Año 4: los efectos del abandono

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"Finalmente, Harry ha hallado el amor en Hogwarts: Colin Creevey, su íntimo amigo, asegura que a Harry raramente se lo ve sin la compañía de una tal Hermione Granger, una muchacha de sorprendente belleza, hija de muggles y que, como Harry, está entre los mejores estudiantes del colegio."

A Harry no le molestó que se lo tildara como uno de los mejores estudiantes del colegio porque era una de sus fantasías. Ni siquiera se opuso a que su amiga fuera tildada como una “muchacha de sorprendente belleza” porque él lo sabía mejor que nadie. Lo que sí le indignó fue que la repugnante visión sensacionalista del mundo que tenía Rita Skeeter manchara su amistad pura ante todo el colegio. Por ahora no sentía más que un apego y devoción platónicos por Hermione Granger, y le cabreaba en exceso que los obligasen a ver bajo una luz nueva y demasiada frívola una conexión que incluso parecía más vieja que ellos mismos y ni ellos comprendían del todo aún.

Hermione parecía estar de acuerdo. Harry le era como el hermano que nunca tuvo, y lejos de poner distancia con Harry se acercó todavía más. Dejó salir toda su necesidad reprimida de contacto humano con él, sin importarle un comino fortalecer los rumores. Los abrazos se acrecentaron en cantidad y duración, el tomarse de la mano a escondidas sin decir una sola palabra mientras miraban al vacío pasó de ser un tabú a ser una terapia, el hombro de Harry donde ella ya solía apoyar su cabeza dejó de tensarse, y cierta ocasión que estaban en la biblioteca, con los ojos de ella bailando de un lado a otro sobre la página de un libro que ayudaría con el torneo y él alternando entre mirar aquello y su perfil, comprendió con una abrumadora sacudida de cariño que ella quemaría todas las bibliotecas de Europa por él sí era necesario, y que aunque hubieran menos risas de las que había con Ron y muchos más momentos incómodamente emotivos, ella lo hacía mantener los pies sobre la tierra y sentir que seguía vivo, aunque no fuera por mucho tiempo.

Harry se enteró de los dragones gracias a Hagrid una medianoche, y la mañana siguiente lo primero que pensó fue ir a contárselo a Cedric, ansioso y a la vez aliviado por tener una fuerte obligación moral para hacer lo correcto hablando con él.

El problema fueron los obstáculos en el camino.

Anduvo a paso apresurado en el pasillo, apretando con una mano el asa de su bolso que cargaba en su espalda, y apretando la otra en un puño, apretando los labios para no repartir comentarios sarcásticos de calidad a diestra y siniestra, conteniendo las ganas de devolver los empujones que le daban al pasar junto a él, y por sobre todo haciendo hasta lo imposible por no ver ni por el rabillo del ojo el brillo de las insignias en el pecho de todos.

—¡Potter es un tramposo! —le dijo uno.

—Miren, ahí va el tramposo.

—Potter apesta. A un lado, qué deshonesto.

—¡Cedric es el mejor! —exclamó sin mirarlo un chico que rodeándolo se le cruzó corriendo.

—Gracias… —murmuró entre dientes para sí. Dentro de él también lo creía.

—¡Amamos a Cedric! —proclamó una chica, y por un momento odió el hecho que Cedric fuera un ángel que no daba motivos para ser odiado.

Una pareja de noviecitos estaba parada en una de las entradas y le bloquearon el paso.

—¿Te gusta? —preguntó el muchacho, muy alto, prácticamente restregándole la insignia en la cara. La chica rubia sólo se reía, y Harry bajó la vista exasperado.

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora