El tiempo pasó como un borrón lleno de días nublados y calma tensa. A veces Harry se descubría obligándose a mirar a Ron y Hermione sólo para confirmar que seguía viviendo la misma vida, porque sentía que más bien era en su vida anterior que había vivido los años anteriores. Sentía que Hermione ya lo miraba como el resto del colegio, con esa curiosidad y esa precaución que lo enfermaban. Pasó de vomitar una vez a la semana a tres, y de tres pasó a cinco, hasta pasar a hacerlo una vez al día, normalmente en la mañana al despertar de sus pesadillas. Se desvivía asegurando que estaba bien, que de pronto había pescado una infección del estómago, cuando la verdad era que estaba perdiendo kilos más rápido que cuando estaba con sus tíos. Incluso llegó a preferir el clima helado porque le daba un toque de rubor natural a sus mejillas que un clima normal no podría.
Bueno, eso y mirar a Malfoy.
No sabía por qué, pero ya no podía mirarlo a los ojos por más de tres segundos sin sonrojarse. Aquello le enfurecía. Cho Chang por fin parecía reconocer su existencia más a menudo, lo buscaba para saludarlo e incluso lo elogió cuando se reunieron en Cabeza de Puerco para crear el Ejército de Dumbledore, pero con todo esto su corazón máximo daba un vuelco o su estómago un cosquilleo, o sus mejillas adquirían un tranquilo color rosado, y su mundo se volvía más dulce y bonito y su mente un poco más confusa: nada que ver con el fuego que se abría paso por su cuerpo desde donde Malfoy le diera algún empujón, o su incapacidad de pensar en algo más cuando lo veía, o su capacidad de recordar por el resto del día cualquier estupidez que le dijera, y su inexplicable asco cuando lo divisaba despidiéndose de beso con su novia al borde de las escaleras que cambiaban de lugar.
La medianoche en que Hermione y Ron le dieron la idea de enseñar Defensa a escondidas, más temprano, había vuelto a asegurarse un castigo con la profesora Umbridge. No era un problema nuevo, porque poco después de haber acabado su primer semana de castigo con ella había vuelto a liarla al ironizar en su clase que el profesor Quirrell era excelente pero sólo tenía el pequeño problema de tener a Voldemort oculto en su turbante. La respuesta de ella había sido otra semana de castigo con la que volvió a experimentar el culposo placer de cortarse la mano pensando en Cedric.
Pero aquel día fue distinto. Se echó la soga al cuello porque cuando la profesora Umbridge preguntaba a los alumnos sobre los supuestos “peligros” que habían pasado en sus clases con Hagrid y Malfoy mencionó el incidente con Buckbeak en tercer año, él exclamó que eso sólo había pasado porque Malfoy era tan estúpido que no escuchó las instrucciones de Hagrid. Más tarde en la detención, mientras escribía sus líneas de siempre con la pluma maldita de siempre, volvió a quedar atrapado en otro lapso de lucidez, y reconoció que no había insultado a Malfoy para defender el honor de Hagrid, ni siquiera para defender sus raros métodos de enseñanza, sino para conseguir que Malfoy lo mirara. No le había mirado ni dirigido la palabra en todo el día, así que cuando éste lo miró con malicia se sintió como un triunfo, y el estómago se le revolvió de esa forma que no toleraba pero necesitaba a la vez, y el castigo no le importó en lo más mínimo.
De repente no quiso seguir pensando en lo que aquello podía significar. Tampoco se atrevió a cuestionarse sobre los sueños en los que Malfoy le hacía todo tipo de cosas que lo dejaban temblando y colorado en la oscuridad cuando se despertaba, sobre todo cuando también empezó a tenerlos con Cho, con Hermione, con Ron, incluso con su mismísimo padrino y con personas todavía más extrañas, por lo que asumió que eran una mala pasada de su cabeza. Pero por alguna razón con Malfoy se sentía diferente, más intenso y peligroso… más real.
Pero pronto no tuvo más tiempo para analizar su propia psique trastornada, porque tuvo que iniciar sus clases secretas en la Sala de las Cosas Ocultas, por lo que podía decirse que era estudiante indefenso en el día y maestro clandestino en la noche. Intentó refrenar su propia locura para impartir lecciones de Defensa contra las Artes Oscuras, que fueron excelentes al punto de que casi todos se sentían desprotegidos hasta que se reunían en secreto para practicar. Un frío siniestro inundó el castillo a medida que Umbridge y el Ministerio se apoderaban de él, pero no tocaba aquella sala que iba y venía, donde la rebelión adolescente se manifestaba en forma de hechizos protectores, en forma de apuestas y bromas de los gemelos Weasley… en forma de miradas entre Cho y Harry.
ESTÁS LEYENDO
Todos los caminos llevan a Malfoy - Drarry
FanfictionMientras Harry Potter camina hacia su muerte en el Bosque Prohibido, su vida pasa frente a sus ojos, y se percata de ciertas cosas muy... interesantes. Éste es un viaje de autodescubrimiento y evolución emocional, que el famoso chico mago recorre ju...