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Camelia observaba al de ojos ámbar caminar hacia el cuarto de lavado con varias mantas en los brazos.

—Aksel.

Con ello, el joven la miró y sonrió dulcemente como siempre.

—¿Sí?

—Yo puedo hacer eso, o puedes pedirle a alguien más que lo haga, tu deberías descansar.

—Ah... Sí, pero uno de los niños se lastimó un brazo y llenó las mantas de sangre, voy a lavarlas antes de que la sangre se seque.

Y la castaña ya no fue capaz de insistir, observando a aquel hermoso rubio seguir su camino, determinado a lavar las mantas él mismo.

Que amable era, haciendo cosas que no debería solo por la comodidad ajena.

.... Pobre estúpida....

Algunas horas después, era la hora de la cena de los pequeños. Debían dejar sus estudios un momento para ir, cenar, rezar y finalmente ir a dormir.

Y como siempre, así lo hicieron los pequeños. A excepción de uno, el más "nuevo" de ellos y el más solitario.

Al parecer fue él quien se lastimo, ya que lo observó caminar lentamente con sus bonitos ojos llorosos y una venda en su brazo derecho, solo llegó a la mesa, tomó asiento y no tocó la comida; tan solo miró a su plato fijamente, tembloroso.

Ella no podía forzarlo a comer, no importaba que tan preocupada estaba.

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―El niño es un santo genio.

Un par de obispos iban caminando por uno se los muchos pasillos lujosos del vaticano, hablando con sus característicos tonos amables y bajos, rozando los susurros.

―Naturalmente, fue criado por un hombre excepcional.

―Pensar que con once años ya es un fuerte candidato a diácono pasajero.

―Sinceramente, yo apuesto por el pequeño. Este mismo año será un diácono pasajero; yo personalmente lo acogeré.

―Parece que le tomaste mucho cariño.

―Por supuesto que lo hice, un niño inteligente y maduro siempre es bien recibido y apreciado.

Ambos hombres salieron de aquel enorme edificio, sonriendo amablemente al ver a un pequeño sentado en el patio, hablando con un grupo de niños más pequeños que él quienes le prestaban toda su atención y escuchaban fascinados cada palabra de aquel pequeño.

La luz del sol chocaba en su espalda haciendo brillar una parte de su cabello castaño cenizo, dejando que sus ojos oscuros tuviesen un brillo sutil, producto de la luz rebotando y no llegando directamente.

―Józef.

Antes de que el pequeño pudiese levantarse, fue detenido por un gesto de ambos obispos; tan solo mostraron las palmas de sus manos como un silencioso gesto "no te levantes".

Y así lo hizo, el pequeño permaneció sentado con una inocente y brillante sonrisa en el rostro, dignas de un pequeño ángel.

― ¿Te está gustando el recorrido?

― ¡Sí! Estoy teniendo mucha diversión. Les agradezco mucho haberme traído a este hermoso lugar.

Para los obispos no había duda, ambos iban a recomendar al pequeño para ser un diácono pasajero.

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Un pesado suspiro escapó de los labios de Zack mientras sostenía otra hoja en sus manos; las líneas tan marcadas, los manchones de tinta y las arrugas del papel le habían dejado muy en claro que había sido escrito a las prisas y que no había sido tratado con el mejor de los cuidados.

No tenía el orgullo y la arrogancia de su antecesora, pero si estaba un poco ofendido. Se suponía que todo lo dirigido a él como señor de Hellsing debía ser tratado con sumo cuidado y delicadeza, entregarle una carta en esas condiciones era considerado una falta de respeto.

Esas "cartitas" sin sobres, sin sellos y sin emisores lo tenían muy molesto, irritado. No solo por el contenido de aquellas hojas que cada vez se tornaban más sucios y atrevidos, sino también por la clase de miradas que recibía del vampiro cada vez que se disponía a leerlas.

Esta vez fue interrumpido por el sirviente anteriormente mencionado. El de orbes oscuros no pudo concentrarse en la lectura, sentía la respiración del longevo ser en su mejilla, sentía la frialdad de sus manos en su cintura y su mentón apoyado en su hombro.

Los carmines ojos del vampiro se movían de izquierda a derecha, sonriendo de oreja a oreja mientras mostraba sus afilados dientes; tan cerca de la yugular de su joven maestro.

Era molesto saber que su amo recibía esas "cartas" cargadas de "te amo" "te haré mío" "te follaré hasta fundirte el cerebro y que me ames".

Pero por otra parte era divertido, quería partirse de risa leyendo aquellas sucias y descaradas líneas de texto. ¿Cómo reaccionaría aquel "pretendiente" si supiera que todo lo que expresa en las dichosas cartas, él ya lo hacía con ese joven cuerpo?

Zack sintió un escalofrío recorrerle la espalda al escuchar las pequeñas risitas y suaves carcajadas del vampiro cerca de su oído; sentía sus piernas temblar y más cosas en el cuerpo, cosas indescriptibles e incomprensibles para él. ¿Era normal acaso tener una erección por una simple risa? 

Se sentía un total enfermo por sentir esa clase de cosas, pero era inevitable. 

―Así que...

Y de nuevo, otro escalofrío provocado por escuchar esa voz en forma de susurros y esas enguantadas manos acariciarlo gentilmente sobre la cálida tela de su ropa.

― ¿Qué cosa?

Inevitablemente, su voz salió en un tono igual de bajo; frágil y tembloroso. Era jodidamente vergonzoso encontrarse en ese estado tan vulnerable, pero no podía evitarlo, Alucard lo tenía jodido y no estaba seguro de que tan bueno o malo sería eso.

― ¿Quiere fundirte el cerebro y hacer que solo pienses en su placer?

―Así parece.

A Zack le era imposible evitar tartamudear un poco ¿"a-así pa-parece"? Que vergonzoso, que denigrante, que humillante, que... emocionante era ser tan vulnerable frente al vampiro, porque parecía disfrutarlo.

―Sinceramente, me da lástima.

― ¿Sí?

No hubo respuesta más que un corto sonido "ujúm" y menos de tres segundos después, sintió la húmeda lengua del vampiro recorrer su cuello de forma lenta y tentadora, acariciando su yugular por encima de su piel.

Alucard se sintió sumamente complacido al ver a su joven amo retorcerse en su agarre y suspirar, inclinándose sobre el escritorio mientras cerraba los ojos, dejándole hacer lo que quisiese.

Sus lamidas no se detuvieron, le era extasiante sentir el flujo sanguíneo acelerarse junto a los latidos de su mortal corazón bajo su lengua.

―Pobre miserable, soñando con eso cuando yo te tengo rogando solo utilizando la lengua. Dime, Zack, ¿a quién le perteneces?

La helada respiración del vampiro chocando contra su piel le provocaban un escalofrío tras otro, su ronca voz era hipnotizante y más aún cuando pronunciaba su nombre con tanta... autoridad, no era una pregunta, era una orden; Y sólo había una respuesta correcta.

―A ti.

―No, Zack. Quiero escuchar un nombre, ¿a quién le perteneces?

Era como una melodía para sus oídos escuchar su nombre escapar de los labios del vampiro, en lugar del habitual "joven maestro" o "joven amo".

―A ti, Alucard.

Un suave gemido escapó de sus labios al sentir al vampiro besar y succionar ligeramente de su cuello, con sus peligrosos y afilados dientes apenas rozando la piel, con mucho cuidado de no dejar ni un pequeño arañón.

―Buen chico.

Héritier (Alucard)(Hellsing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora