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- Necesitas iniciar con la teoría, si te introduzco de lleno a la práctica podrías arruinarlo.

- Sí, entiendo.

Zack miraba los libros apilados en su cama, eran apenas unos diez. Tan solo esos diez libros eran tan espesos que necesitaba cargarlos con ambas manos si no quería que se cayesen, ¿cuánto tiempo podría tomarle aprender todo ello? Podrían ser años incluso.

- Léelos, no necesitas memorizarlos. Sólo necesitas comprender el contenido.

- Sí, señora.

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Londres, Inglaterra, 1979.

- ¡Mierda!

Una niña de aproximadamente 15 años se encontraba recostada en una cama de clavos, sus tobillos y muñecas llevaban unos espesos grilletes que le impedían moverse de cualquier forma. No podía siquiera intentar que esos clavos dolieran menos.

Intentó mover la cabeza para mirar al hombre que se quejó, recibió un puñetazo en ese momento.

- ¿Qué ocurre?

- Es una orden de un cardenal; tenemos que regresar al vaticano.

- Pero no hemos terminado. 

- Ya terminamos, es un fallo completo.

- ¿Qué haremos con ella?

- Lo que ellos quieran.

La joven sintió como su respiración se detenía y un profundo terror la invadía "ellos" eran peor que aquellos dos sacerdotes juntos. Todos los días se encargaban de torturarla solo para confirmar que estaba funcionando el experimento.

Había sido vestida con un corto vestido color dorado con lentejuelas, apenas y le cubría parte del muslo. Iba siendo sostenida con fuerza por dos hombres, sentía como uno de ellos acariciaba sus piernas y metía una mano entre ellas, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas antes de negar y tratar de tensar su cuerpo por completo.

- Por favor, no.

- Lo único que nos detuvo eran esos malditos sacerdotes, pero ya no están, ya podemos jugar contigo.

Lo único que miraba a su alrededor era un espeso bosque, por el tiempo del trayecto y el auto en el que había sido llevada sabía que se encontraba a las afueras de Londres; no sabía exactamente qué tan lejos, pero esa era la última de sus preocupaciones.

Sus desgarradores gritos eran callados por una mano en su cuello que la ahorcaba con fuerza, logrando cortar su respiración. Aquella mano era retirada cada cierto tiempo para evitar que muriese asfixiada mientras se divertían con ella.

Cinco hombres formaban un círculo alrededor de la joven, y un sexto se posaba encima suya. No importaba si pataleaba, no podía zafarse y sus manos eran fuertemente aplastadas por un par de pies. Podía sentir como su interior se desgarraba una y otra vez, la sangre salía en forma de grandes coágulos que dolían como si no fuesen gelatinosos; no existía piedad en aquellos asesinos.

Sus gritos poco a poco cesaron hasta terminar por quedar inconsciente, todo lo que escuchaba hasta ese momento eran risas burlonas y gemidos roncos.

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Integra se encontraba de pie junto a Zack, apenas y podía visualizar algo en la oscuridad de aquella "habitación" (demasiado grande como para que pudiese considerarla una). Frente a ellos había un ataúd negro en el suelo, perfectamente cerrado. 

- Para conseguir el control, necesitas entregar sangre a este sello.

El joven sintió un escalofrío recorrerlo por completo al escuchar una tenue respiración detrás suya. Pausada y profunda, deseosa.

Héritier (Alucard)(Hellsing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora