"Vida"
Narrador omnipresente.
La lluvia de fuego seguía en el mundo, muertes y delitos se llevaban a cabo en ese lapso de tiempo y lo peor de todo es que las personas que estaban haciendo eso no serían castigadas como se lo merecían. Muchos pedían piedad por la generaciones futuras, sin saber que estos podrían ser los últimos años de la tierra en si.
Mientras Dina se alejaba de el bosque a toda velocidad, otros meteoritos aparecieron en la tierra. Uno cayó en el pie de un volcán, rojo como la misma lava, caliente como el fuego. Otro en el medio de el mar, haciendo un tsunami que lo arrastraría a la costa, azul como el agua, húmedo como cualquier cosa recién salida de el océano. El último pero no menos importante se transportaba en un tornado, al caer lo hizo en un campo, no te le podías acercar porque el viento no te dejaba. Blanco casi transparente, como el aire.
Y se preguntarán ¿Por qué en medio de el apocalipsis están cayendo meteoritos de el espacio? Pues cada historia debe tener un comienzo y este sería el principio de el supuesto final que se avecinaba.
Es díficil saber el origen de estas rocas, pero si están en la tierra es por algo, una misión deben de tener. Así como la bebé que carga Dina se convirtió en algo extraño, tres pequeños más les pasó lo mismo.
Empecemos con el meteorito de la costa. Al no tener tanta gente alrededor, brilla llamando la atención de una familia con una bebé en brazos, el padre y la madre eran muy creyentes de la mitología griega y no sabían cómo actuar ante una piedra de el espacio.
Se arrodillaron frente a ella, mientras la bebé gateaba hacia su dirección. Puede decir que pasó lo mismo al tocarla, su cabello marrón se volvió azul cristalino, sus ojos igual, dejando de lado la piel canela. Alrededor de el cuello se formó el péndulo azul que mostraba al segundo elemento formado. Los padres solo sonrieron, algo les decía que todo estaría bien.
En el otro lado de el mundo, se encontraba la piedra roja, al pie de el volcán. No había personas, ya no quedaba nadie. Excepto por el millonario que trataba de evacuar en su avioneta, el estaba guardando lo que podía pensando que el caos nada más estaba en la isla donde se fue a vacacionar con su hijo de cinco años. Sin pensar que el desastre estaba en cada callejón de este mundo, no había a donde ir y su única salvación no estaba muy lejos de ellos. La superficie se sacudió de repente, abriendo la montaña en dos y en medio de ese camino se aproximaba la roca a toda velocidad.
—¡Suban rápido!— gritaba el padre al ver que si no se movían serían aplastados.
El niño se quedó mirando lo que venía. Caminaba lento hacia lo que parecía sería su muerte.
—¡Max!— lo llamaba su padre— hijo ven.
El niño hacia caso omiso, solo avanzaba más y más mientras el meteorito estaba apunto de aplastarlo, o eso era lo que pensábamos. Unos centímetros antes se detuvo como si una fuerza lo hubiese enganchado al inclinado piso. El pequeño Max solo tuvo que estirar su brazo para que se empezara a transformar, su cabello se volvió naranja como un pelirrojo y sus ojos tomaron un rojo turbio que asustó hasta a su mismo padre que solo lo cargo y se lo llevó lejos de ahí.
Como a unos dos países de distancia, estaba la última roca esperando por su portador. Pero las llamas habían pulverizado casi todo. A unas casas, se encontraba una madre desconsolada por uno de sus hijos que no podía respirar gracias al ataque de asma que padecía. Ella ya no encontraba que hacer y sus hermanos solo esperaban su muerte. Pero el padre no se iba a rendir. Así como a Dina la llamó el meteorito, así llamo a ese señor, cargo a su pequeño hijo y lo llevo hasta el, al principio no había paso por la corriente de aire que se trasladaba a su alrededor, pero un pequeño camino se abrió solo para el.
Frente a frente solo lo dejo en el piso y retrocedió, el líquido plateado se apoderaba de sus venas y lo convertía desde adentro. Su cabello paso de ser castaño a blanco y sus ojos de un gris tan claro que parecía ser transparente. El niño volvió a la vida con el jalón de aire que se metía hacia sus pulmones, era algo asombro y milagroso a la vez.
Cuatro niños transformados y cuatro historias diferentes que pronto se volverían una sola. Volviendo al bosque, Dina tomaba agua en un pequeño riachuelo. Deambuló toda la noche sin dormir ni descansar, estaba agotada y la bebé pronto despertaría por comida.
La cachorra no sabía que hacer, lo único que tenía claro era proteger a la pequeña. Siguió caminando, el sol se asomó por las montañas y con los rayos de este el camino de Dina había acabado. Una cabaña se encontraba después de un puente, y para la suerte de la canina, humo salía de la chimenea. Corrió hacia la entrada para rasgar la puerta. Otro perro se asomó, le gruñía pero no le hizo nada la ver qué era lo que portaba en la manta.
La puerta se abrió y un señor con barba se extrañó al ver un perro con una bebé llena de sangre. Dina se dejó quitar a la bebé, porque ella sabía que él era el las iba a cuidar de ahora en adelante.
La bebé lloró al despertar y el leñador le preparó su biberón, estaba confuso y un poco asustado. Vivía muy aislado y sabía que era lo que pasaba allá fuera, se preparó para sobrevivir pero nunca se imaginó que la vida le regalaría a una hija que criar.
—Eres una pequeña muy singular— le dijo a la bebé cuando está abrió los ojos mostrando ese verde espacial— Una bebé muy atractiva.
La pequeña le sonrió y siguió comiendo. Él la baño y la cambio con otra manta, no tenía nada que ponerle y se prometió así mismo salir a buscar provisiones lo más pronto posible.
Dina y el otro perro comian uno al lado de otro, no se conocían pero algo los hacia quedarse con la niña todo el tiempo.
—¿No tienes nombre?— el leñador le pregunta a la bebé cómo si está le fuese a responder, reviso la mochila y había solo una pijama con un nombre bordado— ¿Aurela? Muy bonito nombre.
Aurela se llama la bebé, se quedó dormida en los brazos de el leñador que a partir de ese momento sería su más grande protector, en esa cabaña, en ese espeso bosque en medio de la nada. ¿Se crearía un héroe o un villano para este mundo?
Y la pregunta que todos tenemos ¿Este es el verdadero apocalipsis?
O ¿Nunca hubo uno?
†
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Elementos: Guardianes De El Mundo
FantascienzaLa vida me ha enseñado que hay que vivirla, disfrutarla y divertirse en el camino, que no todo es para siempre y hasta el árbol más fuerte puede caer con una simple brisa. De la muerte he aprendido que es impredecible y que puede tocar la puerta de...