Año 4: el dolor de una idealización rota

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Era el día. La primera prueba estaba a punto de comenzar y sabía que muy pronto estaría cara a cara con un dragón, pero aquella fatídica percepción no le produjo más temor que cuando mientras caminaba ansiosamente por la tienda de campaña como los demás campeones, los ojos de Cedric se posaron brevemente en los suyos. Le dirigió una leve sonrisa a la que éste correspondió, aunque a los músculos de la cara les costó bastante esfuerzo, como si hubieran olvidado cómo se sonreía.

Jamás pensó que podía sentir tanto. El beso del ayer aún le revoloteaba alrededor de la cabeza mientras él mismo revoloteaba alrededor de la muerte, pero al menos le consolaba saber que no iba a morir sin haber conocido en carne y hueso de lo que tanto hablaban los mayores.

-¡Psss! ¡PSSS!

Escuchó a alguien decir al otro lado de la carpa, y arrimó el oído y lo aguzó.

-¡Harry! ¿Eres tú? -oyó la voz susurrada de Hermione llamarlo, y se sintió tan bien como cuando sus tíos le dejaban comer parte de los postres de Dudley.

-Sí -dijo sonriendo con la mayor fuerza que pudo. A veces olvidaba por qué quería tanto a Hermione Granger, sobre todo cuando se ponía en modo "mamá escreguto" porque podía ser demasiado cascarrabias a veces y le reprochaba sus formas de ponerse en peligro, pero con su infinito apoyo y dulzura a veces exagerada lo hacía hacerle acordar.

-¿C-Cómo te sientes? ¿Bien?

Sonaba a punto de llorar, y Harry sólo pudo responder con un sonido ahogado. De la nada no toleraba la idea de morirse, dejarla y hacerla sufrir.

-Tienes que concentrarte. Después tienes que...

-Enfrentar al dragón -terminó por ella, y ella entró de golpe en la carpa y se le arrojó encima a abrazarlo como nunca lo había abrazado, y él le correspondió como nunca le había correspondido, y ambos quisieron que aquel momento se extendiera para siempre.

Pero el flash enceguecedor de una cámara se encargó de que así no fuera. Según Rita Skeeter aquello fue una verdadera atrapada "con las manos en la masa", ya que ni las manos de él habían soltado su cintura ni las de ella sus hombros cuando se giraron fastidiados a verla.

-¡Jóvenes enamorados! Qué... tierno.

Harry triunfó sobre el dragón con bravura y se hizo con el huevo de oro. Sólo se llevó unas cuantas cicatrices más a su colección corporal. Las heridas emocionales que Ron le había dado también cicatrizaron. Se reconciliaron de una forma frígidamente masculina. Sabían que se querían a morir, pero no era que fueran como Hermione que andaba por ahí declarando sus afectos a cualquiera que quisiera escuchar.

Harry no podía quedarse quieto: estaba aún demasiado cargado de adrenalina. Pero en cuanto volvió a la tienda de los campeones y vio de nuevo a Cedric, la memoria táctil de sus labios también volvió con todas sus fuerzas.

Cedric tenía un lado de la cara cubierto de una pasta espesa de color naranja, que presumiblemente le estaba curando la quemadura que le provocó el Hocicorto Sueco. No comprendía cómo hacía para seguirse viendo tan bien mientras que él con sólo un rasguño serio por un pincho del Colacuerno Húngaro se veía como si hubiera ido al infierno y vuelto, y ni siquiera era en la cara sino en el hombro. Al verlo, Cedric sonrió.

-¡Lo has hecho muy bien, Harry! -le dijo.

-Y tú -dijo Harry, devolviéndole la sonrisa y reprimiendo un estremecimiento.

No podía esperar a volver a estar a solas con él, y la oportunidad se presentó esa misma noche durante la cena. Esa vez no miró a Malfoy, que jugaba con su comida y parecía haberse peleado con Parkinson porque se había sentado lo más lejos posible de ella, ni a Cho, que sonrosada cotilleaba y se reía en voz muy baja con su amiga Marietta señalando discretamente a Cedric, sino que sus ojos verdes rápidamente se ubicaron en él. Efectivamente, Cedric estaba dejando el Gran Comedor. Era como un imán.

Todos los caminos llevan a Malfoy - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora