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Había un sitio al cual Alucard no quería ir ni muerto (aunque ya estaba muerto). Tristemente, la gravedad del asunto lo forzaba a ir.

Se detuvo frente al único orfanato dirigido por la iglesia en Londres y al intentar abrir la puerta de forma civilizada, su mano se quemó y fue forzado a retroceder. Una barrera bendita, genial.

Gruñó mientras pensaba en una manera de romper la barrera desde dentro, quizá un disparo era la solución; Solo necesitaba una pequeña rasgada en las hojas de la biblia.

Su mano se detuvo a medio camino de sacar su arma al haber escuchado suaves golpes en una ventana, caminó un poco alrededor del enorme edificio para ver a la estúpida paladina que tanto odiaba golpeando una ventana.

Lucía demacrada, apestaba a sangre y apenas podía mantenerse de pie y golpear esa ventana, pero el vampiro la observó golpearla un poco más.

En cuanto Camelia divisó al vampiro de pie fuera del edificio mirándola con esa expresión llena de asco y molestia, sintió sus ojos aguarse de alegría y se esforzó por golpear incluso más fuerte.

No importaba si aquel desconocido ser la odiaba y la aborrecía lo suficiente como para no intentar siquiera ocultarlo, era lo mejor que ella tenía en ese momento y no iba a dejar pasar la oportunidad por más diminuta que fuese de intentar salir de ahí.

Alucard suspiró con molestia y gruñó, extendiendo sus brazos hacia arriba en señal que la atraparía si llegase a saltar por la ventana. No quería hacerlo, pero ella era lo único que tenía para intentar adivinar dónde estaba su maestro.

―Alucard.

―Te escucho.

El cristal se rompió finalmente tras mucho esfuerzo de la joven quien un poco asustada observó como el vampiro ni se inmutó ante los cristales que lo rozaron ni a los que consiguieron incrustarse en su piel.

La suave música de Jazz llenaba el ambiente de la sala mientras ambos bailaban un vals lento, el cálido cuerpo del joven mortal pegado al helado cuerpo del vampiro mientras se movían lo más sincronizados posible, aunque el menor de ambos era un poco torpe.

Zack mantenía los ojos cerrados mientras permitía que el mayor guiase sus pasos, ¿y qué si lo pisoteaba un par de veces? Nada que su amante y sirviente no pudiese soportar.

El ser delgado y alto quería solo gritar un "Apresúrate, mierda." al ver a la joven castaña temblar y titubear demasiado al ver la altura entre sus brazos y la ventana.

―Si alguna vez miras a Camelia en problemas... Ayúdala.

Esa oración no fue suficiente para hacer que el vampiro lo soltase y se mostrase furioso como siempre, sin embargo, logró tensarlo y que el agarre en la mano y cintura del joven se apretara un poco.

―Creí que la odiabas por lo que hizo.

―No consigo odiarla por completo; por supuesto, me traicionó con su desconfianza. Pero al final soy yo quien debe cobrárselas, ¿no? Y yo soy un fiel creyente al karma.

Camelia casi llora del pánico mientras buscaba algo con lo que protegerse y observó las hojas de biblia en las paredes, no encontró nada más. Respiró hondo un par de veces y... saltó.

El silencio reinó entre ambos, siendo llenado por las suaves melodías y la ronca voz del cantante.

―¿Me escuchaste?

Al no recibir respuesta, dio un fuerte pisotón al pie del más alto, quien solo suspiró y murmuró un "si" de mala gana.

El vampiro atrapó con éxito a la joven, como era de esperarse; Aunque Camelia hubiese apreciado un poco más de gentileza, sus costillas dolieron por el fuerte agarre del ser que la sostuvo un par de segundos antes de soltarla y dejarla caer al piso con brusquedad.

―Gracias, real-

Fue interrumpida por la áspera voz del mayor, quien ni siquiera la miraba a ella.

―Entra y rasga un par de hojas en las paredes.

La joven miró al orfanato de nuevo, no quería entrar en ese infierno de nuevo.

―Hazlo o te mataré yo mismo.

No lo pensó mucho más, corrió dentro y con sus propias uñas comenzó a rasgar hojas en las paredes. 

En cuanto la barrera se fracturó lo suficiente para dejarlo pasar, Alucard lo sintió de inmediato. Sangre, sudor y lágrimas.

No se hubiera molestado en entrar de no ser porque reconoció al instante la esencia detrás de dichos fluidos; Zack.

Sacó su par de armas de la gabardina y abrió de una patada, entrando al orfanato mientras caminaba por el pasillo de la forma más tranquila posible. 

Escuchó niños gritar de terror y antes de girarse a dispararles y callarlos, Camelia los arrastró con ella lejos de la escena. Siguió su camino hasta el área subterránea del orfanato, tan grande y espaciosa que alcanzó a mirar los calabozos y pequeños laboratorios rústicos.

No se detuvo a mirar en detalle, no le interesaba nada ni nadie en ese momento, solo seguir el rastro que le estaba provocando hambre.

Abrió la última puerta del enorme lugar como si fuese de plástico ligero, aunque era una puerta blindada con un peso medido en toneladas.

Lo que presenció lo hizo querer vomitar, quemar el mundo, almorzar a todo ser vivo y acabar con su propia existencia. Sin embargo, tragó sus emociones y lentamente caminó hacia el centro de la habitación donde yacía Zack inconsciente en el suelo con la ropa rasgada y un par de grilletes en los tobillos.

Apestaba a sangre y demás fluidos. Se agachó a acariciar su cabello y apretó los dientes al mirar cómo no reaccionaba, bajó la mirada a su antebrazo y se percató de las marcas de piquetes y el enorme moretón.

―Y pensar que recurrirías a algo tan sucio.

Escuchó una pequeña risa entre dientes y miró sobre su hombro una cabellera rubia que tanto lo enfadaba, unos ojos dorados brillantes y una sonrisa que lo llenaba de asco y un odio tan profundo que lo hacía recordar porque odiaba tanto a la humanidad en sus inicios.

―Los sacerdotes...obispos...la iglesia jamás cambia. Siempre es lo mismo, si no consiguen lo que quieren entonces lo fuerzan. ¿No es lamentable?

―Lamentable es tu posición, perro miserable.

Alucard cubrió con su mano una bala que iba directo a la cabeza de Zack y finalmente sonrió. Un tercer brazo salió de su espalda y disparó directo al rostro del paladín. Lo miró caer al suelo y se levantó con su joven maestro en brazos.

Caminó fuera de aquella enorme habitación; sus pasos, agraciados y tranquilos se encargaron de llevar a su amo fuera de aquel edificio.

Héritier (Alucard)(Hellsing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora