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Dos días y dos noches pasaron antes de recibir nuevamente la visita de la señora Integra. Le había dado tiempo más que suficiente para pensarlo con claridad.

Victoria era quien lo visitaba todos los días sin falta, lo ayudaba a comer y conversaba con él acerca de su trabajo y del cómo había sido policía en algún momento de su vida. Agradecía infinitamente el hecho de que no sólo le hacía compañía si no que tampoco preguntaba demasiado.

– ¿Cómo vas?

Zack salió de sus pensamientos para mirar a la señora Integra.

– Mejor, me duelen las piernas, pero es normal.

– ¿Pensaste en la propuesta?

– Sí, bueno. No pierdo nada aceptando.

– Perfecto. Por ahora centrémonos en tu recuperación, recibirás clases y trabajarás como personal en la mansión para familiarizarte con todo.

– Si señora, gracias.

La mayor asintió antes de dar media vuelta, retirándose no sin antes decir unas últimas palabras.

– Seras vendrá en un rato con tu desayuno.

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– Y si consigo una silla de ruedas, ¿qué parte quieres conocer primero?

– No me parece muy cómodo ir por los pasillos con las piernas totalmente extendidas. Ojalá me hubiesen roto los tobillos y no las rodillas.

– Ojalá no te hubiesen roto nada, para empezar.

– Tienes un punto.

Zack soltó una corta risa mientras terminaba de cepillar su cabello. Por motivos prácticos había decidido usar una bata durante su tiempo de recuperación, era más sencillo deslizarla hacia arriba para entrar en la tina y no tener que quitar prenda por prenda.

Bañarse era incomodo como el demonio, pero en las dos semanas que llevaba en esa habitación comenzaba a acostumbrarse. Era complicado sentarse en el suelo, quitarse la bata y con la pura fuerza de sus brazos subir y entrar a la tina, siempre terminaba con las piernas extendidas fuera del agua, si sumaban el dolor y comezón de los yesos todo era peor; como siguiera así sus brazos iban a ponerse musculosos y se vería extraño en comparación al resto de su desnutrido cuerpo.

– Si no es mucha indiscreción, ¿por qué te hicieron todo eso?

– Tuve un problema en el pueblo, nada más.

Seras permaneció en silencio algo pensativa, curiosa por sobre todo. ¿Qué clase de problema habría podido tener como para terminar así?

Mientras la fémina repasaba todas sus dudas mentales, Zack tomó un libro del buró y retomó su lectura. Sus clases teóricas habían iniciado hace una semana, comparado a los otros candidatos él iba atrasado; no estaba preocupado, tuviese o no solución no tenía sentido desgastar su mente con preocupaciones innecesarias. Al término de cada clase, repasaba una y otra vez los temas vistos hasta que lograba entenderlos lo mejor posible.

En esas dos semanas solo recibía visitas de su tutor, Victoria, la señora Integra y las desagradables visitas de los otros candidatos a la sucesión. Lo habían ido a visitar solo dos veces con el pretexto de estar "preocupados" por conocerlo y la gravedad de su situación.

Si resumía esas cuatro horas (dos por cada día), estuvo escuchando a un hombre y dos mujeres soltando comentarios cargados de veneno y camuflados con preocupación o amistad simplemente. Era la visita más irritante que había recibido en todos esos días "Eres muy delgado" "¿Y si accidentalmente te rompo de nuevo las piernas en esgrima?" "Aún puedes regresar a casa, la señora Integra no parece tener fe en ti" "Si no entiendes lo que sea, incluso si olvidas como escribir eres libre de pedirme ayuda" "Eres muy callado, ¿te cortaron la lengua o algo así?" "Deberías alimentarte mejor, en cuanto sostengas un arma puedes romperte algo más". Pura basura, para empezar no les debería importar nada de ello y claramente ese no era el caso; solo buscaban joder un rato.

Por su parte, la señora Integra era seria y distante, sus visitas no duraban más de diez minutos y la mayoría era para confirmar que no tenía incomodidad alguna además de explicarle un poco sobre el funcionamiento de la mansión.

– ¿Tú mismo cortaste tu cabello?

– No, mi cabello era largo hasta que en una discusión tomaron un cuchillo y lo dejaron así.

– En cuanto te recuperes, lo primero que haremos será buscarte un peluquero.

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Dos cuerpos yacían inertes en el suelo, la sangre manchaba el suelo, una parte de las paredes y la cama de aquella pequeña habitación. Un grito escandaloso resonó haciendo vibrar su pecho y sus oídos, antes de poder hacer algo ya estaba siendo arrastrado fuera y había más de uno esperando por él.

No lo comprendía, ¿era normal que los religiosos fuesen así? ¿no eran todos "hermanos"? ¿dios lo había abandonado, olvidándose de él?

Zack despertó de un sobresalto, lo primero que hizo fue soltar un quejido por la presión que inconscientemente ejercía en sus dedos al apretar la cobija. Miró las puntas de sus dedos agradeciendo internamente que no hubiese sangrado aparente.

Pasó el dorso de su mano por su frente percatándose finalmente del sudor frio. Lo que logró asustarlo no había sido el sueño como tal, habían sido un par de ojos carmín con un brillo ardiente, como si tuviesen fuego en su interior. Esos ojos lo miraban desde la oscuridad, encorvados como si el dueño de aquellos brillantes ojos estuviese sonriendo, disfrutando del espectáculo que sus sueños proporcionaban.

El joven tiró de sus cabellos con frustración, necesitaba seguir durmiendo. Si no lo hacía no podría prestar atención a sus lecciones, sin embargo, ¿cómo se suponía que iba a dormir si esos ojos lo seguían constantemente? 

Un suspiro escapó de sus labios, ojalá esa noche no llegue a ser tan larga como algunas anteriores.


Héritier (Alucard)(Hellsing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora