CAPÍTULO 11: CENA

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TRIXIE

Mi madre organizo una cena ostentosa. Con un menú para todos los gustos y una decoración extremadamente elegante para una simple cena.

A pesar de mi disgusto me toca aguantarme y tratar de disfrutar este momento que detesto porque ahora erigiría mil veces cenar con Margarita y los niños que en este lugar.

Sin embargo, para mi suerte, Santiago, está conmigo. Es mi cómplice y confidente, y cada tanto me da sonrisas, miradas o me codea para criticar algo, especialmente el sobreesfuerzo que hace mi madre para sonar interesante con Sonia, la madre de Ronald.

Por cierto, los padres de ese idiota son muy buenas personas y es decepcionante que tengan un hijo como Ronald.

Casi no hablo y solo escucho como conversan con los míos de negocios y empresas. Aunque, tengo mis ojos en mi plato de comida escucho atentamente cualquier detalle que me pueda servir para descubrir lo que está ocurriendo en las empresas de mi padre.

—Me fascinaría que nuestros apellidos se combinaran —musita sonriendo mi madre.

La madre de Ronald sonríe por mera cortesía y yo trago grueso.

—Supongo que eso les corresponde a nuestros hijos y lamentablemente nosotros no decidimos por ellos, querida —responde con educación y quiero comérmela a besos.

Mi madre hace un gesto de disgusto disfrazado en una leve mueca de labios y entonces como único recurso se dirige a Ronald:

—Querido, ¿Qué opinas?

Ese idiota me voltea a ver y le planto mi mirada furiosa. Él me sonríe. Santiago pone una de sus manos en mi rodilla a modo de apoyo y por supuesto para que no tome el cuchillo de mi costado y accidentalmente se lo lance a Ronald.

—Me encantaría que Trixie fuera mi mujer

‹‹Uf, contrólate, Trixie. No mates a nadie, cariño››, me suplico.

—¡Lo ven son perfectos! —chilla mi madre y aprieto mis puños clavándome las uñas en las palmas.

Voy a replicar, pero mi "nunca suegra" la interrumpe dirigiéndose a mi:

—¿Y tú, cariño?

Todas las miradas de los presentes se clavan en mí.

—Tengo novio —suelto por impulso y me arrepiento al instante.

Santiago presiona el agarre en mi rodilla y le tengo que patear para que disimule.

—¿Cómo? —gruñe mi padre mirándose indignado.

Se perfectamente que no me dirá nada, pero lo sentirá como una traición por no haber contado de algo que claramente es inexistente.

—Es decir...estoy conociendo a alguien —explico a mi padre quien niega con esa actitud de dolido.

—Tenemos que hablar de eso, muñeca —sentencia y le sonrío tímidamente.

A la final el esta relajado muy contrario a la actitud de mi madre y a la energía que emana de su actitud, una oscura, cruel y furiosa.

La mesa se cubre de ese aire y todos nos quedamos en un silencio incomodo que gracias a Sonia se rompe.

—Felicidades, cariño —dice, muy amable y sincera—. Anton, enamorarse es parte de la vida y Trixie ya está grande, no te molestes, querido.

—Eso, es verdad, amigo...Imagínate cómo esta mi corazón con la loca de mi hija y apenas y es una adolescente —resopla.

Todos nos reímos, excepto mi madre y bueno Ronald a penas y sonríe.

—¿Se puede saber quién es el afortunado? —inquiere el susodicho.

—Sin duda no eres tú —farfullo en contra de él.

Santiago contiene una risa y toma un sorbo de su copa para evitar carcajearse como de seguro lo haría.

—Trixie no seas grosera —regaña mi mama.

—Gala, aunque también me gustaría una nuera como Trixie. pienso que ellos no están diseñados para están juntos —mi madre contiene su rabia—. Pero, bueno, no hablemos más de amor que me pongo sentimental y recuerdo mi noviazgo —dice mirando con amor a su esposo quien le guiña en complicidad. Cambiamos de tema y al cabo de unos minutos ya estamos hablando de otras cosas que no le gustan a mi madre porque pierde su oportunidad para presumir su vida perfecta.

Al final de la noche ellos se marchan, mis padres van a descansar y yo me quedo en el salón con Santiago conversando y bebiendo un delicioso tequila traído de México.

—Zack se me hace conocido —susurra, Santi de la nada.

—¿De dónde? —frunzo mi ceño con curiosidad y recuesto mi cabeza sobre el cojín que está en las piernas de Santiago.

—No tengo idea, sabes que tengo mala memoria —resopla y me río hasta que la seriedad me cubre.

—Me gusta —confieso y me muerdo mi labio—. Me gusta demasiado

Santiago sonríe mientras me acaricia el cabello.

—Se nota, preciosa, desde el primer instante que los vi

—¿Puedo pedirte un favor?

—El que tu quieras

Me incorporo quedando frente a frente.

—Recuerda de donde lo conoces —ordeno y el coloca una expresión de un detective coqueto.

—Lo hare

—Gracias, ranita —susurro.

—Te odio —gruñe

—Me amas —le molesto, presumida.

—Te amo, renacuaja

Refunfuño, pero él me abraza y me hace cosquillas. Nuestros apodos son tan únicos como nuestra amistad.

Después de conversar cosas banales por algún tiempo acompaño a Santiago a la salida.

—Te veo mañana

—Y yo a ti, renacuaja

Le saco la lengua y le doy un manotazo en el pecho antes de despedirlo. Él se ríe, sube al auto y se marcha. En el camino a mi habitación reviso mi teléfono y no hay ni un solo mensaje de Zack. Mi corazón duele ante la ausencia de estos, pero, racionalizando mis sentimientos, no es como si fuéramos algo para estar comunicándonos a cada segundo.

Dejo el teléfono en mi cama y hago mi rutina de noche. Al terminar apago las luces e intento dormirme, pero recibo un mensaje de Zack.

Mi Bora Bora: ‹‹Lo siento muñeca, mañana no puedo ir a trabajar tengo un resfriado horrible, ¿puedo faltar jefa? ››

Lo último me causa gracia, sin embargo, enseguida mis ojos se fijan en la otra parte el mensaje. Me siento lentamente y vuelvo a leer ‹‹tengo un resfriado››, mi pecho comienza a subir y a bajar con prisa, ‹‹ ¿Qué le pudo causar un resfriado? ››. Zack no es débil y que tenga un resfriado me preocupa a niveles extraterrenales, muevo mis pies con ansiedad y me froto mis manos que ya comienzan a sudar.

‹‹Trixie es un resfriado no sarampión›› me repito una y otra vez y se que tengo razón no es muy grave como para que me angustie tanto, es más ni siquiera me debería angustiar tanto, pero es mi amigo y no quiero que nada malo le pase.

Yo: ¿Estas bien? ¿Puedo llamar a un doctor? ¿Si quieres te voy a ver?

Le doy a enviar y espero a que me responda.

Mi Bora-Bora: No es necesario muñeca, es solo un resfriado con un poco de dolor de cabeza y moquera, pero voy a estar bien ya me tome unas pastillas.

Yo: Más te vale, no te quiero perder. Tómate todo el día y cuídate por favor.

***

El próximo capítulo será narrado por Zack y actualizado mañana. 

Inevitable AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora