Año 4: entre tabúes y malentendidos

1.7K 263 12
                                    

—Harry, me dijiste que descifrarías la clave y sabrías la respuesta, ¡y la prueba será en dos días! —le reclamaba una Hermione mucho más asustadiza de lo habitual. Abrigados con bufandas miraban el atardecer.

—¿En serio? Pues no la sé —concretó Harry con más dureza de la que pretendía por la ansiedad, pero sabía que ella lo entendería—. Supongo que Viktor ya la descifró —añadió, no tanto para averiguar si ella sabía algo como para averiguar qué había sido de ambos, porque sospechaba cosas como Ron, y justamente porque Ron sospechaba cosas no estaba ahí con ellos, y ella parecía estarle ocultando cosas a todo mundo con él incluido, y él se sentía excluido.

—No lo sé. No hablamos de eso… Ni de eso ni de nada. A Viktor le importa más lo físico.

Las mentes de ambos se vincularon al mismo tiempo por el mismo malentendido, pero ninguno quiso que el otro se diese cuenta porque no estaba bien visto para ellos entender aquel tipo de humor negro a la primera. Al fin y al cabo ellos mismos habían aprendido una que otra cosa por accidente y nadie más les habría explicado los mecanismos del amor. Hermione no olvidaba la vez que su afición por los libros le jugó la peor pasada durante las vacaciones: terminó leyendo lo que no debía y descubriendo que eso tenía que meterse ahí, aunque no le cabía en la cabeza que pudiera caber ahí, y no pudo sostenerle la mirada a nadie por más de tres segundos el resto de las vacaciones porque se sentía demasiado culpable y porque sentía que no le correspondía haber aprendido eso a su edad.

Harry, por su parte, era el menos informado. Ni siquiera sabía lo que Hermione sabía. Sus únicas experiencias instructivas se limitaban a lo que vio en esa película, lo que Malfoy le había dicho sobre eso del clímax luego de que lo atrapara teniendo uno mientras dormía en tercer año y, por supuesto, ese dichoso beso con su rival del torneo y de amores. Sabía que tenía que estar muy salado como para que su enemigo del colegio fuese el único que le haya dado lo más parecido a “la charla”, y era sensible como nadie y sabía que se “vendría” en los pantalones como en sus sueños con un solo beso como los que Malfoy le daba a Parkinson, sin necesidad de ser tocado ahí.

De todas formas, no pudieron contenerse y sonrieron. Harry vio a Hermione apretar los ojos con vergüenza y una mueca por el rabillo del ojo.

—¡Me refiero a que no es muy expresivo! Se la pasa viéndome estudiar. Es muy tedioso, de hecho —aclaró, y por un glorioso momento se sintieron adultos y sin reglas, ordinariamente rebeldes, y Harry se preguntó por un segundo si realmente él era el único en haber dado su primer beso. Krum era incluso meses mayor que Cedric (para el momento tenía 18), pero nunca habría tenido la hipocresía de reprocharle eso a su amiga cuando a él mismo le había pasado. Pero Hermione al menos lo habría hecho con alguien del sexo opuesto, como era lo normal.

Estaba más que harto de que nada en su vida fuera normal.

—Sí estás intentando descifrarla, ¿cierto? —inquirió Hermione muy oportunamente (nótese el sarcasmo)

—¿Qué significa eso? —cuestionó Harry con un borde áspero, la sonrisa desapareciendo de su rostro. No necesitaba esa dosis agregada de realidad ahora.

—Significa… que esto está diseñado para probarte de la manera más cruel y… —buscó ávidamente la mirada de Harry, pero éste la evadió—, temo por ti. … Enfrentaste al dragón con mucho valor…, pero tal vez no sea suficiente esta vez, Harry.

—¡Hola, Potter!

La cara de Harry fue un auténtico poema satírico al oír la voz exasperantemente amigable de Cedric Diggory. Gruñó por lo bajo apretando la mandíbula, y se retiró sin darle a Hermione ni el adiós. Anduvo varios pasos sin molestarse en detenerse ni dejar de darle la espalda al flamante noviecito de Cho Chang, hasta que escuchó con una especie de placer enfermizo que él aceleraba el paso hasta convertirlo en un trote.

—¡Espera!

—Cedric… —saludó con tedio en el tono y se volvió a regañadientes.

—¿Cómo… cómo estás? —preguntó con cierto nerviosismo y Harry, frunciendo el ceño,  repasó su vocabulario entero en un segundo para responderle, mirando a un lado y luego a él.

—Espectacular —respondió con más sarcasmo del que había planeado, pero no se arrepintió. Cedric pareció sentirlo, porque sonrió con incomodidad agachando la cabeza.

—E-Escucha, creo que no te compensé por haberme avisado de los dragones —dijo con un ceño cauteloso y entrañable, y Harry comprendió que lo de los dragones era su tapadera para referirse a lo que había pasado entre los dos.

—Ni lo menciones. Hubieras hecho lo mismo por mí —concluyó y trató de dar media vuelta para irse antes de que él lo viera sonrojarse, pero Cedric le frustró la huida.

—E-Exacto —habló con cierto apuro, y su expresión se tornó traviesa de una forma totalmente involuntaria—. ¿Conoces el baño de prefectos del quinto piso? —preguntó alzando una ceja muy perfilada. Harry, a quien la panza se le contraía y un tipo de nudo dentro de ella crecía a cada segundo que pasaba, se limitó a asentir.

Cedric miró a un lado, luego al otro, y luego se inclinó hacia él. Harry se retrajo ligeramente por reflejo, mientras que por dentro se le ahogaba el corazón. Por un instante surreal creyó que en este mundo eran sólo ellos dos de nuevo, que lo volvería a besar... Hizo entonces un último esfuerzo para buscar en su corazón el sitio donde se le podría la supuesta antipatía.

No pudo encontrarlo.

—No es mal lugar para tomar un baño. —Se volvió a alejar a una distancia prudente sin concientizarse del cómo lo había afectado—. Lleva tu huevo y… medita todo con agua caliente.

Volvió a sonreír tímidamente y se marchó, dejando a Harry con un gran ceño confuso y sintiendo toda la antipatía que debía sentir hacia él contra sí mismo.

Deseaba que lo hubiera vuelto a besar… Lo aceptó esa noche mientras estaba sentado en la biblioteca, con la mejilla apoyada sobre un libro que se esforzaba por no mojar con lágrimas, luego de regresar del baño de prefectos fisgoneado por Myrtle la Llorona.

—Repítelo —exigió Hermione detrás de él. Los ronquidos de Ron volvieron a resonar en sus oídos, recordándole que tenía compañía.

—“Donde nuestras voces suenan… ven a buscarnos”

—¡El lago negro! Es obvio.

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora