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― ¿Piensas que te creerán? ¡Vamos, ve y cuéntales a todos!

El pequeño Zack tuvo que morder el interior de su labio inferior hasta que sintió el sabor cobrizo de su propia sangre. Una mano tan solo centímetros más grande que la suya apretó con fuerza sus hombros, sus quemaduras seguían siendo recientes; pudo sentir como su piel apenas comenzando a sanar era arrancada, dejando paso a la pura carne fresca y con ella un dolor tan intenso que sentía iba a desmayarse en cualquier segundo.

― Mis padres eran médicos, yo quedé huérfano por un accidente; pero ¿tú? Tu madre era una sucia ramera drogadicta. ¿Crees que somos lo mismo? ¡¿Cómo te atreves a llamarme hermano?!

Pudo sentir los dedos amenazando con enterrarse, aún no lograba sangrar y eso parecía molestar al mayor. 

― Y ahora lloras como un cobarde. ¡Acéptalo! Leí algo interesante el otro día, ¿sabes que fue?

El menor de ojos oscuros se las arregló para negar, no quería saber nada más; no podía moverse gracias al pánico y el profundo dolor del momento.

― Tu madre te alimentó con tu propio perro. ¡Ja! El padre tiene razón, no eres más que el hijo de un pecado.

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Zack despertó de un sobresalto. Llevó una mano a uno de sus hombros mientras miraba alrededor; las cicatrices no debían doler, llevaban años de haber sanado, pero seguían doliendo cada vez que recordaba todo aquello.

Estaba consciente de que ya no dormiría, después de todo no era la primera vez que despertaba así a mitad de la noche. Se levantó de la cama, no se molestó en cambiar su pijama rosa de ositos blancos; si alguien lo veía pues... que buena vista, ¿no?

Minutos después se encontraba en la enorme cocina buscando los ingredientes para preparar un café; llevaba años cultivando y preparando el suyo, así que encontrar el café soluble había sido extraño y muy poco apetecible para él.

― Una mala noche, ah.

Pegó un pequeño salto en su sitio antes de mirar por encima de su hombro al vampiro quien se encontraba algo inclinado para observar lo que estaba haciendo en la barra.

― ¿No conoces lo que es dormir o el espacio personal?

― Suelo dormir en el día, cuando no estoy molestándote.

― ¿Tenemos café en grano?

Alucard extendió el brazo hacia una repisa más alta que Zack, bajó la bolsa de papel con los granos de café y se limitó a dejarla frente al joven.

― Lindo pijama.

― Lo sé, mi gusto es exquisito.

― Creí que tus orejas se pondrían rojas y acabarías casi gritando.

― Oh dios, no me lo recuerdes.

La ronca risa de Alucard consiguió generarle un escalofrío, no importaba si era amistoso, cada uno de sus gestos era el de un depredador.

― Es irónico.

― ¿El qué?

Pudo notar como el mayor retrocedía unos pasos y le concedía su amado espacio personal, agradeció infinitamente hasta a sus más viejos ancestros.

― Le tengo más miedo a un estúpido mortal que a un vampiro anciano que puede asesinarme en cualquier segundo.

― ¿Quién?

Aquello había sonado más como un gruñido de advertencia que como una simple pregunta, el de ojos oscuros se estremeció bajo aquel gutural sonido. Le fue inevitable balbucear mientras pensaba en alguna excusa que darle, le era vergonzoso hablar del tema.

― Zack, pregunté ¿Quién?

― No quiero... hablar del tema.

― ¿Sabes algo?

El cuerpo del joven tembló al sentir una mano enguantada deslizarse entre las hebras de su cabello antes de tirar de ellas hacia atrás; consiguiendo que su cabeza siguiera esa dirección, mirando al techo. Su vista cambió rápidamente al percibir los ojos carmín del mayor, sintiendo sus oscuras hebras acariciando su piel.

― Me acabaré enterando incluso si no eres tú quien me lo dice.

Toda su vista era opacada por Alucard, no importaba cuanto se movieran sus pupilas en busca de algo más. Sus labios se entreabrieron, sus pupilas se dilataron, sus manos comenzaron a temblar y su respiración se agitó al sentir un par de dedos apoyándose en su garganta, acariciándola hasta llegar al borde de aquel pijama y subiendo hasta topar con su mandíbula. 

Su cuerpo estaba reaccionando, pero su mente... su mente estaba en paz, admirando esos ojos carmín una vez dándose cuenta de que no podía mirar nada más. Era extraño, ese ser no era humano, esa mano podía fácilmente arrebatarle la vida, abrirle la garganta y encargarse de que desapareciese de este mundo.

Pero la suavidad de su toque junto a esa mirada cargada de... algo nuevo para él, conseguían relajarlo, no se sentía amenazado de ninguna forma.

Los segundos que se sintieron tan eternos terminaron, Alucard soltó al joven y volvió a retroceder, aunque esta vez no había desaparecido como era habitual desde hace unos días.

Zack permaneció estático en esa posición un momento más antes de continuar con la preparación de su café.

― ¿Alguna vez has besado a alguien?

El vampiro observó divertido como el joven se sobresaltaba y por un momento soltaba la cuchara antes de maldecir y recoger el pequeño desastre que había hecho.

― ¿Por qué la pregunta?

No podía simplemente decir "Nada, tengo ganas de hacerlo y quiero saber si tienes experiencia".

― Curiosidad, quiero saber la clase de vida que llevabas.

― Bueno... he besado a un par de señoritas, pero... nada más.

― Ah, ¿sí?

― Aunque desde eso he tenido una duda, no sé si tu con tus años de experiencia puedas... ayudarme con eso.

― ¿Besarte o qué?

― ¡No, no! Me refiero a responder.

― Adelante.

― ¿Se supone que deba sentir algo? 

― Bueno, sí. Esa es la idea.

― ... Ya.

― Puedes sentir incluso asco, pero la idea es sentir algo.

― Asco... no, eso no fue.

― ¿Entonces?

El vampiro observó al joven dar la media vuelta con una taza en sus manos posada cerca de sus labios, hablando antes de dar el primer sorbo.

― No sentí nada, me pone más nervioso que me toquen.

― Te puse nervioso.

― Bueno, si hay alguien acariciando tu garganta los nervios son lo mínimo que deberían esperar, ¿no?

Una corta risa escapó de los labios del vampiro mientras asentía con la cabeza, las noches con pesadillas no eran tan dolorosas después de todo.

Héritier (Alucard)(Hellsing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora