Naerya es la hija mayor del matrimonio de Alicent Hightower y del Rey Viserys I. Muchos consideran que su belleza solo se ve opacada por su poco tacto, su carácter fuerte y su malcriadez. Ella es amante del juego de seducción y poco creyente del amo...
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Aemond había estado ocupado esa semana con tareas que Alicent le delegaba, así que esa noche estaba durmiendo profundamente, Naerya había tenido pesadillas, otra vez, últimamente ese mes se repetía la misma y estaba agotada, volver a dormir no era una opción y no le parecía apropiado despertar a su esposo, recordó las llaves que tenía, aún le quedaba un cuarto por explorar así que decidió ir a hacerlo.
Se había puesto sólo una bata y había salido del lugar, Aemond ni la sintió. Este cuarto estaba dentro de otro pasadizo secreto que iba directo al corazón del castillo, había que correr un librero, detrás de este se accedía a una escalera de bajada y recién una puerta que se abría con la llave que ella tenía.
La joven no había notado que la venían siguiendo hace un largo rato, básicamente desde que había salido de sus aposentos. Mientras sir Erryk había sido declarado como el escudo juramentado de Rhaenyra en Dragonstone, ahora sir Arryk lo era de la princesa Naerya en King's Landing, es por eso que él la seguía, o quizás no era sólo eso, pero bueno, no importaba ya las verdaderas intenciones porque se le cruzó un inconveniente, sir Cole.
—Yo me encargaré de la princesa desde ahora. —anunció.
—Es mi deber...—sir Cargyll intentó negarse.
—Sin el príncipe Daemon por el castillo no hay una real amenaza para la princesa, sé a dónde va y puedo asegurarme de que no se meta en problemas sin causar un escándalo que lo hará si te encuentra molestándola. Es una orden. —mencionó firme sin dejarle posibilidad al contrarío de argumentar algo.
En el cuarto, Naerya, encontró que la mayoría de cosas estaban tapadas con telas que evitaban que el polvo les llegara a los muebles, fue quitando una a una, una cama, un escritorio, un librero, una mesa con algunas sillas, era literalmente unos aposentos pero relativamente pequeños.
—Parece que encontró algo menos peligroso que la Calle de la Seda. —la voz del caballero la asustó.
—Sir Cole, no lo esperaba siguiéndome. —sonrió totalmente complacida.
—Fue una casualidad, una que agradezco. —
—¿De casualidad dió con un pasadizo secreto? —mencionó divertida mientras se acercaba a él.
—No, de casualidad me cruce con sir Arryk que la seguía, y preferí tomar su lugar. —y no espero ni siquiera una respuesta antes de comenzar a besarla.
Ella correspondió mientras le abrazaba por el cuello, él había puesto las manos en su cadera y la acercó a sí mismo. Había pasado un año o quizás más desde que estuvieron juntos y aunque estuvo entretenida podría decir que había extrañado eso.
—Mi idea era explorar que libros habían pero ya que estás aquí podríamos probar la cama. —comentó al separarse y lo ayudó a quitarse la armadura.
—Me parece una idea fantástica. —rio mientras se iba quitando todo.
Ya no tenía ni vergüenza de dejar su capa blanca en la silla, de quitársela y olvidar totalmente su juramento para tener a la princesa entre sus brazos. Las pocas prendas que tenían cayeron con facilidad, Criston Cole saboreo cada centímetro de piel de la joven, besó sin descaro sus pechos y ésta vez se tomó el atrevimiento de posar sus dedos en la intimidad de ella, ya estaba deshonrando sus principios ¿por qué debería limitarse? No estaría con otra mujer, y cada día se reducían sus posibilidades de hacerlo con la princesa así que se aferraria al placer con fuerza. Se hundió lentamente en ella cuándo la joven le suplicó por aquello, se sentía tan bien dentro suyo, tan apretado, tan caliente, tuvo que respirar profundo y detenerse un momento porque sentía que podía terminar en ese mismo momento, sus manos heladas le recorrieron la espalda y sintió un escalofrío que le atravesó todo el cuerpo. Era un deleite ver el cuerpo desnudo de Naerya bajo suyo, sus ojos deseosos mirándolo, comenzó a embestirla lento pero muy profundo, a veces estaba a milímetros de salir de ella cuándo volvía a entrar, escucharla gemir su nombre era uno de los mayores logros de su vida, muchas noches no podía dejar de recordarlos y rogaba a los dioses una oportunidad para hacerla suya una vez más. Se había perdido entre sus besos, sintiendo su lengua contra la suya, el placer lo enloqueció, tanto que olvidó totalmente que debía salir antes de terminar en ella, así que la lleno de sus fluidos y ambos gimieron de placer por la sensación.