˚♡˚ Scorpius Malfoy ˚♡˚

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Describir a Scorpius físicamente es tan complicado como fácil a la vez. Tenía facciones delicadas que lo hacían ver pequeño, una nariz respingada y fina, el labio inferior más relleno que el superior, ambos de un color rosa fuerte, cejas no tan definidas, el cabello era un desastre organizado y le caía en ondas muy bonitas y sus ojos eran de un gris tan claro que podía llegar a ser blanco.

Actuaba y se veía delicado, pequeño y adorable.

Scorpius Malfoy solía ser una persona medida, carismática, dulce e ingenua.

Al menos era lo que todos creían.

A fin de cuentas se crio con los Potter, Riddle, Nott y Draco rodeándolo, no es muy fácil «escapar» de un mismo patrón cuando todos a tu alrededor se caracterizaban por seguirlo.

Scorpius era exactamente lo que un Slytherin estaba estereotipadamente dispuesto a ser; calculador, frío, analítico, peligroso y, lo más importante, manipulador.

Te dabas cuenta una vez que empezabas a relacionarte con él. Era demasiado perfecto para ser real; demasiado amable, sonreía mucho, hablaba en voz baja, decía que sí a la mayoría de cosas, demasiado servicial. Demasiado algo que te hacía confiar plenamente en él y, para cuando te dabas cuenta, ya estabas entre sus colmillos sin escapatoria alguna.

Scorpius era vulgarmente conocido como «El Ángel Caído». Como el cuadro, sí. Porque era hermoso, etéreo, prácticamente la definición de «perfección» y «pulcritud», pero, a su vez, era letal. Scorpius era capaz de asesinar a cualquiera y no sólo no dejar pruebas, sino que, en caso de ser descubierto, salir ileso con una sola mirada y una suave y arrepentida sonrisa.

Todos sabían que metiéndose con Scorpius no sólo contarían con la venganza de los demás, sino que Scorpius se encargaría por su cuenta de arruinar la vida de la persona hasta tal punto en el que se suicidase o terminara cayendo en la locura.

Eso hacía Scorpius.

Todos lo sabían, pero era muy fácil ignorarlo cuando Scorpius te miraba y te sonreía, cuando te hablaba en voz baja, cuando sus dedos pasaban rozando algún lugar de tu cuerpo y podías sentir paz y escalofríos, los colmillos rozando tu cuello y se lo entregabas en bandeja de plata sólo para verlo sonreír así de nuevo.

Scorpius se aseguraba de tener a todos en la palma de su mano, era un «todos míos», pero que podía matarte si te descuidabas.

Eso era Scorpius.

Al menos si estabas del lado contrario de la línea.

—Buenos días, Hiraeth —sonrió cálidamente al verme bajar las escaleras.

—Buenos días, Malfoy.

—Dime Scorpius, a Draco le queda mejor eso de "Malfoy" —rio, haciendo un ademán de manos.

—De acuerdo.

—¿Te apetece tener un picnic conmigo? Creo que hace un día precioso para desperdiciar el desayuno en el Gran Comedor —levantó una cesta sacudiéndola un poco en una clara invitación. Reí.

—Por supuesto —Scorpius amplió su sonrisa y tomó mi mano arrastrándome hacia el patio de transformaciones.

Al llegar lanzó un par de hechizos en un área para quitar la nieve y mantenerla caliente, extendió una manta, conjuró unos cojines y me invitó a sentarme con él mientras ponía las cosas en su lugar.

—Adoro los días así —exclamó emocionado, parecía un niño pequeño.

—Yo también —sonreí cálidamente agarrando un pastelito de una bandeja. El día estaba nublado, mucho, el cielo estaba casi negro, era probable que en cualquier momento lloviese o granizase, todo estaba cubierto de nieve y corría una suave brisa.

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