de Potter se alteró ligeramente apenas se sentó junto a él.

—¿Qué... Qué tengo que hacer? —farfulló mirándolo con ceño, y Potter lo miró con algo parecido al entusiasmo y a la dulzura y Merlín sabía qué más.

—Sólo... sigue tu instinto. Pon los brazos así como yo y relájate un poco. Así está mejor.

Draco siguió las instrucciones sin mucha convicción, y Potter finalmente puso al chiquillo entre sus brazos. Era mucho más liviano de lo que esperaba. Tenía una cara muy redonda, pero lo que le sorprendió fue que al instante su pelo dejó de ser negro para ser rubio platino, y sus ojos dejaron de ser verdes para ser grises, imitando así su apariencia.

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora