CAPÍTULO 9: SANA SANA...

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TRIXIE

Los días pasan mucho más rápido. Últimamente paso con Zack todo el día, juntos vamos a la fundación, de ahí al complejo deportivo donde veo a Zack entrenar a los chicos por una hora. Por otro lado, veo a Iris enseñarles a los chicos a dar buenos golpes y a las mujeres defenderse con grandes patadas.

Al finalizar el día, como mujer responsable que soy regreso a mi casa y me dedico a revisar un poco del trabajo junto con mi papá, cada vez aprendo más.

Me está gustando demasiado este estilo de vida y me estoy mal acostumbrando a tener un amigo en Zack más que alguien que realmente ejerce su puesto de guardaespaldas.

—¡Atrapa! —grito y aviento la botella de agua en dirección a Zack.

—Gracias, muñeca —sonrío por mi apodo, antes solo mi padre solía llamarme de esa forma. Ahora, él también lo hace.

Cuando tengo de vuelta su botella camino al interior del complejo, al área del gimnasio donde están otros niños en sus prácticas de karate junto con Iris.

—Hola —susurro al verla cruzada de brazos.

—Hola, Trixie, ¿cómo estás?

—Bien —vacilo—. Quiero que los chicos ganen el campeonato.

—Créeme que lo harán. Zack juga casi toda su vida. Es un titán en el básquet.

—Lo sé —nos quedamos un momento en silencio mientras ella continúa dando instrucciones con voz de mando— Oye, ¿podrías enseñarme?

—¿Qué? —inquiere y me sonríe de lado.

—Defensa personal

—¿Para qué? ¿Ya quieres pegar a nuestro Zack? —se mofa enarcando sus cejas y volteo los ojos.

—No, solo me quiero defender de los idiotas.

—Zack es un idiota...a veces —afirma sonriendo y me río junto a ella—. Está bien, te voy a enseñar.

Brinco de la alegría y la abrazo, entusiasmada mientras la aprieto hasta que gruñe por mi efusividad. Amo a Iris, aquellamujer que me recibió y me reto el primer día que me conoció, ahora me enseñará técnicas de defensa personal. Me cae bien y es simpática, incluso con Clarisa, con quien pelee, me empiezo a llevar bien. Creo que al fin se dieron cuenta de que no soy una niña rica superficial.

Iris y Clarisa hacen que me pare en medio de las colchonetas y comienzas a hacerme entrenar con la segunda de ella como contrincante, entre risas, jadeos y golpes nos vamos conociendo más. Me enseñas un par de ganchos fáciles que capto rápido y los ejecuto con rapidez.

Cuando veo que falta unos cinco minutos para que Zack termine, me despido y corro a la cancha. Estoy sudada, roja como un tomate y despeinada. Camino hasta llegar a donde están los chicos bebiendo agua y tirados en el piso. Los saludo sacudiendo la mano y ellos me devuelven el saludo. A Adrián lo abrazo. Cuando me acerco a Zack este me ve de pies a cabeza y se cruza de brazos.

—¿Qué estuviste haciendo? —interroga.

Estoy más molida que un choclo.

—Defensa personal —jadeo, agotada y me tiendo en el graderío.

—Buena elección —aprueba—. Ahora descansa hasta que termine o te va a dar un ataque cardiaco

Gruño y él se ríe mientras hace que todos se paren y corran a seguir practicando. Me giro para verlo.

Justo hoy vamos a ir a la fundación, no sin que Zack termine su entrenamiento junto a los cuatro otros incluido Adrián. Lo veo jugar, hacer canastas, caerse, gritar y sonrío como loca hasta cuando termina el partido. Todos se despiden y solo quedamos los dos.

Inevitable AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora