Hogwarts Hoe

XXXVIII. Las Selkies del Lago Negro.

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Las Selkies del Lago Negro (sale mejor de lo esperado).

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Profundidades del Lago Negro, Terrenos de Hogwarts, Hogwarts.
Sábado 24 de enero, 1995.
02:00 am.

Como siempre, Ax me acompañaba en esta nueva aventura llamada «Resolver mis problemas desde antes con las criaturas mágicas a las que me tengo que enfrentar en un Torneo rancio el cual estoy considerando quitar con el poder del guión porque me está estresando más de lo que esperaba». Teníamos mucha química juntos y él era como mi «mente a Tierra» cuando pretendía hacer cosas estúpidas, también cuando me daba la amnsiedad o ya no podía más.

—¿Es necesario hablar con las selkies? Son peligrosas y alguien en Slytherin podría verte por la ventana —resopló de brazos cruzados, viéndome quitarme la ropa hasta quedar en ropa interior, quité mis zapatos y los dejé encima de la ropa.

—Sí, Ax, es necesario —dije cansada, ya me había preguntado lo mismo como quince veces—. Ya te lo dije; necesito salvar a Gabrielle sin tantos problemas de por medio, no estoy para sumarme estrés. Hablar con las selkies me ayudará a saber si puedo contar con que me dejarán llevarme a Gabrielle tranquilamente o tendré que luchar o algo contra ellas.

»No tengo tiempo ni físico ni en la prueba para lidiar con eso ese momento, la verdad —volteé mirándolo, se notaba inseguro por esa decisión, pero luego suspiró resignado y también empezó a quitarse su ropa—. No tienes que venir conmigo —murmuré un tanto apenada.

—Iré contigo hasta el día de mi muerte, Hiraeth —refutó resoplando—. Es mi trabajo... y te quiero lo suficiente como para no dejarte morir —sonreí de lado, agradecida.

—Gracias, Ax.

—Para eso estamos —imitó su suspiro de antes, acercándose hasta quedar a mi lado.

Le di una pasada a su cuerpo apreciando sus músculos.

Ax era guapo no, lo siguiente, y tenía un aura que daba vibes como de que sabía cosas, misteriosa, y eso lo hacía muy atrayente. Además de la tremenda aura sexual que se cargaba el condenado. Si fuese mayor, Ax hubiese sido mi primera opción como pareja, no solo por lo ridículamente guapo y atrayente que era, sino por nuestra complicidad y la manera en la que nos tratábamos.

Las cosas fluían muy fácil con nosotros y era divertido estar juntos. A veces sólo estábamos acostados en la cama, mirando el techo, y era fácil, no habían complicaciones entre nosotros y no teníamos que decir algo para estar juntos, podíamos estar horas en silencio, y aun así la conexión entre nosotros se mantenía.

A veces él leía en voz alta para mí o acariciaba mi cabello, otras veces bailábamos, cantábamos, nos divertíamos. Y era muy fácil caer por Ax. Porque era perfecto; su manera de caminar, hablar, reírse, e incluso mirar. Ax exudaba perfección y meticulosidad, pero cuando estábamos solos y se soltaba sólo para animarme o hacerme reír, a mis ojos se veía más perfecto.

—¿Algo que te guste? —preguntó burlón al verme básicamente babear, carraspeé mirando hacia el lago.

—Sí —ninguno dijo nada más, pero lo oí reírse, lo que hizo que yo sonriera, afortunadamente el cabello me tapaba y no vio el gesto.

Ax me hacía sentir chiquita, pero no de mala manera, sólo que era como ese amor platónico al cual siempre tratas de impresionar y no quieres hacer una cagada en frente suyo porque sientes que se te acaba el mundo.