CAPITULO XXX

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A la mañana siguiente había ido a los aposentos de su hermano, como era costumbre, mientras Aemond iba a entrenar. Suplicaba a los dioses que Criston no sea lo suficiente idiota como para decirle algo o actuar diferente con él, sabía que no tenía que decir nada pero no había podido evitarlo, simplemente se le escapó. Sus embarazos la solían poner sensible, era como cuando bebía mucho vino y decía tantas estupideces juntas, pequeñas cosas podían hacerla llorar o enojarse, sumado a su mal humor habitual eran cosas que la desequilibraban demasiado. Lo mejor sería seguir leyendo sus libros y entrenando, ésto último era cada vez más difícil, de por sí ella estaba distraída con el misterio pero aparte Aemond siempre ponía excusas a trabas para que algunos días no hiciera nada o, en su defecto, haga lo mínimo, a veces ni siquiera quería verla correr y ahora sí que podía, era un hecho que desde que comenzó a hacer actividad física había mejorado su salud y éste embarazo lo estaba pasando mucho mejor, así que no entendía porque parar.

Habían desayunado hace ya un rato y ahora se encontraban en la cama, al menos el par de los hermanos estaba ahí, Nymeria estaba en el sofá, amaba sexualmente compartir la cama con los dos, o hasta con ellos por separado, pero fuera de eso no quería estar involucrada, y era recíproco con ellos. Aegon estaba apoyado contra el respaldo, Naerya tenía la espalda contra su pecho.

—Escuché que al fin lograste darle uso a tu daga. —

—Supongo que estarás contento con eso. —

—Más o menos, —le acarició la mano.— me gusta que apuñales a nuestro tío, pero por como suena creo que con eso ya lo has perdonado. —

—Hubieras preferido que apuñale su yugular o nada.—no lo preguntaba, lo sabía.

—Tampoco habrías podido aún si de casualidad lo hubieras querido. —susurró. Le pidió a Nymeria si le alcanzaba el vino, Naerya le ordenó que no lo hiciera.— ¿En serio vas a prohibirme el vino? —

—Claro que sí. —

—Ya sé que me excedí, pero beberé menos, ya había bajado cuánto bebía. —

—No cambiaré de opinión y mucho menos antes que Helaena de a luz. —no sabía que embarazo la estresaba más, si el de su hermana o el suyo.

—Hablando de eso, ¿Daemon te llegó a contar lo que quiere hacer Jace? —

Ella se separó un poco y se giró para poder verlo mejor.

—No, dime. —

—Quiere estar en el parto de ella. —

—¡Está demente! —

—Y Helaena aceptó. —vió a su hermana levantarse de golpe furiosa.— No puedes levantarte así, te hará mal. —si él supiera que tan poco le importaba eso a ella.

—¡¿Está loca acaso?! ¡Voy a ir a hablar con ella! —

—Relájate un poco. —él la tomó con cuidado del brazo.

—¡Voy a relajarme cuándo mi hermana deje de ser una completa imbécil! —

—Ve cuando estés más tranquila, en ese estado Helaena no te escuchara y terminarán gritando hasta que tu madre entre por la puerta. —Nymeria mencionó desde el sofá.

—Ella tiene razón, además aún falta tiempo. No debí decírtelo. —

—Claro que debiste decírmelo, —suspiró y pusó la mano en su pecho.— bien, hablaré después con ella. —

—Sería bueno despejarnos ¿por qué no vamos a volar un rato? Antes que no puedas hacerlo. —

—Vamos, pero tú llevarás a Nymeria, Darkfyre últimamente está más odioso que de costumbre. —

Amor o DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora