Naerya es la hija mayor del matrimonio de Alicent Hightower y del Rey Viserys I. Muchos consideran que su belleza solo se ve opacada por su poco tacto, su carácter fuerte y su malcriadez. Ella es amante del juego de seducción y poco creyente del amo...
La joven había ido a la mañana al patio de entrenamiento solo para ir a ver a Sir Cole y él lo sabía, sin embargo, ella había crecido lo suficiente como para que le fuera mucho más difícil rechazar su compañía.
—¡Naerya! ¿Qué haces aquí? —Aemond estaba molesto de verla con el caballero.
—Lo dejo para que siga con sus cosas, Sir Cole. —no le prestó atención a su hermano.
—Esta bien, princesa. —
—¡No me ignores! —pero ella ni le respondió.
Caminó directo a sus aposentos cuando alguien la jalo con fuerzas hacia uno de los pasillos y la empujó con fuerzas contra el muro, era Aegon.
—Sigues igual de violento que siempre. —quiso empujarlo pero él no se movió ni un centímetro, ya no era el niño de antes y eso que no entrenaba.
—¿Por qué estabas cogiendo con Daeron? —
—¿Qué mierda te importa? —
—¡Respondeme! —
—Porque pude y quise. Ahora déjame en paz. —
—¿Por qué no conmigo? —estaba ofendido.
—Porque me echaste por una puta criada. —le recordó.
—Vamos, Naerya, sabes lo que es estar cogiendo, no fue a propósito. —
—No, no lo sabía y... —fue interrumpida.
—No me dirás que Daeron se llevó tu primera vez ¿no? —
—No es un asunto que te competa. —
Este golpeó con el puño la pared y se fue molesto.
—¡Eres un maldito salvaje! —le gritó.
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La joven se la pasó haciendo que las criadas le tomarán medidas para hacerse vestidos, allí no tenía nada que le quedará y es claro que no podía usar siempre lo mismo. La noche había caído rápidamente para ella que ordenaba sus cosas y tiraba todo lo que ya no le gustaba. Volver a King's Landing mucho más grande le daba oportunidad de hacer cosas que antes no podía o no le interesaban, una de esas era ir a la Calle de la Seda, no tenía intención de coger en un burdel pero si tenía cierta curiosidad de si era como todos decían, que todos fornicaban en frente de todos, eso sonaba curioso y entretenido.
Le había ordenado a una de las criadas darle parte de su ropa, sus vestidos eran demasiados finos como para que los usara en dicho lugar, también serían demasiado extravagantes y no podría pasar desapercibida, uso una capa negra y ato su cabello en una trenza porque sino sus mechones plateados se escaparian, aunque claro sus ojos eran otro problema, así que debería ver todo el camino al suelo para evitar el contacto visual. Se había basado en su propio instinto para llegar y uno que otro comentario que había escuchado de donde se encontraba, si se había quejado antes de Driftmark se arrepentía, siempre se había mantenido en la Fortaleza Roja y ahora descubría lo horroroso que podía ser King's Landing si te alejabas demasiado de los lujos de la realeza, aún así, tenía su gracia, había espectáculos, mediocres, pero espectáculos, había fuego, borrachos, era un lugar ciertamente entretenido para cambiar los aires, el camino tomó más tiempo del que esperaba pero finalmente llegó, se adentró en uno de los burdeles que mejor apariencia tenía, comprobó con sus ojos que las cosas que decían era verdad, había un montón de gente desnuda copulando sin vergüenza, había hasta hombres con hombres y mujeres con mujeres, ese lugar era realmente excitante, aún cuándo su capa seguía bien puesta había olvidado totalmente bajar la mirada, al contrario analizaba todo con detenimiento y descaro, entonces sus lujuriosos ojos se encontraron con una moza que le acercaba una jarra de hidromiel, ella estaba por pagarle hasta que esta le susurró «La casa invita, princesa.» sí, no había sido lo suficiente precavida, pero bueno, tampoco le tomaría mucha importancia, acostumbraba a beber vino y en copa, no en algo tan tosco y enorme, pero aún así dió un largo trago y sorpresivamente eso no sabía tan mal, hasta se aventuraria a decir que era rico, siguió bebiendo mientras daba vueltas por el lugar, se acabó la jarra y la dejó por ahí, estaba admirando un espectáculo de dos mujeres bailando cuándo un hombre, totalmente desnudo, se acercó a ella, era bien parecido y le había extendido su mano pero antes que siquiera la princesa pensará en tomarla sintió como alguien, más alto que ella, la abrazaba posesivamente por detrás, lo ha de haber visto con cara de que iba a matarlo porque el sujeto se fue de inmediato. Aquel contacto se sentía bien, era cálido y sentía que, de alguna manera, desaparecía todo aquel vacío que siempre sentía.