Naerya es la hija mayor del matrimonio de Alicent Hightower y del Rey Viserys I. Muchos consideran que su belleza solo se ve opacada por su poco tacto, su carácter fuerte y su malcriadez. Ella es amante del juego de seducción y poco creyente del amo...
Naerya pensó en ir a ver a Aegon cuándo no se apareció por sus aposentos pero quizás era mejor dejarlo en paz, era normal en ellos discutir y después como si nada él volvía con algún chisme o al menos a verla, ese día no había pasado y le molestaba eso.
—Princesa ¿puedo pasar? —
—Pase, sir Cole. —
—Es grato encontrarla en sus aposentos. —
—Creo que lo que más le gusta es que estoy sola. —sugirió con picardía.
—No puedo contradecirla en eso. —miró sus labios un momento y al volver la vista a ella se encontró con esos ojos llenos de deseo que tanto le fascinaban.
—¿Es necesario qué te lo pida? —preguntó mientras se acercaba mucho más a él.
—No. —dicho eso pasó su mano por la nuca de ella para acercarla y comenzar a besarla, también la había empujado contra la pared.
Ella odiaba esa maldita armadura que le obligaba, de alguna manera, a mantener cierta distancia de su cuerpo, había estado más temprano con Aegon y más recientemente estuvo besándose con Aemond pero no parecía tener aún suficiente, quería más y por eso se molestó tanto cuándo él se separó de aquel beso.
—¿Por qué te separas tan pronto? —se quejó luego de que él no la dejará acercarse nuevamente.
—El príncipe Aemond está rondando por los pasillos, estará furioso si me quedo mucho más tiempo en sus aposentos. —
—Siempre encuentra una manera de conseguir lo que quiere. —renegó separándose.
—Él es realmente celoso, por esa misma razón golpeó a su hermano más temprano. —
—Mis hermanos son problemáticos. —no lo negó, era mejor que la gente pensará eso a qué sepan la verdad.
—Eso pasa cuándo están enamorados. —
—Bien, está conversación se volvió insulsa, vete antes que mi hermano haga un escándalo. —
Él rio por eso y la besó una vez más antes de irse, sabía que eso estaba totalmente mal pero parecía ya no importarle demasiado.
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A las primeras horas de la mañana siguiente, Aemond, había dado casi un portazo en los aposentos de su hermana.
—Naerya olvidaste... —y se dió cuenta que acababa de despertarla.
—¡Aemond es sumamente temprano! —le chilló tapándose la cabeza con las sábanas.— ¿No entrenas o algo a estás horas? Pensé que harías eso antes de venir por mí. —se la escuchaba más bajo por la interferencia de las telas.
—Olvidé que no madrugas, —comentó avergonzado.— pensé que tú lo habías olvidado o te habías arrepentido. —
—Vete a entrenar porque no pretendo levantarme en este momento. —
