Todos los caminos llevan a Potter

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Draco Malfoy jamás había sido un libro abierto, y en el caso hipotético de que pudiera ser comparado con uno a secas, tampoco encajaba en la clasificación de libros dirigidos a todo público. Su vida era más comparable a un viejo pergamino lleno de runas revueltas y agotadoras; quizás aquello tuviera que ver con el hecho de que de grande se interesara por la aritmancia casi tanto como Hermione Granger.

Para empezar, había crecido pensando que vivir como vivía y tener lo que tenía era lo habitual. El asunto con sus padres, bueno, era ligeramente distinto.
Fue concebido en los inicios de la última y más sangrienta etapa del reinado del Señor Oscuro. La reputación de Lucius ante los ojos de Voldemort no podía estar mejor. Narcisa sólo se alegraba por los sutiles privilegios en aumento con los que empezaba a contar su marido, pero le rehuía a su propia mente cuando ésta intentaba llevarla a sobrepensar en lo que Lucius debió de haber hecho para conseguirlos.

¿Sabía que no era un santo? Desde luego. ¿Sabía que tenía las manos manchadas de sangre? Desde luego. Pero si lo pensaba mejor, no existían santos en la guerra, y aquella era la primera guerra mágica. Que Lucius tuviera sangre en las manos era menos escandaloso. No era sangre limpia de todos modos, y para ella siempre había sido más importante estar en el bando ganador por el bien de su familia, sin importar lo que se tuviera que hacer para mantenerse allí. Tenía conocimiento de que entre Lucius y Bellatrix, su hermana, habían descuartizado a la familia de una tal Amelia Bones, y habían entregado a muchos miembros de la orden del fénix en las manos de Voldemort. Los detalles eran indigestos, pero ella tenía el estómago para poder procesar la noticia con indiferencia si estos no se mencionaban en su presencia.

Claro, aquello era bastante difícil con Bellatrix cerca. Desde siempre supo que le faltaba un tornillo. Cuando eran niñas, la descubrió una mañana en cuclillas junto al lago, apretando al fénix bebé de Andrómeda en el puño y rociándole la pequeña cabeza con agua a la vez. Sonreía como si estuviera saboreando un postrecillo de limón, su favorito. Andrómeda, por supuesto, le gritó que era una desquiciada cuando se enteró, y no le habló por todo un mes.
Así era Bella. Ya de grande, parecía resultarle toda una misión imposible no decir hasta el más mínimo detalle de una tortura que hubiera hecho a cualquiera que quisiera escuchar.

Ya no le nacía decir que quería a su hermana: simplemente era la única familiar leal que le quedaba. Andrómeda se había fugado para casarse con Ted Tonks, un "sangre sucia", y con ello había sido borrada del tapiz generacional familiar. Corría Septiembre de 1979 cuando Narcisa empezó a sospechar que ocurría algo más entre Bella y su marido. Salían a demasiadas misiones juntos, y cada que Narcisa le preguntaba por su esposo Rodolphus, la bruja daba una respuesta vaga con una mueca de desdén y cambiaba de tema. Más de una vez los atrapó cuchicheando solos y muy juntos, o sonriéndose ampliamente, al parecer comunicándose con la mirada.

Poco sabía Narcisa que su desconfianza rayaba en lo absurdo, porque si Bellatrix estaba obsesionada con alguien, era con su amo, y Lucius sólo la veía como su loca compañera de trabajo. Con todo, una noche Narcisa sorprendió a su esposo en la cama matrimonial sólo para asegurarse, y dos meses más tarde supo que estaba embarazada, después de haber tenido arcadas al oler el caviar que tanto solía disfrutar, y después de un desmayo en medio de una reunión de mortífagos que se había llevado a cabo en la mansión. Le contó a Lucius el día de su aniversario, apretando una taza de té de jengibre entre las manos, radiante de triunfo y satisfacción. Finalmente le daría un heredero a su marido y perpetuaría el digno apellido que llevaban.

Fue de las pocas veces que Lucius sonrió genuinamente. La consintió en extremo los meses que siguieron y mantenía un ojo siempre puesto en ella.
No se esperaba menos de él. En Hogwarts él había estado un año por delante de ella, y ella había conseguido la prefectura en quinto año, y por ello tuvo que empezar a tratar con él, que también era prefecto, pero de sexto: con ese niño extraño que siempre veía rodeado de chicos mal encarados que lanzaban hechizos si alguien osaba cuestionar los ideales del señor Tenebroso.
Una vez en el tren que iba de vuelta a casa para las vacaciones de verano, un chico de primer año con el cabello negro hasta los hombros y nariz ganchuda había transformado la rana de alguien en una desagradable larva voladora por error (originalmente había intentando envejecerla para que creciera de tamaño e impresionar), y ésta había volado directo al largo cabello rubio de Narcisa. La muchacha gritó de horror y de asco, pero Lucius fue el único que se molestó en acercarse y hablarle para calmarla. Le quitó la larva del pelo con una floritura de su varita y la mandó volando a estrellarse en la boca del chico, entre las risas de los curiosos que habían sido atraídos por el grito.

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora