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Habían pasado poco más de 4 meses desde la llegada de Zack a la mansión. En todo ese tiempo, Alucard no había hecho más que observarlo y escucharlo junto a los otros candidatos a la sucesión.

Desde su incidente con Schrödinger, había obtenido omnipresencia; por ello mismo se encontraba en todos lados pudiendo controlar a voluntad que cosas oír, mirar y que cosas no.

Podía escuchar los pensamientos de todos en la mansión, sin embargo, sólo se centraba en escuchar los de los cuatro jovencitos. Después de todo, sus prioridades e intenciones estaban ahí mismo; podrían tener las mejores aptitudes físicas y psicológicas, pero sus pensamientos delataban sus planes.

Encontraba sus pensamientos como algo bastante divertido. Había escuchado a una de las candidatas pensar que "la primera orden a darle sería que se revolcase con ella de una forma salvaje" Alucard podía perfectamente cumplir con ese deseo sin la necesidad de que fuese una orden, sin embargo, esa chica en particular no le agradaba mucho. No tenía un motivo en particular, simplemente no le agradaba.

Había una cosa que no le agradaba del segundo candidato, Bennedict. Cada vez que se acercaba a Seras percibía una enorme incomodidad por parte de su pupila; la incomodidad de la vampiresa se le era transmitida. Incluso si Victoria no podía leer los pensamientos del joven, él sí que lo hacía.

Cada vez que se acercaba o simplemente pensaba en la rubia, sus pensamientos se veían repletos de lujuria y obscenidades. Era algo que a más de uno le ocurría con la joven, sin embargo, le parecía que cruzaban cierto limite cuando no prestaba atención a nada que ella explicase por estar pensando en cómo quería colocarla y demás; si no podía controlar lo que pensaba frente a una atractiva jovencita y prestar atención, ¿cómo podría con todo lo que significa poseer el apellido "Hellsing"?

Los pensamientos de Zack... bueno, eran comunes. Sólo había pensado cosas relacionadas a Victoria e Integra un par de ocasiones, y los pensamientos literalmente habían sido "esa ropa luce ajustada, ¿estará incomoda? ¿le dolerá?" y "estoy seguro de que si la señora Integra me da un puñetazo, me rompe la nariz y los dientes"

A pesar de que sus pensamientos eran comunes le divertían bastante, llevaba años sin escuchar cosas tan inocentes y normales. Ni siquiera un cura tenía esa clase de pensamientos.

Dio un sorbo a su copa de "vino" y se percató de algo, eran las tres de la madrugada y Zack estaba despierto. No era algo de todos los días, ocasionalmente despertaba de madrugada y realizaba sus ejercicios de recuperación, siempre acompañados de gemidos de dolor.

– Espero que la señora Integra me deje ir al pueblo, necesito las cosas del padre.

Cada cierto tiempo pensaba en un "padre" y pedía a Dios por su alma. Estaba algo curioso acerca de ello, pero no era como si pudiese pararse en su puerta y decir "estabas pensando en un padre y quiero saber más de ello"

– Debo convencer a Camelia de que me permita buscarlas en la iglesia, tendré que ir en la madrugada. 

El joven de ojos oscuros tenía la costumbre de hablar en voz alta para sí mismo en las noches, Alucard se preguntaba si seguiría haciéndolo si descubría que eran capaces de escucharlo tanto él como Seras.

El vampiro se decidió a observarlo, era incluso más interesante que beber vino mientras lo escuchaba. Ahí estaba, recostado en su cama mientras flexionaba las piernas hacia su pecho y las extendía una y otra vez. 

– Tengo sed, pero estoy seguro de que si salgo de esta habitación me voy a perder. ¿Cuál es la necesidad de una mansión tan grande? Por dios.

El mayor no pudo evitar reír por todas sus quejas, cada vez que miraba la mansión y la recorría en su silla de ruedas era lo mismo. Se quejaba internamente por lo enorme que era y la oscuridad de los pasillos.

– Probaré suerte, y si encuentro un pan o alguna comida, se la robaré al cocinero. Lo siento, pero no lo siento.

Alucard pudo percatarse de que hablaba mucho más cuando estaba solo que cuando tenía compañía.

Zack se sentó en la cama y acercó la silla de ruedas al borde antes de sentarse en ella con cuidado de no golpear sus rodillas en particular. Seguían algo frágiles, después de todo habían quitado los yesos hacía apenas dos semanas, necesitaban un poco más de tiempo para recuperarlas por completo.

En realidad, agradecía demasiado que el objetivo hayan sido las rodillas y no la columna o la cadera. Dos semanas en silla de ruedas le parecían una jodida tortura, no quería imaginar lo que sería el resto de su vida; no prefería morir antes que ello, quedar parapléjico le parecía mejor que morir, pero seguía siendo horrible para alguien demasiado acostumbrado a caminar todos los días.

Avanzó hasta la puerta y abrió, no hizo falta que hiciese más que salir de la habitación para encontrar fuera una bandeja sobre un carrito con una jarra de agua, una de jugo de naranja, dos vasos y una comida completa. Sopa, un filete en término perfecto y pan con mantequilla.

¡Dios! ¿Había sido Seras? ¿la señora Integra? No, debía descartar la última opción.

Oh no, ¿y si lo había dejado alguno de sus "compañeros"? ¿estaba envenenado? No le sorprendería que intentasen sabotearse entre todos.  Al demonio, si estaba envenenado entonces buscaría la forma de desintoxicarse. No había aprendido el arte de las hierbas medicinales para temer a un poco de veneno.

Tomó la bandeja y la colocó sobre sus piernas con cuidado antes de entrar de nuevo a la habitación, dejar la bandeja en la cama e iniciar a comer.

– Maldición, sabre a maldita gloria.

Alucard contuvo una risa al mirarlo sobresaltarse, llevar una mano a sus labios, persignarse y terminar por juntar las palmas en forma de oración.

– Lo siento, padre. Y me disculpo de antemano porque sé que maldeciré de nuevo en un futuro.

Esa era otra cosa que le resultaba curiosa, nunca pedía "perdón" a Dios, no rezaba. Todo era dirigido al "padre".

¿Había crecido para adorar a un hombre, y no a Dios? Curioso, sin duda alguna.

Héritier (Alucard)(Hellsing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora