Año 6: Heart-to-heart

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Un trazo aquí, un trazo allá… Un retoque y repetir. Finalmente luego de horas en cama, Harry había acabado el par de dibujos más realistas que había hecho en la vida. Lanzando un suspiro, se dejó caer boca arriba. Hedwig, tan blanca como siempre, gruñó en su jaula muy enfadada, y Harry la miró con pesadez.

—Anda ya. No me mires así, lechuza tonta —dijo con nostalgia—. Ya te dije: no más comida para ti.

Hedwig volvió a ulular y aletear, como si no reconociera a su amo, y se revoloteó de un lado a otro.

—Oye, oye, shhh… Sin ruido que no vivo solo… —le gritó en un susurro, poniéndose las manos detrás de la cabeza—. Bueno, como si lo fuera. El punto es que has estado comiendo más que yo. ¿Desde cuándo eres tan exigente?

Otro graznido de Hedwig hizo coordinación perfecta con el gruñido que emitió su propio vientre.

—¿Ves a lo que me refiero? Yo sí tengo control, y si te controlas te prometo que abriré la jaula para ti esta noche. Podrás salir a cazar algún ratón de esos asquerosos que te encantan. —Se quitó las gafas con una mano y se frotó los párpados con el índice y el pulgar de la otra. Acto seguido, se las volvió a poner y cogió el retrato que recién había terminado—. ¿Lo ves bien desde ahí? —preguntó con diversión cansada, y por un momento juró que vio a la lechuza asentir—. Tomaré eso como un sí. Es mi mejor dibujo. ¿Te olvidaste tan pronto de Canuto?

Ya habían pasado dos semanas desde que Sirius Black murió, un jueves 18 de Junio. Ahora era sábado 4 de Julio y el reloj marcaba las 12:06 de la tarde. Apenas llevaba una semana en Privet Drive, y se había negado a verse en cualquier espejo desde que halló el espejo que Sirius le había regalado, mientras hacía el equipaje en la última noche antes de salir de Hogwarts para las vacaciones. La nota que estaba adjunta se le había grabado a fuego en la memoria: «Esto es un espejo de doble sentido; yo tengo la pareja. Si necesitas hablar conmigo, sólo tienes que pronunciar mi nombre; tú aparecerás en mi espejo y yo podré hablar en el tuyo. James y yo los usábamos cuando cumplíamos un castigo separados.»

Pero Sirius ya no estaba. Ya no podría regalarle algo más, y Harry sólo podía detestar a su yo del pasado, porque su yo del presente jamás olvidaría ningún regalo que Sirius le diera. No comprendía qué lo había poseído para olvidarse de abrir el regalo, porque si lo hubiera hecho habría existido la posibilidad de cambiar todo. Solamente habría bastado usar el espejo para llamar a Sirius y comprobar que en realidad no estaba siendo torturado en el Departamento de Misterios, como sus visiones trampa le querían hacer creer. De ahí que no tuviera el valor de volver a mirarse en un espejo. Tampoco es que tuviera muchas ganas de ver su rostro destruido por el luto.

—Sí, no te culpo por olvidarte de él, Hedwig. Me esforcé mucho en recordarlo para dibujar esto, ¿sabes? —dijo Harry con la voz congestionada, mirando el enorme perro negro en el papel—. Intento no olvidar cómo se veían ambas versiones de él, pero es complicado. Intento no olvidar sus gestos o el color de sus ojos… o cómo me guiñaba uno cuando me portaba mal —agregó con una risa forzada—. Pero sé que algún día la memoria va a fallarme. Por eso me lo tatuaré.

Tomó impulso y se levantó de un brinco. Tenía los dedos sucios de sombra de lápiz, pero se las arregló para no manchar la hoja en lo posible. Fue hacia la jaula de Hedwig y la abrió con la mano que no sostenía el dibujo. La blancuzca lechuza no tardó en pararse en la entrada, con mirada expectante.

—¿Qué opinas? ¿Me lo debo de hacer en el trasero? —volvió a reír en voz baja, y Hedwig ladeó la cabeza, como en un gesto interrogatorio—. El pecho podría ser una opción… justo aquí en el corazón —explicó meditabundo, rascándole el pecho con la uña, y la lechuza se corcoveó de satisfacción—. O tal vez en mi antebrazo o en una pierna… Dios, hay tantos lugares…

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora